331 Verbos a usar para la palabra oída

Iba á hablarle Gillespie, cuando llegaron á sus oídos los gritos de un grupo de pigmeos que se agitaba junto á sus pies, mientras otros subían ya por la escala de madera hasta una de sus rodillas.

Pero nada sintió; aplicó el oído.

Cachafaz le habló al oído tenuemente.

Su contrario le imitó; pero esta vez, no tan sólo volvió á rodearlos una sombra espesisima é impenetrable, sino que al mismo tiempo hirió sus oídos el eco profundo de una voz misteriosa, semejante á esos largos gemidos del vendaval que parece que se queja y articula palabras al correr aprisionado por las torcidas, estrechas y tenebrosas calles de Toledo.

Uno de los que componían el tribunal con voz lenta é insegura, le preguntó su nombre, y todos prestaron el oído con ansiedad para no perder una sola palabra de su respuesta; pero el guerrero se limitó á encoger sus hombros ligeramente con un aire de desprecio e insulto, que no pudo menos de irritar á sus jueces, los que se miraron entre sorprendidos.

De improviso unos cuantos tiros les sorprenden a ellos tanto como a nosotros; detienen el paso; extendemos nosotros la vista con ansiedad y recelo en la obscura noche; todos ponemos atento el oído, y al fin nos reconocemos, sin vernos, porque el corazón a unos y otros nos dice: «Ahí están.

Pero obedeciendo á una fuerza obscura más potente que su voluntad, se mantuvo cerca de ella, aparentando distracción y aguzando el oído.

] Dios ha cerrado sus oídos á cuantas plegarias se le dirijan en su presencia.

Si yo lo he oído mil veces en San Bartolomé, que era su parroquia, y de donde tuvo que echarle el senor cura por malo, y era cosa de taparse los oídos con algodones....

Mientras duró éste, Emilio no había cesado de hablarle al oído.

Otros, con la botella en la mano, murmuraban al oído de los invitados: Sauterne, Jerez, Margaux, en un tono cavernoso semejante al que emplean los cartujos para recordarse mutuamente la muerte.

Se inclinó al oído de Marenval y le dijo: Dejémoslos juntos.

Hizo una pausa la bondadosa señora; quedóse mirando al vacío tristemente, y luego, abrazando a su hijastra que aún permanecía de rodillas y acercando los labios a su oído, le dijo en voz baja: Mira, hija mía, yo no tardaré en morir y pienso dejarte todo cuanto tengo.

; declaré que me indignaba oír tantas mentiras como repetían las gentes, y supliqué a las niñas que no dieran oídos a tales dichos.

Pero á nadie hacen gracia estas caricaturas vegetales, flores que parecen lagartos, sapos que parecen plantas, y viven aislados, sin sociedad, visitados tan sólo de las abejas, que á menudo vienen á decirles un secreto al oído.

Le pareció que le estaban diciendo al oído, con oficiosidad maliciosa:...;

; pegarán su oído á la curva de su tronco, para guiarse por las palpitaciones del corazón, y cuando sientan bajo sus pies estos latidos, cinco ó seis de ellos empuñarán una barra enorme de acero terriblemente aguzada, clavándola todos á un tiempo en su carne, hasta que le traspasen el corazón y salten en torno de su arma caños de sangre.

Cuando el sacerdote se aproximaba, la santa susurró al oído de la enferma, como secreto de ángeles, estas palabras: «Abre la boca».

La voz, que durante breve rato había regalado con encantadora música el oído del hombre extraviado, se iba perdiendo en la inmensidad tenebrosa, y a los gritos de Golfín, el canto extinguiose por completo.

Y se persuadió, porque Carmen no quiso nunca oir hablar de casamiento, ni dió oídos a las propuestas que le hacían varios muchachos honrados y acomodados del pueblo.

» ¡Y así lo haría! ¡Princesa, yo sería Princesa, Princesa Romanelli! ¡Princesa Bettina! ¡Bettina Romanelli! Queda bien, suena muy bien al oído: «La señora Princesa está servida.

¿Teniendo oídos, no escuchan?

¡Ella y él!, y la música acariciando los oídos y el corazón, interpretando dulcemente las inefables impresiones que palpitaban en el fondo de su alma.

Fray Facundo se tapó los oídos y exclamó en un arranque de coraje: Con todo respeto, señora duquesa....

Este aprovechó un momento en que Visita se detuvo para saludar a una familia que ella había recomendado al Obispo, y acercándose al oído de la joven dijo en tono de paternal autoridad: Ha hecho usted mal, pero muy mal en acompañar a esta... loca.

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