23 Adjetivos para describir modorra

Pálida, ojerosa y sin fuerzas para nada, se arrojaba sobre las sillas y en el suelo, con una modorra calenturienta, desperezándose sin cesar buscando los cuerpos duros y fríos para restregarse contra ellos.

Yo he asistido en Guipúzcoa a los torneos de los versolarios, pujando por sobrepasarse en ingenio y agudeza ante un público numeroso y atento, mientras los vasos de sidra corren de mano en mano, y la extraña salmodía con que se acompañan los versos, lejana imitación del canto llano, deja en el aire una sensación de modorra campestre.

Al fin le aburría la modorra colonial de Batavia, y tornaba á Europa, rompiendo su matrimonio, para reanudar la existencia en los grandes hoteles, pasando de las estaciones invernales á las playas de lujo.

Su quietud más era de modorra dolorosa que de sueño tranquilo.

En las tardes calurosas de la Línea, le bastaba dar una orden para sacudir la embrutecida modorra de las cosas y los seres.

Vencióme tenaz modorra, más fuerte que mi cuidado: desperté maravillado, fuera ya de la mazmorra.

¿Cómo advertirle sin descubrir a su padre? Doña Celia, que pasaba su vida en la hamaca o en un sillón frente a una ventana de la calle, anegada en su modorra habitual, no era capaz de desahogarla del peso de aquellos temores.

En alguna de las interminables modorras de aquella noche me soñé poseyéndola y junto al cuerpo frío e inerte de Abel.

Lentamente, las ilusiones voraces que allí le arrastraron iban declinando; una modorra invasora y sutil le penetraba; sus labios, cansados, bostezaron entre el rojo bosque de la barba.

Me quedé sola: me dominaba una modorra invencible: no podía mover brazo ni pierna; sin embargo, la cabeza y el corazón se me iban sosegando por efecto de la penumbra y la soledad.

Doña Pepa había muerto, y Labarta, sacudiendo la modorra lacrimosa de su abatimiento, la despedía con un largo cántico.

Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas.

La sacudida en la periferia hubiera acaso despertado las antiguas virtudes del centro y no habría, por ventura, caído en la perdurable modorra de idiotez y egoísmo que ha sido durante tres siglos nuestra historia.

precisamente en el instante en que mi tío saliendo de su modorra pertinaz y después de recorrer la estancia con los ojos azorados, dijo entre angustias de la respiración, como si no le cupiera ya en el pecho una burbuja de aire sin haberle desocupado de otra igual: Ahora...

Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas.

Con un pasador, Cuando con una modorra podia.

A este lado está la almena Por do sacó vigilante El conde Don Peranzules Al rey, que supo una tarde Fingir tan tenaz modorra, Que, político y constante, Tuvo siempre el brazo quedo Las palmas al horadarle.

Apoderábanse de ella somnolencias tenaces, largas; modorras profundas, en que todo su organismo, sumido en atonía vaga, remedaba y presentía el descanso final de la tumba.

en soñolienta modorra, había perdido sin duda la noción del tiempo, olvidado hasta de zumbar sus maliciosas preguntas.

¡Diez mil pintores luchan en la capital francesa con la penumbra, el anonimato, la indigencia! ¡Destacarse de entre esta piña! Perodiscurría, en la primer modorra suave de una digestión feliz, que predispone al optimismo,es imposible, vamos, imposible que yo no sea algo; que esta calentura sin cesar renaciente, que esta obsesión incurable, no lleguen á cristalizar.

Ocurrían sin pretexto justificativo, a veces por la menor contrariedad, y se anunciaban por un malestar general y una laxitud indefinible que obligaban a la paciente a adoptar distintas posturas sin que en ninguna de ellas acertara a estar bien: entonces sentía frío y calor, contento y tristeza, miedo y ganas de llorar; era una modorra suprema que la hacía maldecir de misma.

Llegó, sin embargo un momento, en que aun luchando contra la terrible modorra que le invadía con el frío del agua y la fiebre de la herida, dejó que sus ojos se cerraran, y toda su fuerza fué impotente para abrirlos, porque se durmió, sintiendo al principio que su mano seguía agarrada a la crín, y luego, que poco a poco, suavemente, se dejaba invadir ella también por la deliciosa sensación de abandonarse y descansar.

Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas.

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