44 Metáforas para jefe

] En vista de mi relativa convalecencia, el jefe de Sanidad, Dr. Grau, agregóme al Cuerpo de médicos de guardia del Hospital Militar de Puerto Príncipe, donde alterné con algunos amigos de la Península, y tuve el gusto de conocer al Dr. Ledesma, que sobresalía ya como operador habilísimo.

El jefe militar de Balmuff era una amazona membruda y de labios bigotudos, desterrada de la capital á causa de sus costumbres demasiado libres.

¡Cuántos como él, perdidos en el vasto espacio de nuestro país! Una tarde había ido a comer a un cuartel donde estaba alojado un batallón cuyo jefe era mi amigo.

El jefe de la intentona debía ser el barón de Fabvier.

El jefe de la milicia era el brigadier Palanca, aquel médico toledano que en la guerra de la Independencia abandonó la curación de enfermos para matar franceses y que a fuerza de seguir la original táctica de las guerrillas llegó a convertirse en un completo y popular caudillo y poco después en ardiente liberal.

El jefe de la familia, don Rosendo, es un caballero alto, enjuto, doblado por el espinazo, calvo por la coronilla, de ojos pequeños y hundidos, boca grande, que se contraía con sonrisa mefistofélica, dejando ver dos filas de dientes largos e iguales, la obra más acabada de cierto dentista establecido hacía pocos meses en Sarrió.

Al contrario, todos declaraban que esta noticia era absurda, pues el jefe de la Universidad estaba en cama desde tres días antes.

Es el capataz un caudillo, como en Asia el jefe de la caravana; necesítase para este destino una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para contener la audacia y turbulencia de los filibusteros de tierra, que ha de gobernar y dominar él solo en el desamparo del desierto.

Muchacha, ese tenedor no está bien limpio: vete a fregarlo como Dios manda... Luego venían las impresiones del día: si había tenido mucho trabajo en la oficina, si el jefe estaba de buena cara, lo que se decía.

Si así obrares y te obedecieren los aqueos, sabrás pronto cuáles jefes y soldados son cobardes y cuáles valerosos, pues pelearán distintamente; y conocerás si no puedes tomar la ciudad por la voluntad de los dioses ó por la cobardía de tus hombres y su impericia en la guerra.

II Es la misa que se celebra el 11 de cada mes, porque en día 11 parece que se tiró por el balcón un hermano de las señoras, que sufría de la vista—dijo el francés á su compañero y conciudadano el jefe, que acababa de entrar, y con él dos ayudantes, portadores de varios canastos bien repletos, con la compra del día.

Fuera M. Petit, fuera el jefe de cocina, que son capaces de tragarse el presupuesto de una nación... Fuera todos los criados, á quienes he estado dando doce duros y dos trajes...

Además, la Constitución no dice que un jefe político no pueda ser electo diputadoagregué, repitiendo un viejo argumento.

Aquel jefe era un elefante blanco.

Pero era tan agradable su conversación, tan cómicas sus lamentaciones filosófico-sociales y tan originales sus protestas para disculpar la pereza y la afición á la holganza que le caracterizaban, que se había hecho simpático á todos sus jefes; y es de advertir que sus jefes eran todos los empleados de la fábrica, y las familias de los mismos, y cuantos más ó menos directamente tenían algo que ver con el principal.

el jefe de los sacerdotes, con los ancianos y los escribas, y con el consejo entero, se reunió, ataron a Jesús y lo llevaron, para entregarlo a Pilato.

Frecuenté la legación argentina, cuyo jefe era entonces un escritor eminente, el doctor Vicente G. Quesada.

¡Todo era hablar mal del clero! Se creó una sociedad de filósofos... y resultó espiritista; el jefe era un estudiante madrileño que se divertía en volver locos a unos cuantos zapateros y sastres.

Expúsoles el jefe, con bien concertadas palabras, la imposibilidad de complacerles por no haber coches disponibles.

Los jefes de mi nación son guerreros afamados que se ríen del dolor, y para quienes no existe el sufrimiento, dijo el piel roja con orgullo.

Me parece que no tardaron en descubrir que el nuevo jefe era hombre de buena pasta, de quien no había mucho que temer.

Era este individuo el jefe de orden público, y venía en nombre del gobernador a registrar el palacio de la condesa e incautarse de todos sus papeles.

Los jefes políticos han sido los instrumentos más útiles del gobierno.

Al presentarme el Gobierno español para la sede de Manila, sabía que, una vez expedidas por el Sumo Pontífice las bulas de mi institución, echaba sobre un súbdito suyo un vínculo sacratísimo que le ligaba estrechamente con su grey, interín el Jefe Supremo de la Iglesia no relajara esos lazos.

El jefe de los portugueses era un mestizo de indio, lacrimoso y sucio, que hacía de intérprete, y se llamaba Silva Coelho.

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