Qué preposición usar con ora
La catástrofe era ya segura; los dos jóvenes habían ya cambiado algunas palabras en voz sorda, y mientras que con la una mano sujetaban el guante con una fuerza convulsiva, parecían ya buscar instintivamente con la otra el puño de oro de sus dagas, cuando se entreabrió respetuosamente el grupo que formaban los espectadores, y apareció el Rey.
EL MORCEGO ¡Clamaba por la muerte! EL POBRE DE SAN LÁZARO Todo lo dejó para ser pobre como nosotros y tener su silla de oro en el Cielo.
Quite usted allá: aquí hay patriotas que no dirán "viva el Rey" por todo el oro del mundo.
De las otras comunidades, puedo decir que le han hecho á maese Pérez proposiciones magnificas, verdad que nada tiene de extraño, pues hasta el señor arzobispo le ha ofrecido montes de oro por llevarle á la catedral... pero él, nada....
La mano izquierda de Paz, cuando recibía de la derecha una nueva onza ó doblón, se cerraba, apretando los robustos dedos y aferrándose sobre el oro con la firmeza y el ajuste de una máquina.
Es poco hechizo el oro para quien ama.
Ellas se despertaron alegres como un enjambre de bulliciosas abejas y me transportaron a otros tiempos, a otros lugares; ora al seno de mi familia humilde y piadosa, ora al centro de populosas ciudades, donde el amor, la amistad y el placer en delicioso concierto, habían hecho siempre grata para mi corazón esa noche bendita.
Pudieran tambien criarse allí ganados con grande provecho; así como estenderse los trabajos de laboreo y de lavaderos de oro sobre las montañas mas inmediatas á la cordillera.
Los pastores cantaron y tocaron alegrísimas sonatas en sus guitarras, zampoñas y panderos; los muchachos quemaron petardos, y los repiques a vuelo con que en ese día se anuncia el toque del alba, invitando a los fieles a orar en las primeras horas del gran día cristiano, vinieron a mezclarse oportunamente al bullicioso concierto.
Y ya desde entonces empezó claramente a dar señales de hallarse molesta en el coche, moviendo la hermosa cabeza ora a un lado, ora a otro, con visibles deseos de apearse.
¡Lobosdecía el oradordisfrazados de cordero, que vienen aquí fingiendo un amor á la libertad que no tienen! ¡Ofrecen oro á los oradores en pago de un discurso que exalte los ánimos de la multitud ignorante! Sí: esos infamesdecía otro oradorson los que preparan las asonadas y los que apedrean las casas de los Ministros.
Los dejó de nuevo y se apartó de ellos y oró por tercera vez diciendo las mismas palabras.
Los reyes de España tenian la costumbre piadosa de celebrar sus triunfos militares con la ereccion de iglesias, ora se tratase de los Sarracenos, ora de los Portugueses ú otros enemigos.
Así pues, todos, ancianos, mancebos, niños y mujeres oraban con el mayor recogimiento.
Cuando al otro día los dependientes de la iglesia le encontraron al pie del altar, tenía aún la ajorca de oro entre sus manos, y al verlos aproximarse, exclamó con una estridente carcajada: ¡Suya, suya! El infeliz estaba loco.
, 5, 41: Como el fariseo, que fué á orar al templo y se puso muy lozano con las virtudes que de sí conocía.
El cura se sonrió y entregó el paquete sin extrañar aquel movimiento involuntario del marido de la doña Emma, que recibía onzas de oro sin saber por qué se le daban.
Noticioso el monarca de la venida del buen Catelan, ó de los presentes que Catelan traia, ora fuese por Catelan, ora por los presentes, porque la tradicion no aclara este punto, envió un piquete de soldados bajo el mando de un capitan, cuyo piquete tenia por fin el guardar al espléndido provinciano de los bandoleros y asesinos que infestaban á la sazon el bosque de Bolonia.
La multitud entera estaba afuera, orando a la hora del incienso.
Instintivamente oró á la Virgen, pidiéndole que estuviera cerca de la calle del Humilladero.
Ssabe toda nobleza de oro é de seda, Muy conplida de byenes anda manssa é leda.
Acudí luego a desatar el lienzo, en el cual vi un nudo, y dentro dél venían diez cianíis, que son unas monedas de oro bajo que usan los moros, que cada una vale diez reales de los nuestros.
Merece, pues, una mención aquí el encargado de los trabajos tipográficos de la edición, D. Guillermo Cano, por cuyas manos han pasado todas mis obras desde La Fontana de Oro hasta la última que he compuesto, y todas las ediciones, grandes y chicas, buenas y malas que de ellas se han hecho.
El tabaco, como es natural, le sirve para proporcionarse una honesta distracción, y el libro pequeño es un diminuto breviario en que ora de cuando en cuando.
Pero no faltarán buenas almas que oren por ellos y les ayuden á salir de la miseria.