169 colocaciones para sepulcro

Resultó, en fin, que no era nada; pero siempre sería cierta una cosa: que Bonifacio estaba tocando la flauta en el instante en que su esposa se creía a las puertas del sepulcro.

Busca en el seno de la paz bendita 15 Reparador descanso, hasta que cobren Tus músculos salud, y en cuanto sientas El hervor de tu sangre renovada, Ponte en pie, sacudiendo tu marasmo, Que como losa del sepulcro, oprime 20 Tu enferma voluntad.

] [Nota 150: «Aludedice el señor Bonillaa los autos o misterios populares de la Resurrección de Cristo, en que al descender el ángel del cielo y revolver la piedra del sepulcro, se asombran los guardas y caen a un lado y a otro como muertos (Cf.

Creí ver á todos los héroes que ya han pasado y á todos los soberanos coronados que todavía gobiernan nuestras almas desde el fondo de sus sepulcros....

El alma se le desmayó viendo que la casa guardaba su paz de sepulcro.

La noticia del hallazgo llegó entretanto a oídos de personas entendidas, y pudo averiguarse que los expresados esqueletos aparecieron todos colocados en dirección al Oriente y vueltos hacia la entrada del sepulcro; mientras se fijaban las dimensiones de éste y se determinaba su construcción, si es lícito expresarse de esta suerte, poniéndose al par en claro que no eran solamente esqueletos lo que el ya reconocido túmulo encerraba.

No podían verse existencias que mejor cuadraran, ni que más apropiadas fueran a las grietas de aquel sepulcro, donde una ciudad estaba no sólo enterrada sino también [10] podrida.

¿quién regaría con su llanto y su sudor el tenebroso camino sin las misteriosas sombras que más allá de los umbrales del sepulcro se alzan para acobardarle?

¡Cuánto me he reído después recordando aquella escena, y cuán cierto es, por lo que respecta a mis compañeros en aquel juego, que el entusiasmo de la ancianidad convierte a los viejos en niños, renovando las travesuras de la cuna al borde mismo del sepulcro! Muy enfrascados estaban ellos en su conferencia, cuando sintieron los pasos de Doña Francisca que volvía de la novena.

Las moribundas lámparas, que brillaban en el fondo de las naves como estrellas perdidas entre las sombras, oscilaron á su vista, y oscilaron las estatuas de los sepulcros y las imágenes del altar, y osciló el templo todo con sus arcadas de granito y sus machones de sillería.

Pepe Rey miró a todos lados, arriba y abajo, y observó un plácido silencio de sepulcro: ni un paso, ni una voz, ni una mirada.

El hombre de los sepulcros, ó mejor dicho, de las sepulturas, pasó algo adelante sin responder, y se detuvo delante de un pilar en que el número de cadáveres era excesivamente mayor que en los restantes.

Dos ancianas que estaban, sin duda, a orillas del sepulcro; un pobre médico, rendido al peso de los años; un buen servidor; un maestro de escuela, enfermo y miserable; una niña desgraciada, huérfana, condenada a padecer.

Las reflexiones que en seguida les hizo fueron bien diferentes de las que en tales casos se acostumbran, pero en lugar de hablarles del amor que podía dulcificar las amarguras de su vida, y hacerles más llevadero el camino del sepulcro, sólo les puso delante las esperanzas de otro mundo mejor, lo deleznable de las terrenas felicidades y el premio inefable de la resignación y la virtud.

485 Pero el muerto, mal contento, Del sepulcro á su aposento Se trasladó aquella noche, Y díjole: «¡Vos Holanda, Y yo anjeo, picarona! 490 ¿No mereció mi persona Una sábana más blanda?»

En su sepulcro se lee esta inscripción: «Su cuerpo envuelve del sepulcro el velo: Pero le hacen la ciencia, la poesía, Y la pura virtud que en su alma ardía Inmortal en la tierra y en el cielo.

Los milagros operados por reliquias, huesos de muertos, tierra de sepulcros, aguas encantadas, etcétera,

Y yo...» El temblor, aquel frío que parecía adquirido al contacto del sepulcro, le impidió seguir.

Pero en cambio, y por mucho que el golpe nos haya dolido, encontramos una verdad que no conocíamos; El reverso de una medalla; La antítesis de una bella idea; El interior de un sepulcro blanqueado; Sarcasmo y podredumbre.

Aquella violencia, mejor aún, aquella ferocidad, turbaba su alma delicada; el poco apego que el cura mostraba a los asuntos teológicos o de tejas arriba le indignaba; pero sobre todo, la avaricia sórdida de aquel viejo, que estaba con un pie en el sepulcro, del ministro de Aquel que dijo: «No queráis tener oro, ni plata, ni dinero, ni en vuestros viajes llevéis alforja, dos túnicas, ni zapatos, ni báculo,» le causaba repugnancia invencible.

Llama la atencion allí, en la puerta meridional, una lápida del sepulcro de los hijos de Pompeyo, descubierta por una casual excavacion en la ciudad.

24 Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿clamarán por ventura [los sepultados] cuando él los quebrantare?

La claridad, las sombras, las formas esculturales, la gallardía de las líneas, el recóndito sonido que se creería producido por la oscilación de la masa arquitectónica; aquel sonido, que hace pensar en la respiración de algún misterioso espíritu, habitante en las grandes cavidades de piedra; la variedad de objetos, la majestad de los sepulcros, el idealismo de los efectos de luz, todo esto produce estupor y recogimiento.

» En el altar mayor, a ambos lados y en las capillas laterales, puestos sin orden, hay gran número de sepulcros de tres centurias: del siglo XIV, del XV y del XVI.

Y la madre de Ghanem estaba sentada bajo la cúpula del sepulcro que había mandado construir en recuerdo de su hijo, al cual creía muerto, pues desde un año que no sabía nada de él.

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