35 Verbos a usar para la palabra cantantes

En sus artículos llamaba a todas las cantantes divas, y a toda las obras spartitos.

Además, la casualidad me ha servido mejor que yo podía esperar y me ha proporcionado datos preciosos sobre el hombre misterioso que acompañaba á la cantante en San Francisco.

La Reina rogó al cantante que viniese a Madrid, y le colocó en una habitación contigua a la del Rey.

Por la noche nos metíamos en los teatros y cafés cantantes más depravados.

En efecto, poco sensible a las bellezas de la naturaleza, la indolente criolla, que no hubiera dado dos pasos para admirar el más maravilloso paisaje, no retrocedía ante media legua para ir a ahogarse en una sala de concierto escuchando a algún cantante parisiense mientras protestaba llena de convicción: Es por ti, hija mía, exclusivamente por ti.

El café cantante.

Sin embargo, cuando ya estaba a punto de emitir la primer nota, la sensible señorita hizo nuevas y rotundas declaraciones en el mismo sentido que las primeras, lo cual afligió de tal modo a la tertulia, y en particular al pollo del pelo por la frente, que de buen grado habría concedido a la cantante en aquel momento toda la memoria de que disponía, con tal de que no le dejase en mal lugar.

No faltaba señora que confundía a los cantantes con los prestidigitadores que en el mismo Casino había visto maniobrar, y no quería que le quemasen el pañuelo, ni aun en broma, ni que le adivinasen la carta que tenía en el pensamiento.

Se estaba sirviendo el plato de pastelería y Tragomer, que estaba silencioso, se volvió hacia Frecourt y le dijo en tono indiferente: Usted, que conoce á todos los cantantes del universo, ¿quién es Jenny Hawkins? ¿Jenny Hawkins, la que hace expediciones al extranjero con Novelli?

Se abrieron los salones del Casino, sucursal del café de la Oliva; hasta hubo su poquito de buffet, a pesar del acuerdo de la Junta, y lo mejor de la población acudió a tomar sorbetes y a contemplar de cerca, y vestidos en traje de sociedad, a los cantantes ilustres que tantas veces había aplaudido viéndolos en las tablas, llenos de abalorios y galones dorados.

No puede ocultarse que á las veces hay una obra personal en la interpretación, y que el artistasi damos este nombre al cantante, al cómico y al instrumentistasuele tener, de raro en raro, el derecho de decir que él ha creado un papel puesto que se lo apropia, poniendo en él su alma y su inteligencia é infundiéndole su propia sangre.

Sin contar los de primera fila: Romea, Latorre, Matilde Díez, Arjona, Catalina, Valero..., había muchos de segunda, que yo hoy, relativamente, no los encuentro; por ejemplo: Pizarroso, Oltra y Vega, que trabajaba en la compañía de Romea: el mismo hermano de Romea, Florencio, Luján, a quien yo vi debutar el año 1865 en el teatro del Recreo... Y como cantantes de zarzuela, no digamos.

Excusóse éste como pudo y se alegró de dejar atrás á los cantantes, cuyos enmarañados cabellos rojos, afiladas hoces y risa brutal los hacían nada gratos compañeros de viaje y menos para encontrados al caer la noche en campo raso.

Entre la muchedumbre que había acudido a despedir a los cantantes, se sintió Bonis, después que desapareció el coche en la oscuridad, muy solo, abandonado, sumido otra vez en su insignificancia, en el antiguo menosprecio.

Tenía la voz engolada y dulzona del cantante popular; voz que hace sonreir de lástima bajo un techo y humedece los ojos al ser oída de noche en un canal veneciano, ó bajo la lluvia áurea del sol entre los promontorios rojos del golfo de Nápoles.

Los hombres pagan y no riñen; y a las cantantes les dura el peinado intacto una semana, que es lo que tarda en volver la peinadora.

Pero ¡hemos despertado al gato que dormía! Al rumor de la música, el dentista ha abandonado una partida de poker con el contador, para exhibirse como cantante de ópera.

En el fondo, la alemana compadeció a su amiga, pues si bien había ella misma contemplado sin enojo una y otra vez el buen talle y el calzón ajustado del reyno importa cuálen tal o cual ópera, del rey Minghetti, no veía por dónde se podía clasificar a tan bien formado cantante en la categoría de los hombres superiores y verdaderamente artistas.

Comúnmente la esperaba al salir, y juntos iban hasta la casa, hablando del predicador, como la noche antes, en la tertulia, hablaban de los cantantes del Real.

Quería hacerse cantante y me rogó que le ayudase á rectificar su mala pronunciación italiana.

Ayudaba a componer el menú de la cena; elegía los vinos; indicaba los mejores cantantes y cantatrices, a quienes se invitaba también al gabinete.

Sacó su reloj, la hermosa pieza cincelada del siglo anterior, e interrumpiendo a la cantante dijo a doña Manuela: Bien está todo; pero ¿a qué hora se come aquí? Cuando venga Rafaelito.

Porque se le conocen tres: el que usted nos dijo al introducirla aquí, Jenny Hawkins, la cantante de Covent-Garden; Juana Baud, la fugitiva que usted hizo venir á Inglaterra hace dos años; y Lea Peralli, la miserable con la cual maquinó usted el complot contra Jacobo de Freneuse.

Mientras María participaba con el gran cantante de la desaforada ovación que le ofrecía un público, que de rodillas los veneraba humildemente, se representaba una escena de diferente carácter en la pobre choza de que ella saliera poco más de un año antes.

Sorege fué á sentarse al lado de la chimenea y con los ojos cerrados pareció absorberse en una atención religiosa, pero no perdía de vista á la cantante.

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