44 Verbos a usar para la palabra náufrago

Los torpederos y «chaluteros» se encargarían de salvar á los náufragos, si resultaba posible.

Recalde el Bravo, padre de nuestro camarada Joshe Mari, y otro patrón, llamado Zurbelcha, habían salido en una trincadura para recoger a los náufragos.

Su única esperanza, remota y quimérica, era que un buque descubriese á los náufragos, salvándolos.

Desapareció, y al poco rato se abrió una de las ventanas iluminadas de la casa y se presentó en ella una figura de hombre, que gritó: ¡Eh, los náufragos!

La colonia se alarmó naturalmente, pero á medida que se fueron acercando se pudo conocer que venían en son de paz, pues traían los arcos rendidos, y muchos pescados en las manos, que ofrecían á los náufragos con visibles muestras de contento.

Yo creo—manifestó Romero—que tendremos una segunda edición de aquel famoso día, cuando sacamos á los náufragos de á bordo del Plantagenet.

Allí ha oído por vez primera el narrador de esta historia aquellas famosas coplas: Si oyes contar de un náufrago la historia, Ya que en la tierra hasta el amor se olvida... Por cierto que le parecían excelentes, y el teatro una maravilla de lujo y de buen gusto.

la primera vuelta, pasando por el sitio donde había zozobrado la lancha, y recogimos dos náufragos; luego volvimos a dar otra vuelta y pudimos salvar otro; a la tercera vuelta, no encontramos a nadie.

Algunos de ellos llegaban á conocerse por los náufragos que conseguían alcanzar la costa después de largas horas de lucha ó eran recogidos por otros buques.

Creíanlas situadas en los Andes australes, frente al Chiloé, y construidas por unos náufragos españoles que se perdieron en el Estrecho en tiempo de Carlos V, razón por la cual se los habría llamado los Césares.

No solo encuentran en Marianas recursos y consuelos los náufragos que logran tras miles de riesgos y privaciones, ganar las hospitalarias costas, sino que también cuantos llegan á ellas empujados por cualquier otra desgracia.

Á Clezémone van: allí vivía Un varón literato, que leía Las obras de Simónides, de suerte Que, al conversar los náufragos, advierte Que Simónides habla, y en su estilo Le conoce, le presta todo asilo, De vestidos, criados y dineros; Pero á sus compañeros Les quedó solamente por sufragio Mendigar con la tabla del naufragio.

Salió corriendo, con la misma ansia de luz y de aire libre que empuja al náufrago á la cubierta desde las entrañas del buque... Había transcurrido más tiempo del que él se imaginaba desde que se refugió en la obscuridad.

Todos huyen de los pobres, y el mejor día, si ese tuno no trae lo que nos debe, tendremos que comernos uno a otro, lo mismo que si fuésemos náufragos.

Una nueva vehemencia oratoria galvanizó al náufrago.

las ciudades de su obispado, con grande utilidad de sus ovejas: y le sucedió que navegando del Paraguay á Buenos Aires, halló náufragos en la orilla á los PP.

Es bien lamentable que después de una revolución, las familias que han corrido los mismos peligros, los parientes, los vecinos, los amigos, heridos por una misma desgracia, no imiten a los náufragos que la tempestad arroja a una isla desierta y no reunan todo lo que poseen.

Sin duda habían cobrado miedo a las balas de los sitiados, pues se mantenían ocultos tras de los troncos de los árboles; pero parecían decididos a impedir a los náufragos todo intento de fuga.

" ¡Libertemos al náufrago refugiado en la galleta!gritó un muchacho.

El la mira sorprendido, ella prosigue.=) Un náufrago que bracea desesperadamente contra el turbión que le arrastra.

Desembarcaron mojados los náufragos.

El ruido de la batalla que habían oído la noche anterior nuestros náufragos, había cesado por completo.

Pasó un rato agradable Miguel, oyéndoles disertar en estilo pintoresco, sobre tauromaquia, que para ellos era el compendio de todas las ciencias, y el fin supremo de la vida humana, y se despidió al cabo afectuosamente, no sin haber sido antes convidado a una novillada de aficionados que Enrique y sus amigos estaban organizando a beneficio de unos náufragos que se habían perdido en el Adriático.

En las noches de invierno parecían náufragos refugiados en una isla desierta.

Una atmósfera densa y verdosa daba á su blancura un reflejo semejante al de la luz en las cuevas del mar... Su boca pálida acabó por pegarse á la del náufrago con un beso imperioso.

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