29 Verbos a usar para la palabra casera

¡De pagar a su casero, eh? DOÑA MATILDE.

Vivía con comodidad, y no era tacaño ni apuraba á los pobres caseros para que le pagasen, sin descuidar por esto la administración de sus bienes.

Y exhibían ante la mirada atónita de los caseros, habituados á la vida sobria y humilde de la montaña, aquellas riquezas en fajos de papel mugriento.

Hace tres meses que teniendo que hacer un viaje bastante corto, salí de casa sin avisar al casero, porque creia volver á los cuatro ó cinco dias; pero mi ausencia se ha prolongado demasiado, y esta mañana al volver á mi habitacion me encuentro con un nuevo inquilino que habia tomado posesion de mi techo en uso de las facultades que el casero le ha otorgado.

En una ocasión, después de cobrar en juicio a un casero que debía tres años, recibió, al atravesar un bosque, tal pedrada, que llegó a su casa sin sentido, agarrado a la crin del caballo.

Por dicha suya, el hombre gorilla, aquel monstruo cuyas enormes manos tocarían el suelo á poco que la cintura se doblase; aquel tipo de transición zoológica en cuyo cráneo parecían verse demostradas las audaces hipótesis de Darwin, no ejercía con malos modos los poderes conferidos por el casero.

; y a más que como en ella no queda más para mi que la memoria de mis acerbas desventuras, cuando con mi madre dejela, la llave dejé al casero.

Cuando todos dormían y el sol llevaba andada alguna parte de su carrera, Reyes salió de casa, con sus papeles en un saco de noche; tomó la diligencia de Cabruñana, y antes del medio día ya estaba disputando con Lobato en medio de un prado, frente a unos robles que el mayordomo había consentido derribar a un casero, porque, según malas lenguas, los dos iban ganando.

Dígole a la casera lo que le digo, ándese con cuatro ojos, y no se duerma en las pajas, porque de que lo vide lo vide.

En ella duraban algunas caseras costumbres de nuestras nobles familias de los siglos del Renacimiento.

También de noche, cerca del alba, emprendía su viaje al monte el casero que se preciaba de regalar a su señor las primeras arceas, las mejores perdices; y allí estaban las perdices, sobre la mesa de pino, ofreciendo el contraste de sus plumas pardas con el rojo y plata del salmón despedazado.

Antes de llegar a la huerta se encontraron con Pepe el casero que los llamó de lejos, entre los árboles.

En toda estación estaba allí el despacho de D. Acisclo, donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes, corredores, rabadanes, aperadores, capataces y caseros: entendiéndose por caseros, no el terror de los inquilinos morosos, como en Madrid, sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica.

Había muchas señoras que iban a visitarla, sólo por enterarse de su tocado casero.

En cuanto escuché tales palabras, sin descomponerme poco ni mucho, me alzo de la butaca, voy con paso solemne a mi despacho y escribo una carta a mi casero manifestándole que desde el día siguiente tenía el hotelito a su disposición.

Me consta que á papá no le agradaría, pues me encargó que me diese á respetar y guardase mi posición, no familiarizándome con los caseros; pero , que conoces mis principios, adivinarás cuánto me mortifica saber que á mi lado respiran cuatro ó cinco seres humanos y racionales como yo, amontonados en un lugar sombrío, húmedo, entapizado de telarañas, sin sábanas ni colchones, y al abrigo de una cuba vieja.

Don Benito no prestó atención a estos consejos y se quedó una noche en su propiedad; pero apenas se metió en la cama huyeron los caseros.

Matilde comienza ya a padecer los inconvenientes de su posición: humíllala el casero, humíllala una antigua compañera de colegio, marquesa, que vive en la misma casa, y que dice que una cosa es casarse, y otra enamorarse; en lo cual no parece su señoría un si es no es verde y alegre de cascos: humíllala, en fin, una vecinilla ordinaria entre cotorra y contrabandista: llora Matilde y conoce su yerro.

Al pasar ante la estatua de san Ignacio, quitóse Diógenes el sombrero, como había visto hacer antes a los novicios, y repitió en voz muy alta, con el acento de un cariñoso saludo, aquella hermosa frase que inspiran a los caseros de Guipúzcoa su piedad, su sencillez y su amor al santo, gloria de sus montañas: Aita San Ignazio... agur! [Nota 18: ¡Padre San Ignacio...

Entremeses, caldo de aves, sopa de yemas, tortilla de bechamelle, salmonetes con tomate, langosta a la americana, solomillos de carnero, liebre a la casera, cardo al natural, jamoncillo trufado, biscuit de coco, sopa cana, frutas, quesos y dulces, vinos, café y licores.

Cuando Joselito iba á entrar con su cuadrilla en la casería y en el patio, tuvo cierto recelo, y miró al casero con fija atención.

Andrés pidió al casero que de los tres cuartos que daban a la calle le hiciera uno, y que no le empapelara el local que quedase después, sino que lo pintara de un color cualquiera.

Es el tercer hijo que pierdeexplicó un antiguo casero.

Y apenas llegué, me dirigí á mi casa, y fuí recibido con gran alegría por mi casero, que me dió la bienvenida, y me entregó las llaves, enseñándome la cerradura, intacta y provista de mi sello.

No apremiaba sino en términos comedidos y amistosos, y al rendir cuentas al casero echaba por aquella boca horrenda, rascándose la oreja corta y chata, frases de intercesión misericordiosa en pro del inquilino atrasado por mor de la cesantía.

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