52 Adjetivos para describir montañesa

Es en esa serie de valles elevados que se halla distribuida la escasisíma poblacion de Urí, poblacion de rudos montañeses y pastores, libres, independientes, sencillos, candorosos y profundamente adheridos á su suelo ingrato y sus queridas tradiciones religiosas, sociales y políticas.

No fueron pocos los montañeses muertos; pero los kaiserlicks fueron muchos más.

Además, don Damián había ido á América muy bien recomendado y con una educación bastante más esmerada que la que llevan ordinariamente á aquellas envidiadas regiones los pobres montañeses.

A decir verdad, más de un montañés valiente, padre de familia, al ver subir aquella selva de bayonetas, a pesar de las descargas, pensó que quizás hubiera sido más prudente haberse quedado en la aldea que meterse en una aventura semejante.

¡Daqué pousqui bede oun sonn mas amous! ¡Bajáos, montañas! ¡alzáos, llanuras! ¡Y que yo ver pueda do están mis amores! CAPÍTULO XVII #El montañés libre# Las rugosidades formadas en la superficie terrestre por montañas y valles son por consiguiente un hecho capital en la historia de los pueblos, y explica á veces sus viajes, sus emigraciones, sus conflictos y sus diversos destinos.

El rey de Granada enviaba, pues, una doncella casadera, hermosa, noble y rica, para que su suerte se jugase á la suerte: para que deshojase aquella flor delicada el rudo choque con un montañés bravío.

, pág. VII, 9: Con 400 montañeses bravos | de capellina piel, azcona herrada.

De este territorio mixto, formado con llanuras religiosas y bucólicos valles, con ciudades guerreras y cándidos montañeses, sacó Francisco Pizarro la mayor cantidad de sus compañeros.

El caso era rodear poco y llegar cuanto antes, según él decía, mientras dejaba yo en cuarentena la sinceridad de su afirmación, que bien pudiera ser encubridora de antojos irresistibles de un montañés tan castizo como Neluco.

El piso superior de esas casas lo ocupan los dueños o inquilinos, que viven de sus rentas; pero en los bajos, salones en general oscuros y poco ventilados, tienen sus tiendas unos mercaderes al por menor, que llaman baratilleros, quinquilleros propiamente dichos, los cuales, en absoluto, son españoles, por lo común montañeses.

El padrino hacía parar delante de todas las tiendas de montañeses conocidas; llamaba al chicuco; aparecía éste con una batea de cañas; se bebían alegremente entre el corro de la gente que se apiñaba instantáneamente para verlos, y ¡arrea, niño! vuelta á escapar desempedrando las calles.

Y esta salud originaria la traen consigo los montañeses de todas las latitudes europeas que constituyen la mayor parte de la inmigración, montañeses no contaminados de la vida urbana y decadente de los viejos pueblos.

Soy una montañesa, criada entre las vacas.

Millán, entonces, se levantó del suelo con un rápido salto, y dando un empellón al descuidado montañés, le derribó de las murallas.

En aquella pequeña tribu, formaba la vanguardia Eugenia Barquín, sin asombrarse de cosa alguna como buena montañesa, dócil siempre y mollar á los caprichos de la señorita.

Agitó entonces los brazos en señal de triunfo, y los montañeses, encaramados en los parapetos, le respondieron con un hurra general.

No andan en sus cuadros Melibeos y Tirsis, sino montañeses ladinos y litigantes a nativitate, entreverados de sencillez y malicia, atentos a su interés y a las contingencias del papel sellado, y juntamente con esto cautelosos y solapados en sus palabras, como suelen ser los rústicos, a lo menos en nuestra tierra, aunque no sean así los que se pintan en las églogas y cuentos de color de rosa.

El santuario era una ermita montañesa, rodeada de castaños patriarcas, y con un esquilón de acento inocente y díscolo.

John Pembrock era una especie de gigante y recordaba por su estatura y formas hercúleas los célebres montañeses escoceses cantados por Walter Scott.

En la provincia, cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés.

Ensúciome en Catón y en Justiniano, ¡Oh Pedro de Urde, montañés famoso, Que así lo muestra el nombre y el ingenio! HORN.

En la Habana hemos tenido dos criados, uno asturiano y otro montañés, tan fieles, que yo les entregaba la llave de la caja de las joyas cuando necesitaba sacar algunas para ir a los bailes de la Capitanía o de los marqueses de la Reunión.

Acompañábame el abuelo paterno, un montañés rubio, casi gigante, de setenta y cinco años, admirable por su agilidad y su fuerza, quien, después de visitar a sus nietos, regresaba a Larrés para incorporarse al abandonado pegujal.

Se me había dicho que terminaría mi jornada en un pueblecillo de montañeses hospitalarios y pobres, que vivían del producto de la agricultura, y que disfrutaban de un bienestar relativo, merced a su alejamiento de los grandes centros populosos, y a la bondad de sus costumbres patriarcales.

Allí iban Danton, Camilo Desmoulins y los montañeses, antes idolatrados por la plebe.

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