32 Adjetivos para describir perras

, otro envoltorio con dos perras gordas.

Un viejo, de aspecto decente, se detuvo de pronto ante ella; sorprendida Currita, pegóse a la pared, y el hombre hizo entonces ademán de darle una moneda de cinco céntimos, una perra chica, como llamaban entonces y aún llaman hoy a esas piezas pequeñas.

¿Ves aquella perra negra le decía que no tiene miedo de tus pedradas?

como viuiria siempre pobre e baldonado: si no mudaua el consejo: que no se hiziesse sancto a tal perra vieja como yo: acordele quien era su madre: porque no menospreciase mi oficio.

Se puso entonces como una perra rabiosa contra , y me llenó de insultos y maldiciones.

Es una perra fina muy chiquita, continuó Zadig, que ha parido poco ha, coxa del pié izquierdo delantero, y que tiene las orejas muy largas.

Allí mora Escila, que aúlla terriblemente, con voz semejante á la de una perra recién nacida, y es un monstruo perverso á quien nadie se alegrará de ver, aunque fuese un dios el que con ella se encontrase.

Buscó á Canelo con la mirada; pero el sabio perro de Mendizábal, en cuanto entendió que se trataba de enterrar, cosa poco divertida y que sugiere ideas misantrópicas, dió media vuelta y tomó otra dirección, pensando que le tenía más cuenta ver si se parecía alguna perra elegante y sensible por aquellos barrios.

aquella perra extenuada, Sombra de perra que fué, De la cual se dijo que No era perra ni era nada; 5 Aquella perrilla, , ¡Cosa es de volverse loco! No pudo coger tampoco Al maldito jabalí.

Son las perras furiosas que vienen a vengar a mi madre.

En esto apareció en el portal una vieja, que vino gritando: ¿Quién ha sido el hijo de la grandísima perra que ha roto el farol?

Estos la maldecian porque era la sombra de una perra infiel y renegada, á cuya influencia se debian sin duda las calamidades que afligian á la comarca: los moriscos sentian hácia la dama fantástica, un horror invencible, porque, al fin, ¿la sultana Zoraya no habia sido cristiana? ¿No se habia llamado doña Isabel de Solís?

En torno de la mesa, husmeando con aire goloso, estaba una diminuta perra inglesa, que, con su piel de porcelana, sus ojillos de cristal y las patas de alambre, parecía escapada de una tienda de juguetes.

Y el capitán de la armada, el destructor de Ilión, ¡no ve cuán fiero destino le prepara a traición con sus largas arengas y sus dulces sonrisas esa perra aborrecible!

Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual...

Otros niños van llegando con su perra lista, y la adelantan al punto al viejo, mirándolo absortos, dispuestos a comprar su fantasía.

Y Helena hablóle con dulces palabras: 344 «¡Cuñado mío, de esta perra maléfica y abominable! ¡Ojalá que cuando mi madre me dió á luz, un viento proceloso me hubiese llevado al monte ó al estruendoso mar, para hacerme juguete de las olas, antes que tales hechos ocurrieran! Y ya que los dioses determinaron causar estos males, debió tocarme ser esposa de un varón más fuerte, á quien dolieran la indignación y los reproches de los hombres.

Ahora sus, dixo Sancho, baxe acá abaxo, señora: ¡asi señora seais de la mala perra que os parió!

, al verse suelto, pegó un brinco, y sin aguardar á que le dieran la perra prometida, echó á correr como alma que lleva el diablo, sin parar hasta la tienda de comestibles que había en la aldea, en la que, con la primera perra que le diera Pedro, se compró higos, que era el manjar de su predilección.

En la banca de un paseo, en la silla de un café, en cualquier recodo, en cualquier ángulo, donde se quiera, no importa dónde, puede improvisarse un sitio de recreo y observación, que si la mano no es avara y el alma es piadosa, cuesta poco: algunas perras chicas repartidas entre la miseria ambulante.

Métase en su casa y tenga honradez y tenga vergüenza, y no ande como una perra salida a todas horas por esas calles... Si fuera a llevarme del genio, le levantaba las sayas ahora mismo y le daba en el tras con la zapatilla hasta que me cansara... ¡Pícara! ¡Mala cabra! Salió a la calle aturdida, quebrantada.

Se ha de ver si sirve ser un cuentero, lambe-caras, como , pa disfamar á naide que vale más que y la perra sarnosa que ha de volver á parirte á y toa esa gatuperia que saca la cara por ... ¡reñules!... [Ilustración] [

En su habitación sólo encontró Gabriel á la vieja perra de caza, tendida bajo el rayo de sol que de una ventana caía.

No puede ser, don Avito, porque son recientes y de veinticuatro perras celemín... No puede ser, señora doña Tomasa, ¡pero es!responde con energía Carrascal.

Aquellas perras vengadoras, como las llama el poeta, giraban en torno suyo repitiendo sin cesar: «¿Por qué lo has hecho?

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