Llegó una vez á una Ranchería de infieles con el semblante tan desfigurado, tan falto de fuerzas y pobre de vestido, que por burla preguntaron aquellos infieles á sus compañeros si era el Padre algún esclavo fugitivo de los españoles á quien hubiesen tan malparado á golpes y azotes.

El espacio vacío donde un año antes estuviera la casa de D. Felicísimo, le detuvo en su penoso viaje aéreo; pero dando algunos saltos llegó a una casa que parecía brindar al pobre fugitivo seguro y cómodo asilo.

Al oír el ruido las dos jóvenes volvieron la cabeza, lanzando un grito como gacelas sorprendidas por el cazador, al tiempo que animó un fugitivo rubor las mejillas de la rubia y una suave palidez blanqueó ligeramente el rostro de la morena.

Se enternecía al repetir los relatos de unos fugitivos belgas llegados á su hospital.

El fugitivo, cercado en el dédalo de pasadizos, tropezando con enemigos en todas las revueltas, surgió corriendo por el extremo opuesto y continuó su carrera á lo largo del muelle.

Fueron los dos, amo y criado, a escapar por una callejuela que desembocaba en la calle de Atocha, pero en el mismo instante un pelotón de la Guardia civil dobló la esquina, y los fugitivos viéronse envueltos y cogidos.

LO QUE DIJERON LOS PERIÓDICOS La vida en aquel rincón fué para los dos fugitivos muy extraña y distinta de la normal.

Como estos soldados misántropos de corazón entenebrecido son más dignos de lástima que de odio, y como tienen, en medio de sus graves errores, cierta nobleza y lealtad que infunde simpatías, saludamos con respeto al fugitivo guerrillero, diciéndole: «Dios vaya contigo, salvaje».

Pero, si volvemos los ojos a España, ¡cuánto no hizo en los cien años que pasaron después de Colón y antes del desembarco de los fugitivos ingleses en Plymouth Rock! En 1499 Vicente Yáñez de Pinzón, compañero de Colón, descubrió la costa del Brasil y reclamó dicho país en nombre de España; pero no dejó allí colonia alguna.

Se enternecía al repetir los relatos de unos fugitivos belgas llegados á su hospital.

Había momentos en que el fugitivo modelado de las mejillas, el brillo de los ojos, el indefinible dibujo de la boca daban a la muda efigie movilidades que me causaban miedo.

¡Qué tiempos! El fugitivo refugiado en Amerongen le desconcierta y le irrita.

Al mismo tiempo los fugitivos, rehechos y animados por sus jefes en la hondonada, dieron principio a la segunda embestida, siendo tan bravo y rápido esta vez el avance que, a pesar de otras dos descargas, las compañías, poco mermadas, llegaron cerca del reducto inmediato a la sima.

Los caballos, contentos y briosos, resoplaban con energía, levantando sobre el camino resecado una nube de polvo, que iba a disolverse a la espalda en fugitivos remolinos.

El espacio vacío donde un año antes estuviera la casa de D. Felicísimo, le detuvo en su penoso viaje aéreo; pero dando algunos saltos llegó a una casa que parecía brindar al pobre fugitivo seguro y cómodo asilo.

En este momento unos brazos vigorosos se tendieron hacia los fugitivos y anhelantes, sofocados, casi sin vida, Cristián y Jacobo fueron izados á la lancha salvadora.

Los magistrados hacían levantar á los fugitivos, tendidos en las calles y que obstruían la circulación, para alojarlos en las casas de los ricos, juntos con los esclavos, ó guiarlos á la Acrópolis para que acampasen en sus innumerables edificios.

De ambos afanes pudiera suspirar el triste fugitivo del barbecho, buscando la ilusión de una mies, la gracia bienhechora de un arroyo y el caliente regazo de una aldea.

La abigarrada asamblea contaba unos cien individuos; uno o dos de éstos eran verdaderos fugitivos de la justicia, otros eran criminales y todos del «qué se me da a mí».

Siempre, invariablemente, ponen la mirada alto y lejos; tras lo actual fugitivo divisan un Ideal más respetable cuanto más distante.

Fueron los dos, amo y criado, a escapar por una callejuela que desembocaba en la calle de Atocha, pero en el mismo instante un pelotón de la Guardia civil dobló la esquina, y los fugitivos viéronse envueltos y cogidos.

Si no se había instalado en la estancia, si no se había hecho legalizar como esposa, es porque aquella alma chúcara y aquel cuerpo libertino, no podían decidirse al abandono del salvajismo montaraz y a los fugitivos y ardientes amores de las fieras que pasan.

Eran tan placenteras las señales del cielo, que la sequía se convirtió en seguro peligro para la escasa mies de Valdecruces, y bajo la férula del tío Cristóbal celebróse con toda exactitud el turno de regar, aprovechando el agua de los fugitivos arroyos.

A todas horas llegaban bandadas de fugitivos aterrorizados, que referían nuevos desastres y miserias; lo único que me sorprendía era que el enemigo no se presentase, y con la toma de Madrid, que estaba casi a merced suya, no pusiese fin a la guerra de una vez.