340 oraciones de ejemplo con apetecía

Había visto una entrada oportuna para la conversación que apetecía: se apresuraba a aprovecharla.

La marquesa de Ujo vestía de turca y le sentaba tan bien, que, según Alcántara, apetecía soltarle un tiro.

¿Qué honradez era aquella que apetecía,

Por desgracia, esta deseada y aconsejada superposición no había llegado a verificarse, aunque Rafaela a menudo la apetecía.

Cité a D. Pepito, en el obscuro silencio de la noche, y él vino a y yo le di el remedio que apetecía.

Nada necesitaba yo ni apetecía; pero estaba Chisco en muy distinto caso.

»Al otro día debía Magdalena bajar al jardín para disfrutar allí, entre las flores, el aire y los aromas que con tanto afán apetecía en los días, anteriores.

Lo peor era que Luz no lo apetecía mucho más que su madre.

La base del plan habría de ser, forzosamente, malquistar a Paz con el hombre a quien amaba, eliminando de esta suerte una influencia contraria al logro que se apetecía.

Reducíala a comer los manjares que sabía no le gustaban y la privaba de los que apetecía.

¡Momentos de amarga felicidad para el sabio! Tenía en su poder el instrumento que tanto apetecía.

Al fin ha encontrado lo que tanto apetecía: una mujer enérgica.

Era humilde y expresiva, y la inclinaba suavemente a contestarme, que era lo que yo con ansia apetecía.

Apetecía ir a besarla.

También tenía momentos de tristeza tan profunda, que apetecía y aun buscaba la muerte.

Además, una cachetina no era lo que yo apetecía.

Su inteligencia vigorosa apetecía el estudio, su fantasía el movimiento.

Esto era lo que apetecía Plutón.

Nuestro flamante capitalista tenía un espíritu inquieto y ambicioso; no le bastaba el dulce bienestar que tan inmerecidamente disfrutaba: apetecía ser un millonario.

Quiso entonces apartarlo del Príncipe, pero ya no pudo; y el Conde, disimulando mucho y alimentando á su costa con su ingenio y arbitrios las pasiones voluptuosas del joven Príncipe, no de otro modo que el de Lerma había alimentado la devoción del padre, logró al fin la privanza que apetecía.

La pobre esclava apetecía la libertad con unas ansias tan hondas y tan fuertes, que toda su existencia era un impulso errante, un vuelo roto... Del sopor de su vida despertaba para que la felicidad muriese entre sus manos; muchas veces, viéndola morir tan hermosa y risueña, estaba á punto María de perder la razón, y el arroyo de sus dolores, desatado y rugiente, desbordábase en llanura sin término.

La cual, encerrada ya en su cuarto, dijo á su madre, después de tomar dos sorbos de la pócima, que ya se sentía bien y que no apetecía otra cosa que el descanso de la cama.

Estaba, sobre todo, cansadísimo, y lo que más me apetecía era tumbarme en un abrigado pesebre y entregarme al sueño arrullado por el agradable rumor de caballos y mulas comiéndose el pienso.

Llevaba en la cabeza Una Lechera el cántaro al mercado, Con aquella presteza, Aquel aire sencillo, aquel agrado, Que va diciendo á todo el que lo advierte: ¡Yo si que estoy contenta con mi suerte! Porque no apetecía Más compañía que su pensamiento, Que alegre la ofrecía Inocentes ideas de contento.

Del absoluto menosprecio de toda religión positiva había pasado, poco antes de casarse, y por influencia de la angelical Catalina, a un ferviente ardor cristiano, más imaginativo que piadoso, sed del alma que apetecía, sin satisfacerse nunca, no devociones externas y prácticas litúrgicas, sino embriagueces de la fantasía, mirando más a la leyenda seductora que al dogma severo.

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