50 Verbos a usar para la palabra gatas

, y hallé al uno despierto y que andaba a gatas por el aposento buscando la puerta y diciendo que se les había perdido la casa.

Con la astucia y la ligereza de un indio empezó á marchar á gatas por la suave pendiente, sin que el más leve ruido denunciase su avance.

Gillespie tuvo que subir á gatas por la cubierta en pendiente, lo mismo que por una montaña, hasta llegar á un sitio designado por el oficial, del que colgaba una cuerda.

Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas.

Watson sintió cierto asombro al poder avanzar á gatas entre el ramaje de la colina arenosa sin que el ladrido de ningún perro avisase su presencia.

Aparecía con frecuencia cerca de la verja una niñera alemana cuidando de un chiquitín peliblanco y cabezudo, que jugueteaba a gatas sobre la alfombra con un osezno de peluche.

Ahora verás, gata hipócrita, maulona, farsanta.

Más me valiera comerme de ratones, que no me dejan descansar: daca la gata de Juan Ramos, toma la gata de Juan Ramos.

Cerciorado de la tranquilidad que había, corrió por el cementerio, se deslizó a gatas por el talud y entró en la cala del Infern.

condenado un abogado porque tenía todos los derechos con corcovas, cuando, descubierto un hombre que estaba detrás déste a gatas porque no le viesen, y preguntando quién era, dijo que cómico; pero un verdugo, muy enfadado, replicó: Farandulero es, señor, y pudiera haber ahorrado aquesta venida sabiendo lo que hay.

Y el alguacil, sin chistar, echó á gatas por el sendero á cumplir lo mandado.

Buscó a tientas la puerta del pasadizo y la empujó; mas como tenía cierre de cristales y podían verle desde la calle, se echó a gatas para atravesarlo.

Ella probó el líquido, entornando los ojos como una gata golosa.

Y viviendo y residiendo en este pueblo Alcaviza, abrió la tierra una cueva siete leguas deste pueblo, do llaman hoy Pacaritambo, que dice Casa de producimiento; y esta cueva tenia la salida della cuanto un hombre podia caber saliendo ó entrando á gatas; de la cual cueva, luego que se abrió, salieron cuatro hombres con sus mujeres, saliendo en esta manera.

Le había oído arrastrarse del mismo modo un cuarto de hora antes, cuando intentaba sin duda matarle por la espalda, y al verse descubierto huyó á gatas del camino para apostarse más allá, en el frondoso cañar, y acecharlo sin riesgo.

Los tres pequeñuelos, graves y laboriosos, como si comprendiesen la grave situación de la familia, iban á gatas tras los cavadores, arrancando de los terrones las duras raíces de los arbustos quemados.

«Créame usted, repetía, no sabe su cuerpo lo que es una esponja, se lavan como gatas y se la pegan al marido como en tiempo del rey que rabió.

Y recuerda Avito haber contemplado con qué atención observaba una vez una gata á un conejillo de Indias inoculado de tifoidea y la apacible familiaridad con que las aves del cielo se posan en los hilos del telégrafo, lejos de los lirios del campo.

Eran humildes mochileros que, al llegar a San Roque o Algeciras, echábanse a cuestas tres arrobas de tabaco y emprendían el regreso a la tierra huyendo de los caminos, buscando las sendas más peligrosas, marchando de noche y ocultándose de día, a gatas por los riscos, imitando los hábitos de las bestias feroces, lamentando ser hombres y no poder seguir el borde de los abismos con la misma seguridad que las bestias.

¡Tiene garras de gata! Todas parecen gatas.

Manos que no la conocían habían violado el secreto de su cuerpo... de aquel cuerpo que le despertaba por las mañanas con su roce de satén, cuando ella pasaba a gatas por encima de él para levantarse, poniendo un instante sus ojos sobre los suyos, confundiéndose las respiraciones de los dos.

Yo, por mi, preferiría que siguiese lloviendo todo el día, antes que pasarme la tarde a gatas, metida en el barro, en este tiempo, por tres o cuatro cuartos.

Debió de penetrar la maldita gata aquella en el pensamiento de su ama, pues como si contestara a una pregunta, le dijo de buenas a primeras: «Pues ahorita, cuando bajé a la carnicería, ¿sabe?, encontreme a la señorita Cirila.

Según miraba hacia la cama donde juzgué que estaría tendido, a mis pies, del suelo donde permanecía a gatas, alzóse el monago como un jimio, riendo y enseñándome la fea dentadura.

Se persiguen como gatas traviesas, dando maullidos de regocijo.

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