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al Padre Presentado Fray Vicente Pellicer de Santo Domingo, al P. Jaime Custurer, Lector de Filosofía en este Colegio de Montesión de la Compañía de JESUS, a cuantos le asistíamos, sinó aún a los Doctores mayores de la Iglesia, cuyos eran los argumentos.

¿Cuyas son aquellas armas que están en el corredor? Señor, eran de mi hermano

¿Cuyo es aquel caballo que allá bajo relinchó? Señor, era de mi padre, y enviáralo para vos.

dijo un hombre cuya era la cabeza avanzando algo mas la vela y estendiendo su mano sobre los ojos para ver mejor ¿Quien es el otro?

Parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro, y tomando un hisopo, después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su requiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes.

Se dijo que el marido de la señora, cuya era la casa, le había ayudado a caer, por no estar de acuerdo enteramente con la hora y la ocasión de sus visitas; pero al instante las buenas almas de Peñascosa se apresuraron a sofocar este rumor sacrílego.

el día en su luz postrera, mas ve que, apagándose, atiza una grande y purpúrea hoguera, cuya es la ceniza, una vez que muera, tanto y tanto lucero, tanta constelación.

»Tienen ley de un Profeta que engendrado fué sin dar a su Madre detrimento y por divino Hijo está probado de Dios, cuyo es el cielo y regimiento; mas lo que entre nosotros es vulgado de ellos es su valor sanguinolento en guerra en que su brazo resplandece, lo que en nuestros pasados se parece.

tomó el cinto de Pablo, y atándose los piés y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Al varon, cuyo es este cinto, así le atarán los Judíos en Jerusalem, y le entregarán en manos de los Gentiles.

¡Don Rodrigo! dijo Lotario: es verdad: el oro de la copa en que bebes, es mas acendrado que el de la copa del rey, como es mas acendrada la lealtad del conde don Julian mi señor, cuya es la copa que tienes en la mano, que la de los magnates que rodean al rey en la córte: bebed hijos de Witiza: bebed el vino del conde don Julian y comed su pan; bebed y reposad y preparaos, porque se acerca el dia en que cada cual pruebe su lealtad.

Señor, su marido, ó criado pretérito, ó amigo secreto, ó esposo futuro, porque mejor me entendais, yo soy ida á su casa no á far mal, sino bien, que una mi vecina, cuya es esta criatura, me rogó que yo veniese á pedille de merced que santiguase este su hijo, que está aojado, y ella lo hizo por su virtud, y no queria tomar unos huevos y unas granadas que le traxe.

Y el dinero que yo presto ¿procede de capellanías cuyo soy el depositario sin facultades para lucrar con el interés del depósito?

Acudió el Corregidor a ella, antes que a preguntar a la gitana por su hija, y habiendo vuelto en , dijo: Mujer buena, antes ángel que gitana, ¿adonde está el dueño, digo, la criatura cuyos eran estos dijes?

Gracias al poema que resumió la poesía dispersa de los payadores, encarnando su espíritu y exaltando su letra a la excelencia del verbo superior cuyo es el don de inmortalidad, los argentinos contemporáneos hemos podido apreciar su eficacia de elemento fecundador, análogo a la erraticidad del viento sobre los campos floridos.

Seais, Izuf, bien llegado: Cuya es la esclava?

Aquel desierto de ideas absorbió en su esterilidad la vida entera del país, cuya decadencia irremediable, á pesar de su bravura y de su genio, demostró que el progreso de las naciones no está en la raza, ni en la riqueza del suelo, sino en las ideas, cuyo es el espíritu animador.

Este nuevo personaje, vestido por aquella manera, mitad morisca, mitad castellana, que aun usaba la nación vencida, bien mostraba cuya era su estirpe; si bien el buen porte de sus arreos, lo venerable de su barba, y el respeto que derramaba su persona, mostraba por otra parte no ser de vulgar condición.

Si se entiende que la existencia es lo último en la línea de ente ó de acto, en tal sentido que puesta ella nada falte para que las cosas cuya es la existencia, sean realmente existentes, se afirma una verdad indudable, pero de ella no se infiere lo que se intentaba demostrar.

Que arrastra diamantes, perlas; El ambiente que respiras Do mil pajaritos vuelan; Esas plantas, esas flores, Esas casas, y esas huertas, Tuyas serán, si al instante De tu nueva reniegas; Si el nombre ingrato aborreces De aquella cuya es la fiesta.

20 Entonces les dice: ¿Cuya es esta figura, y lo que está encima escrito?

Severo y justo ministro De las cóleras de Dios, Cuya vara de justicia Es una guadaña atroz; Ya que el tribunal divino Representamos los dos, No quiera, no, que el decreto Del libro, que es en rigor De acuerdo, aunque ya en los hombres Es libro de olvido hoy, Ejecutes, sin que ántes Le hagas con piadosa voz Los justos requirimientos, Que pide la ejecucion.

Luego el maestre de la nao, cuya era la guardia, salió; y díjoles el Almirante á él y á los otros que halasen el batel que traían por popa, y tomasen un ancla y la echasen por popa, y él con otros muchos saltaron en el batel, y pensaba el Almirante que hacían lo que les había mandado; ellos no curaron sino de huir á la carabela que estaba á barlovento media legua.

26 Entonces la mujer cuyo era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ruego, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis.

El monasterio de San Pedro de Montes es antiquísimo, pues se remonta su origen a San Fructuoso y San Valerio, santos ambos de la época gótica; y su restauración después de la invasión sarracénica, pertenece a San Genadio, obispo de Astorga, cuya es la iglesia que aún en el día se conserva, con traza de durar no pocos años.

16 Y ellos se la trajeron; y les dice: ¿Cuya es esta imágen, y esta inscripcion?

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