51 oraciones de ejemplo con zancadas

Y empezó á marchar á grandes zancadas, procurando mantener rígido su cuello; pero esto no libró á la joven de un vaivén igual al de un navío en un mar tormentoso.

Con sólo media docena de zancadas llegó el coloso á la puerta de la prisión, hundiendo sus pies en la muchedumbre armada.

Hacía un tiempo de invierno admirable; los padrinos midieron veinte pasos dando unas zancadas enormes; nos dieron las pistolas, disparamos, y al mismo tiempo que el fogonazo sentí un golpe que me derribó al suelo.

La maleza crujía bajo sus pasos y detrás se oían las zancadas de Agapo, que venía persiguiéndole;

En dos zancadas llegó; en breves palabras enteró a su padre de todo lo que acababa de pasarle, y en pocas más le satisfizo el boticario la curiosidad, declarándole todo lo ocurrido aquella tarde en la botica.

El traje influye en el actor: la trusa y la espada inspiran por educación, acaso por atavismo, pruritos romancescos de aventuras y conquistas; un traje de labriego predispone á las zancadas desvaídas, á los ademanes torpes; una peluca de «viejo» induce á encorvarse hacia adelante y á deslizar temblequeos de ancianidad en las manos y en la voz.

Arístides trotaba a su lado, esforzándose en igualar el paso de sus cortas piernas con las zancadas del maestro, cuando éste se paró de repente y Arístides dio con él un fuerte topetazo.

Inclinose el hombre sin replicar, silbó a su perro y salió corriendo a todo escape, escopeta al hombro, saltando de peña en peña a grandes zancadas.

El portero Atanasio vió pasar rápidamente una gigantesca forma blanca y antes de enterarse de lo que aquello significaba y de la causa del tumulto que en la escalera se oía, ya el indómito Tristán estaba lejos de la abadía y á grandes zancadas recorrió el polvoriento camino de Vernel.

No fueron pasos; fueron zancadas enormes, verdaderos saltos.

Su gordura fofa de bebedora, mostrábase alarmada por la proximidad de este paseo, que era su tormento diario, esforzándose dolorosamente por seguir las zancadas de la señorita.

Y Renovales, con instinto de cómico, deseoso de hacer buena figura, pasó una tarde dando zancadas de estudio en estudio, con el cuaderno en una mano y acompañando con enérgicos ademanes de la otra los párrafos leídos en alta voz.

Leandro, dando zancadas, se plantó en un momento en las Injurias.

Al verle, en un día ventoso, dando zancadas por el flanco de alguna colina, con sus vestidos colgantes y flotando en torno suyo, se le habría creído el genio del hambre descendiendo sobre la tierra, o algún espantajo hurtado de cualquier campo de trigo.

El no contestó y reanudó su paseo, andando á largas zancadas, pisando recio para ahuyentar el frío que le atería los pies.

Manzzi, que ante el deber profesional posponía todo interés personal, se encasquetó el chambergo y con un breve: ¡Vamos!salió dando zancadas.

De dos zancadas se plantó otra vez en el corral, que era abierto; y cubriéndose todo el cuerpo con la esquina de la casa, asomó un poco la cabeza dentro del portal y llamó con voz apagada y algo temblona: ¡Pilara! Conocióle ésta y salió corriendo al goterial.

Si no fuera por este encarguito de sostener el cielo, daría media docena de zancadas a través del mar y te las traería.

Ya que Su Majestad tiene tanto afán por recibirlas, yo te prometo dar las zancadas más largas que pueda.

el maestro bajó tambaleando las escaleras del Cabildo, atravesó la plaza a grandes zancadas, sin cuidarse de su capa que flotaba a sus espaldas como dos alas abiertas, permitiendo a los ojos profanos iniciarse en el secreto de aquella levita misteriosa.

Esto diciendo sacudia el brazo del niño que doblando el paso, arregló su marcha todo lo que pudo con las largas zancadas del bandido.

Sus orejas se agitaron desdeñosamente; el rabo, ridículamente trunco, osciló de izquierda a derecha como la aguja del velocímetro de un automóvil que se pone en marcha; alcanzó en tres zancadas la puerta del jardín, y se perdió en las sombras de la noche...

Aquella misma noche fué Bastián, dando zancadas y recatándose hasta de su sombra, á casa de Tasia.

Vas á la hoguera, y haces allí lo que es muy natural que haga un mozo de tu edad: florear á esta muchacha, bailar con la otra... ¡Dios!... ¡y cómo lo borda usté, hombre! dijo aquí Bastián, resobándose las manos y dando zancadas al aire.

Pues dígote que, si á mano viene, allá veremos!... ¡Dios! Y en dos zancadas atravesó la sala, y en pocas más llegó al portal; y como ya hacía rato que se estaban oyendo las campanas de la Iglesia y algunos estallidos de cohetes, en cuanto se vió al aire libre comenzó á relinchar y á dar corcovos, como potro cerril que columbra el verde de la rozagante pradera.

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