30 Metáforas para lectoras

Imagine ahora el lector el afán, el asombro, las palpitaciones de gozo y el raro deleite con que leería Poldy la carta, que también venía en rollo y que estaba concebida en estos términos: VIII «Me repugna y hallo difícil escribir cartas dando tratamiento a quien las dirijo, y así, adopto la antigua costumbre de los orientales.

Figúrese el lector cuánta sería mi amargura.

el lector cuál sería el asombro de doña Lupe la de los Pavos, cuando vio entrar en la sala a su sobrino, no con zapatillas ni en tren de andar por casa, sino empaquetado para salir, con su capa de vueltas encarnadas, su chaqué azul y su honguito de color de café.

III Ahora, si el lector lo consiente, que lo consentirá, pues no le cuesta dinero ni cosa que lo valga, vamos á trasladarnos con la escena á otra parte.

Juzgamos que nuestros lectores están al corriente de la literatura médica y que, por consiguiente, conocen los trabajos que diversos autores han publicado respecto á este asunto, por lo cual nos limitamos á tomar acta y sacar partido de este estudio.

Esto no significa que el lector deba creerlos exactamente iguales á los tipos que me sirvieron de modelos, por haberlos copiado yo con una minuciosidad material.

Ahora bien: imagínense los lectores cuál sería la disposición de ánimo de los viajeros ante aquel quinto acto de una tragedia para cuyo desenlace no había Deus ex machina posible.

Espera que el lector, al contemplarlos, eche de menos aquellos sabihondos frailes, aquellos severos padres, sumisos hijos y servidores fieles, comprenda la santidad de aquellos respetuosos besos en la mano, y la solemnidad de aquellos chocolates al amor del brasero.

Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima... ¿Víctima?—exclamé.

sin que los lectores los entendiesen.

¿Enseñar los malos pasos para que el lector los evite, como da á entender en las coplas siguientes, ó también, y además, lograr dueña garrida? Esto segundo es una añagaza, é irónica, para que los mundanos sigan leyendo, por aquellos á quienes decía al principio que "si algunos quisieren usar del loco amor..."Garrido, hermoso, lindo.

Mis lectores pueden figurársela.

el lector un huerto de tres leguas de extension, tendido como un manto de verdura sobre la márgen de un rio gigantesco, y tendrá todavía una idea muy inferior á la realidad.

Por poco versado que el lector esté en humanidades macarrónicas, habrá deducido del diálogo trascrito que aquella mañana se había casado D. Benigno Cordero en la capilla de los Dolores de San Isidro.

Tuvo y aún tiene muchos lectores, pero son de tal jaez estos lectores que no pueden fundar ninguna reputación duradera.

¡Ah! si el lector juzgase convenientemente el ultraje hecho a su dignidad, enviaría a ambos contendientes con cajas destempladas.

El libro que tiene en sus manos el curioso lector es el libro más valiente que se ha escrito en lengua castellana.

Ni he olvidado que la mayoría de mis lectores son médicos y naturalistas.

Lector yo de muchas y muy malas novelas,

Otro lector asiduo era un joven opositor a fiscalías y registros que devoraba la Gaceta sin dejar una subasta.

Si por ventura, Lector curioso, eres poeta, y llegare á tus manos (aunque pecadoras) este Viage, si te hallares en él escrito, y notado entre los buenos poetas, da gracias á Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, tambien se las puedes dar.

Aún vive: pregúntenselo mis lectores á Bárbara, y que diga ella cuántos malos ratos la con el ensayo y cuántas noches insomnes la hice pasar con el estudio de mis papeles; cuántas lágrimas la hice derramar y cuántas veces la hice detestar su suerte de actriz; pero que diga tambien si tuvo nunca amigo más leal ni aplausos y ovaciones como las de mi Sancho García.

ES PROPIEDAD á Mariano de Cavia y á Eduardo de Palacio, maestros teórico-prácticos en la ciencia de comer y beber, dedica esta modesta obra su admirador, amigo y correligionario, [imagen: La firma de Juan Pérez Zúñiga] Á TODO AQUEL LECTOR QUE TENGA COSTUMBRE DE COMER Con el transcurso del tiempo se ha ido ingiriendo considerablemente la cocina en la literatura, ó mejor dicho, la literatura en la cocina.

Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas, repartidas aquí y allí, como suelen verse en las muestras de las lonjas de ultramarinos.

Temo mucho que el juicio del público concuerde con el que yo tenía formado, y que mis lectores las sentencien á volver á la región del olvido, de donde imprudentemente las saco, y que las manden allá otra vez, por tránsitos de la guardia critica.

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