Qué preposición usar con abrazo
(Levanta y abraza a las dos.
¡Javier! ¡Lázaro! Y se abrazaron con efusión.
Ambos se abrazaron, y algunos aduladores del Padre de los Maestros sintieron que no estuviesen presentes los fotógrafos de los periódicos para retratar el abrazo de los dos genios más célebres del país.
Lo mismo que yo, tenia un amor decidido por la soledad, el gusto por las ciencias secretas y un alma capaz de abrazar al universo; pero tenia ademas la compasion, el don de los agasajos y de las lágrimas, una ternura ... que ella sola podia inspirarme, y una modestia que yo nunca he tenido.
En instante tan supremo, las mujeres que quedaban á la orilla redoblaron sus lamentos, abrazaron á sus hijos, á sus padres, á sus hermanos, á sus amigos, y se confundieron todos en un solo torrente de lágrimas.
Llegué finalmente á la confluencia de los rios Guaporé y Mamoré, y colocado en la punta misma del ángulo formado por la reunion de los dos mas grandes rios de aquellas regiones, yo abrazaba de una sola ojeada las corrientes de uno y otro.
El duque abrazó por el talle a su querida y la llevó al gabinete.
al tener que contestar á mi saludo; tendióme una gruesa, morena y áspera mano el exclaustrado, abrazando en seguida á mi tío; y todos, en grata compañía, nos sentamos á la mesa.
Paraba el golpe, y no había más remedio que tomar a broma el incidente, reir, dar un abrazo a quien momentos antes hubiéramos estrangulado de muy buena gana, y seguir oyéndole.
¡Terrible debía ser la pena que hacía humedecerse aquellos ojos acostumbrados á contemplar serenos la muerte todos los días entre los abismos del enfurecido mar! Sin calmarse un momento la agitación de la gente de tierra, los marineros que aún quedaban en ella fueron poco á poco pasando á la lancha: el último entró el Tuerto, después de haber dado un estrecho abrazo á su padre y á su vecino, que le acompañaron hasta la orilla.
Después la dama dio un estrecho abrazo al bravo Migajas, y le dijo: «Ahora ya eres mi esposo.
El padre y el hijo se estrecharon en un tierno abrazo con una efusión extraordinaria.
¡Qué baratura de género! Pero, señor, me decia mi mujer al salir: ¿puedes tú comprender que esa muchacha tan flexible y graciosa, pueda ser hija de ese fenómeno? ¡Milagros del amor! Llegamos á casa cerca de oscurecer, y hemos pasado una buena parte de la velada recordando tres cosas: la señora del restaurant, el abrazo del puente Nuevo, y el perro que ardia; aquel animal que se quemaba y lamia el baston de su amo.
Mas si acaso, amado amigo, Prosigues esta contienda, Lleva este abrazo por prenda De que me llevas contigo.
No le había dado ni un mal abrazo en lo obscuro».
La marquesa de Vegallana, todavía de azul eléctrico, se levantó de su silla de raso carmesí con respaldo de nogal, y abrazó sin que pareciera mal, a su querida Anita.
Yo no pensaba intentar nada en beneficio del desgraciado Jacobo, lo confieso humildemente, pero ese diablo de Cristián me ha sublevado con unas noticias tan inesperadas, que no he podido permanecer indiferente... Pero, en nombre del cielo, ¿qué ha descubierto? dijo la señora de Freneuse con tal expresión de angustia que su hija la abrazó para calmarla.
De tu recuerdo el indeleble trazo; ¡Oh! ¡cuán dulce calor el de tu abrazo Para el que sufre en angustiosa espera!
Aquel sempiterno tragín de trenes en marcha, aquel ir y venir de individuos avanzando siempre, más allá, más allá, hacia el horizonte, aquellas siluetas de amantes que se abrazaban sobre los blandos asientos de los vagones reservados, despertaron en la guardavía el deseo de lo desconocido, de lo lejano, del misterio que las leyes castigan...
Los músicos se abrazaban entre sí, y todos y cada uno a su peritísimo director el señor Anselmo.
entonces Beatriz la tomó en brazos, la puso de pie sobre el banco y la abrazó contra su pecho cubriéndola de besos.
Te abrazo desde este momento.
»Ven y bebamos la embriaguez del amor, y gocémonos en dulces abrazos hasta que apunte la aurora.
Admiróse Sancho de verse nombrar por su nombre y de verse abrazar del estranjero peregrino, y, después de haberle estado mirando sin hablar palabra, con mucha atención, nunca pudo conocerle
Y de este choque, de este abrazo entre la desesperación y el escepticismo, nace la santa, la dulce, la salvadora incertidumbre, nuestro supremo consuelo.