980 colocaciones para sentada

No sólo consintió esta buena señora que el torero entrase en la casa y se sentase a su mesa, sino también que las acompañase en público en más de una ocasión.

Julio perecía siempre un niño colérico y misántropo que había sentado plaza de enfermo incurable, y Narcisa pasaba por discreta y, altiva, mediante la solemnidad de su empaque y el orgullo con que se amigabasin intimidad y con reservassólo con dos o tres señoritas de las ilustres familias comarcanas....

Pero sentado á la mesa como estaba, por más que puso la lente aumentadora ante uno de sus ojos, no pudo reconocer al tal joven en ninguno de los hombres envueltos en velos que pasaban por cerca de él, ni tampoco entre los que se movían en el fondo del edificio, donde estaban las enormes despensas para su manutención.

010:039 Tenía una hermana llamada Maria, quien entonces se sentó a los pies de Jesús, y escuchó su palabra.

Entónces senté mis reales en la abrupta y desconocida sierra de Biak-na-bató, donde establecí el Gobierno Republicano de Filipinas, á fines de Mayo de 1897.

Pero acabó por agradecer esta transformación realizada en su honor, y acogió al contratista con grandes muestras de afecto, haciéndole sentar á su lado.

Un músico joven, afeitado y con largas guedejas, que pretendía imitar la fealdad «genial» de algunos compositores célebres, se sentó al piano é hizo correr sus dedos sobre las teclas.

Pero tenía buena índole, y cuando sentara la cabeza y diera un estirón sería una criada inapreciable.

Inclinándose sobre el emballenado hemisferio de su vientre, casi juntaba su cara con la del hombre sentado á sus pies.

A la derecha de doña Rufina se sentó Ripamilán y a su izquierda, el Magistral; a la derecha del Marqués doña Petronila Rianzares y a la izquierda don Víctor Quintanar.

Con cuánto amor se sientan al pié del venerable tronco, casi cadáver ya, los hijos de la multitud!

Odiaba de muerte á Bozmediano, y este sentimiento le llevó á sentar el principio de que lo que allí se trataba no podía ser cosa buena.

Despues nos tuvimos que sentar juntos á la mesa á fuer de vecinos.

Aquella noche, á eso de diez y media ú once, cuando las estrellas brillaban ya en el cielo que la tempestad ha despejado, estaba Sisa sentada sobre un banco de madera, mirando algunas ramas que medio ardían en su hogar, compuesto de piedras vivas más ó menos angulares.

Ana empezó a hablarle, a decirle mil zalamerías a aquel bollo que del mundo exterior sólo conocía las sensaciones de calor y frío; buscó una cucharilla y le paladeó con agua azucarada; arregló la gorra protectora del cráneo, blando y colorado como una berenjena, y después se sentó a la cabecera del lecho, depositando en el regazo el fajado muñeco.

CAPÍTULO VI DOMINADA POR LA MALDAD La señorita Guichard se sentó en una butaca y con la faz alterada, la boca contraída por la amargura y los ojos sombríos, se abismó en sus pensamientos.

» 016:019 Entonces el Señor Jesús después de haber hablado con ellos fue recibido en el cielo, y se sentó a la mano derecha de Dios.

La veía sentada al sol en el balcón, inclinada sobre su costura; la veía gozar del descanso de mediodía bajo los frondosos tilos del jardín; la veía, mientras la voz de su marido retumbaba en el patio y junto a ella la cafetera cantaba su dulce canción; la veía, esperando que él entrase, seguir con mirada soñadora los copos de nieve que revoloteaban en el aire.

Carmen, llena de misericordia, se sentó callandito cerca de la cama, y allí se estuvo con las manos cruzadas sobre el regazo, con una blanda actitud de meditación y de tristeza....

Se sentó lentamente en una silla, cerca de Jacobo, y dijo con dulzura: Es inútil que me amenaces; estoy resuelta á hablar.

Asmodeo llegó arriba i sentó airoso su planta.

, sentada al piano,

Guillermina estaba sentada a su cabecera, y a cada rato le daba abrazos y besos, diciéndole que pensara en Dios, que padeció tanto por salvarnos a nosotros...

Tal vez de otro modo hubieras querido ir demasiado de prisa; y si la osadía y la insolencia convienen para todo, sólo en amor sienta bien a los hombres algo de timidez.

Vió sentado al lado de la condesa a un hombre vestido de negro, de una fisonomía fría y sonriente, cuya mirada le heló la sangre en las venas.

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