28 Metáforas para cortes

Hoy, con excepciones más sabidas aún, las cortes europeas son como las aristocracias plutocráticas de países sin armoriales; hay la cultura precisa para no hacer resaltar una ignorancia que sería desdorosa, pero lo principal se va al sport y demás conocimientos mundanos.

Digna corte de los finos manjares es un buen círculo de convidados que sazonen la comida con las especias finísimas del ingenio discreto; especias, hija mía, que más bien son flores de aroma delicado.

La corte es ciudad de contrastes; presenta luz fuerte al lado de sombra obscura; vida refinada, casi europea, en el centro vida africana, de aduar, en los suburbios.

La corte de los mames, ó sea Huehuetenango, hallóse desierta y asolada, á la sazón que Gonzalo de Alvarado llegó á conquistarlos y á batir la espléndida fortaleza de Socaleo, en la cual murieron mil ochocientos indios.

Si la Corte es un elemento de estudio para el viajero en España, por sus especialidades, la sociedad de Madrid no deba observarse, para apreciar sus cualidades y sus defectos, sino en el Prado, en los teatros, la plaza de toros, los hoteles ó fondas, los cafés, las calles y las reuniones públicas y privadas.

La corte estaba de etiqueta mayor, con siete túnicas y la cabeza acabada de rapar.

Estos cortes deben ser relativamente gruesos, por ejemplo, de 20 á 25 µ. Semejante espesor, además de favorecer la reacción, tiene la ventaja de mostrar más completamente las expansiones de los astrocitos.

El hallarse á la sazón la corte en Granada, estar la villa de Palos obligada á facilitar á Sus Altezas dos carabelas por seis meses para lo que se les mandase, y el ser "buenos y cursados hombres de mar" los habitantes del célebre puerto citado, fueron circunstancias favorables para la realización del gran acontecimiento.

La Corte no puede ser para el hombre laborioso y modesto que gusta del trato social, la soñada «tierra de amigos» del poeta.

La pequeña corte de la antecámara de don Enrique, que dejamos en anteriores capítulos descrita, era un imperfecto y pálido remedo de la del muy alto y poderoso rey don Enrique III.

Cada corte mío era una maravilla de precisión y de arte, señor, de arte.

El corte era de moda, pero las telas ajadas y sucias declaraban haber sufrido infinitas metamorfosis antes de llegar á aquel estado.

Dos o tres imperceptibles hilos de agua cruzan la estrecha llanura, y aunque el corte de los cerros sobre el horizonte es algo monótono, hay tal profusión de árboles en sus declives, la baja vegetación es tan espesa y compacta, que la mirada encuentra siempre nuevas y agradables sensaciones ante el cuadro.

La Corte es un mundo muy diferente de la aristocracia.

Uno de ellos, que por mucha fortuna había ido á la Corte recientemente (la Corte es el nombre enfático de Madrid), contaba que se había embarcado en la máquina, para ir hasta Valdemoro á una diligencia.

La corte es un país donde se anda sin ver claro; pero yo os conduciré; yo me encargo de ver por vos.

Todos aquellos nobles para quienes la Corte era su único pensamiento, contribuían al esplendor de que gozaba fama Ferrara, formando una sola familia con el Duque, su Señor, al que obsequiaban en aquellos palacios dignos de Príncipes y en los que como Príncipes vivían.

Las de ternera no se cortan al bies, porque en este caso resultarían voluminosas; los cortes han de ser perpendiculares al eje de la espina dorsal, cuidando de conservar la parte de la envoltura.

Mas el punto adonde mayormente inclinaba su atención la corte eran las provincias de Flandes.

4.ª Al cabo de cuatro ó más horas, tíñense los cortes en tono purpúreo intenso y se trasladan (manipulándolos con varillas de cristal) al fijador siguiente: Hiposulfito de sosa 5 gramos.

Vestía un mandilón azul, cuyo corte era una reminiscencia de las dalmáticas bizantinas, y un traje blanco, muy corto, de fina batista y ricas tiras bordadas; medias de seda y zapatos de muñeca.

Su cara era de facciones duras y prematuramente curtida, mientras el corte de su traje era de ese tipo marcado de «confección» hecha en la sastrería-emporio de las ciudades provincianas.

Nada temas, hermanita, profirió el joven abrazándola, seremos prudentes; voy a traerte el corte de fular que tanto tiempo hace te prometí.

Mundo visto a través de un prisma azul, no heroico como el de Lope, que agigantaba la visión, ni socarrón como el de Tirso que agitaba los cascabeles de la risa, sino sereno, diáfano, luminoso, que enseñaba las deformidades de la conducta y guiaba en la vida por el sendero del honor, un honor muy castellano, al que oteaba desde él las mil revueltas pasioncillas e intereses, amores y devaneos de que era universidad la Corte castellana.

Yo no creo que haya tales Cortesdijo Amarantaporque las Cortes no son más que una cosa de figurón, que hace el rey para cumplir un antiguo uso.

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