24 colocaciones para fiero

¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime, 20 Único asilo y sacrosanto escudo Al ímpetu sañudo Del fiero Atila que á occidente oprime! ¡Guerra, guerra, españoles!

Pasaban los mártires con el rostro contraído por un gesto de fiero dolor, los místicos con los brazos extendidos y los ojos velados por el éxtasis de la felicidad; y tan pronto aparecía un santo con dorada mitra o rizada sobrepelliz, como lucía otro sobre su cabeza el acerado casco de guerrero.

Todavía siento el hielo del terror que me ha causado el azote de aquel fiero verdugo.

Al final del salón, sobre una columna rodeada de plantas y teniendo como fondo el pabellón alemán, erguíase un gran busto de yeso, el del héroe de la fiesta, con fieros y majestuosos bigotes.

Su castidad de fiero trabajador disolvíase en una fiebre, en un anhelo de hacer suya cuanto antes aquella muñeca encantadora.

Es como la ceja borrascosa y dura de un fiero titán.

Y como Estefanía fuese de tan presto ingenio, y más en hacer versos, en un instante apercibió cantando decirla su celosa pasión en estas canciones: ¡Oh soberana diosa, Así a tu Endimión goces segura, Sin que vivas celosa, Ni desprecies por otra tu hermosura, Que te duela mi llanto, Pues sabes qué es amor, y amarte tanto! Ya ves que mis desvelos Nacen de fieros y rabiosos celos.

Y nadie pudo nunca decir si aquel agachar la cabeza y encorvar la espalda era efecto de fiero orgullo o de desesperada resignación, que no se sabía tampoco si era salvaje o tímido.

Mientras tanto la Princesa, que había presenciado el terrible combate y que a cada momento le parecía ver a su defensor triturado en las fauces del fiero monstruo, presa del mayor terror, enmudecióy cuando el joven, ya vencedor, corrió hacia ella para subirla a su caballo y conducirla a la ciudad, no pudo articular ni una palabra y hubo de limitarse a manifestarle su gratitud por medio de señas.

Recordando las galernas terribles de aquel fiero Cantábrico, tan voluble como soberanamente hermoso, Regina escucha y mira en honda expectación.

Insectos de brillantes colores zumbaban en torno de hojas y flores; juguetonas ardillas suspendían sus escarceos para mirar al insólito caminante desde lo alto de las ramas, y ya se oía el gruñido del fiero jabalí en el matorral, ya el roce de las hojas secas pisadas por el gamo, que huía á todo correr.

La alta hoguera con fiero desenfado Monta; la espada desnudó con ira (Dón no á tal ministerio destinado); Mas cuando el lecho y los vestidos mira, Memorias, ¡ay! de tiempo fortunado, Repórtase y con lágrimas suspira; Y arranca así, postrándose en el lecho, Los últimos sollozos de su pecho: CXXVIII.

Este señor era hombre de su natural fiero, sabio y recatado, y que no del todo estaba satisfecho de las costumbres de los españoles, sino que pasaba y disimulaba las cosas que hacian por tener en su tierra los frailes como por fiadores de los cristianos; enviáronlo á llamar (ó los frailes, ó el Alonso de Hojeda que iba por Capitan de la carabela ó barco), que estaba en su pueblo, un arroyo de agua en medio.

»Mas de la ítala costa á do con fieros »Tumbos va á desbravarse el mar vecino, »Huye, que todas por ahí moradas »Son, de pérfidos Griegos habitadas.

Esta sintetiza la no interrumpida epopeya que coronó de inmarcesibles lauros al Ejército y la Marina, al sostener aquella heróica lucha de siglos contra fiero enemigo, cuyo valor indomable les dió si, justo renombre, pero que también fué ocasión á que el honor preclaro de las armas españolas alcanzara en la Oceanía, por sus hechos, la misma fama que inmortalizó á los bizarros tercios de Flandes.

Estas injurias vengará la mano Del fiero Atila en tiempos venideros, Poniendo al pueblo tan feroz Romano Sujeto á obedecer todos sus fueros, Y portillos abriendo en Vaticano: Tus bravos hijos, y otros estrangeros Harán que para huir vuelva la planta El gran Piloto de la nave santa.

Tenía cerrados los ojos, y si alguna vez los abría, era para lanzar una mirada de fiero odio al padre Antonio, que en vista de la inutilidad de sus cariñosas e hipócritas palabras, leía atentamente en un pequeño libro de interminables oraciones en bien del alma del enfermo.

Noble peregrino de los peregrinos, que santificaste todos los caminos con el paso augusto de tu heroicidad, contra las certezas, contra las conciencias y contra las leyes y contra las ciencias, contra la mentira, contra la verdad... Caballero errante de los caballeros, barón de varones, príncipe de fieros

Sus voces redobladas se elevan al espacio Como voz de montaña y voz de tempestad: Hay jóvenes robustos de fieros aires regios, Ancianos centenarios que saben sortilegios, Brujos que invocar osan al gran Tamagastad.

El instinto de un vil animalejo, Eyra ha por nombre, me ha admirado; De suerte es y de forma de un conejo, Mas mata, como vemos, un venado. Salta y aferra firme en el pellejo, Y en el seseso fiero bocado, Haciendo con las uñas tal camino, Que saca al animal el intestino.

Y no me ablandará con encantadas y melosas frases, ni por temor a fieros y amenazas se lo he de descubrir, en tanto que no me suelte de estos ásperos hierros, y me satisfacción de este ultraje.

En una muy hermosa caravela: El alcalde Espinosa con mil fieros, Con su gente le hace centinela: Sin pasar veinte dias bien enteros A San Gabriel llegaron, porque vuela La nave, como un vivo pajarito, Tambien con Espinosa su barquito.

Como comprenderás, convenía a los intereses de la Orden el que explorase nuevamente la voluntad de ese fiero, uniéndolo aún más estrechamente a nuestra santa Compañía.

Fué un capitán del batallón de Pontevedra el autor de aquel fiero desaguisado.

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