101 Adjetivos para describir campana

Tan medroso y triste, Tan obscuro y yerto, Todo se encontraba... Que pensé un momento: «¡Dios mio, qué solos se quedan los muertos!!» De la alta campana La lengua de hierro, Le dió, volteando, Su adiós lastimero.

Eran enormes campanas colocadas casi al ras de la techumbre, en espacios abiertos, para que esparciesen sus chorros de chispas.

Y me sentía tan atormentado como si tuviera tres campanas echadas a vuelo en mi cabeza cuando pasamos a la sacristía, y se comenzó a firmar.

La torre era un torreón de guerra coronado todavía de almenas: su vieja campana había volteado en otro tiempo con la fiebre del rebato.

Concluido el tocado, un ruido infernal de tamboriles, címbalos y el obligado gong o campana china, además de multitud de linternas de caprichosa estructura que por los abiertos discos divisaron, les anunció que la comitiva imperial llegaba a las puertas del Anacronópete, donde se detuvo, pues el ritual prescribe que no se invada el domicilio de la virgen.

Alrededor de la ancha campana de la chimenea colgaba una tela blanca planchada, sujeta por clavos.

El vilipendiado, el encarcelado tal vez... (Óyese repique de campanas, lejano, al cual se 230 unen pronto otros sonidos de campanas más próximas, de timbre diferente.

El vilipendiado, el encarcelado tal vez... (Óyese repique de campanas, lejano, al cual se 230 unen pronto otros sonidos de campanas más próximas, de timbre diferente.

¡Papá!exclamó al ver al doctor.¡No puede usted imaginarse cuánto le agradezco la sorpresa que Amaury, con el permiso de usted, me ha dado al devolverme el aire y las flores! Me parece que respiro con más libertad y me comparo con aquel pobre pajarillo que usted puso con un rosal en el interior de la campana neumática.

En la torre de esta catedral se encuentra la famosa campana de Toledo, la mayor del mundo, con excepción de la monstruosa campana de Moscou, que también he visto.

Lo conozco su Nirvana: yo soy quien lo disfruta—mientras no me perturba la campana fatal ...

Sonó la fatídica campana otra vez...

Los fusileros americanos continuaban sus silbidos, sus gritos de exuberante juventud; pero á él le pareció que estas voces y estos manoteos decían lo mismo que el otro, invitándole con irónica cortesía: «¡Ven; aún queda un lugar!» Algo más se callaban, pero él lo oyó en el interior de su cerebro como el bordoneo de una campana remota.

Un silencio de muerte reinaba á su alrededor; un silencio que sólo interrumpía el lejano bramido de los ciervos, el temeroso murmullo de las hojas, y el eco de una campana distante que de vez en cuando traía el viento en sus ráfagas.

Tocarán esas campanas a muerto por lo nacional, y mucho nos equivocaremos si el viejo y ceñido Cid no contesta en persona a la primera que se toque en Burgos, atravesando al innovador con su tizona.

Algunos rescoldos brillaban aún en el hogar, y bajo la inmensa campana de la chimenea estaba sentado en la sombra Jerónimo de San Quirino, envuelto en un gran capote de estameña, con su barba rojiza terminada en punta, un grueso garrote entre las rodillas y la carabina apoyada en la pared.

Es la sonora campana de la alcazaba, que, fiera, dice que gente cristiana, de presa y conquista en gana, ha roto por la frontera.

Sonó la campana lúgubre del comedor.

Y así diciendo, tocaba desesperadamente una campana aguda pidiendo leña, más leña, en las hornallas.

Los gritos de los sirvientes del ferrocarril comenzaron á escucharse, los alaridos de la locomotora fueron más repetidos, y la campana triunfal del tren, sonando á vuelo, anunció nuestra llegada á Orleans.

La grave campana de la Catedral dió las once de la noche con tan calmosa prosopopeya que parecía que allá, en lo alto, sobre un púlpito de piedra de cincuenta metros, un panzudo canónigo de bronca voz comenzaba a predicar su sermón.

Sancho, que no entendió la música de Barbara, dixo: A fe que tiene razon; que cuando no dan vozes y estamos á escuras, duermo yo muy mejor y más á pierna tendida, y de suerte que no me recordaran con un millon de campanas destempladas.

, y soltó el repique de sus campanas disonantes.

Todo era grandioso en aquella pieza, hogar, alacenas, horno, el piso de hormigón muy sólido, el techo alto y la campana bien dispuesta para dar salida a los humos rápidamente.

¡Madre mia de la Soledad, y qué señor tan respetuoso! ¿Qué quieres decir con eso, vizcondesa Pingajo? Señor, que tiene su mercé la voz como una campana doble, y que está su mercé en ese sillon tan jermoso, que parece un colchon sin bastas en una galera despalmaa.

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