La huéspeda, extrañando tal conducta, les dijo: Como Vds. me han llamado yo creía que me iban a pagar.

No extrañe la pregunta; ¡me es imposible recordar tantas cosas!...

No pareció extrañar la ausencia de Lea, se quitó el sombrero, tiró los guantes sobre la mesa y se sentó á mi lado.

No nos extrañan las palabras de Polk.

Nos extrañó tanto silencio.

Por cierto que, cuando podía discurrir con alguna tranquilidad, Bonifacio extrañaba un poco dos cosas: primera, pensaba que Serafina estuviese enterada del favorcillo hecho a Mochi, a Julio, se decía él; segunda, que ella hubiera dado a un servicio tan insignificante tanto valor.

No faltará lector que extrañe una curiosidad tan pertinaz y tan impaciente; pero debo decir en nuestro abono, que la curiosidad es aquí todo nuestro oficio, amen de que media una mujer, una mujer jóven, vestida de luto, sola, triste: una mujer que tiene flores mústias en su balcon; una mujer cerca de la cual debe caminar alguna sombra; una mujer que ha de ser desgraciada.

Debemos detenernos, pues, en la exposición y estudio de este rasgo nacional, porque, sin conocerlo bien, hemos de extrañar sobremanera algunas particularidades de estos dramas, y no podremos apreciar en su valor los principios morales, extraños y opuestos con mucha frecuencia á nuestras ideas, que dominaban entonces en España.

El capitán no extrañó esta falta de servidumbre.

Como al entrar á Báden por la via de Suiza se nos habia tratado á todos los viajeros con liberalidad y confianza, no pude ménos que extrañar la diferencia respecto de Francia.

La pobre vieja extrañaba aquella salida, y había tenido que engañarla con penosas mentiras.

No extrañe usted la crudeza de mis expresiones.

Tan alelado sentíase Peñálvez, que no le extrañó esta nueva orden.

Los malhechores al servicio del Hombre-Montaña, que formaban grupos á cierta distancia, no extrañaron la presencia del hombre con faldas.

Lilí, con las manitas cruzadas sobre las rodillas y la cabeza baja, la miraba de cuando en cuando a través de sus largas pestañas, extrañada de aquel singular silencio.

¿Qué importa que don Diego de Córdoba y de Válor, el hombre que estábamos decididos á proclamar rey despues del triunfo, si el Altísimo se digna concedérnoslo apiadado de nosotros; el que reconociamos por cabeza durante la desgracia, qué importa, repito, que ese hombre nos haya abandonado, y que cuando, extrañando su tardanza se ha ido á buscarle á su casa, se nos diga que ha sido llamado y preso por el capitan general?

* * * * * Nadie extrañó en el lugar la indisposición de Pepita, ni menos pensó en buscarle una causa que sólo nosotros, ella, D. Luis, el señor deán y la discreta Antoñona, sabemos hasta lo presente.

En los primeros meses de su existencia terrestre, extrañó la inmovilidad desesperante de las cosas.

Luego Rosa extrañará nuestra demora y no conviene todavía que sepa la muerte del negro.

Son más de extrañar estas libertades si se atiende, según afirma el autor anónimo, á que los Padres jesuítas de España han censurado al Cardenal Wiseman por su Fabiola y al inocentísimo Fernán Caballero por varias de sus novelas, y á que (¡apenas parece creíble!), en un gran colegio de la Compañía celebraron una muy devota procesión y quemaron muchos libros por impíos, liberales y poco decentes, entre ellos El Quijote.

Los que confunden á todos los mahometanos en un concepto común, y creen que el fanático y cruel marroquí es semejante al turco, se extrañarán de esta afirmación; y sin embargo, nada más cierto.

El cura se sonrió y entregó el paquete sin extrañar aquel movimiento involuntario del marido de la doña Emma, que recibía onzas de oro sin saber por qué se le daban.

Le extrañaban su palidez verdosa, la boca apretada por un mohín de disgusto, la mirada dura, de brillo amarillento, la nariz que parecía encorvarse buscando el labio superior.

Así, pues, nadie extrañará, que Antoñita, ya que ella madrugaba más que la pobre Magdalena, contestase cotidianamente desde la ventana por donde pocos meses antes había presenciado la partida del joven y de su tío, al amable saludo de Amaury, saludo siempre acompañado de una seña o de una sonrisa.

Las gentes enlutadas que estaban en torno del muerto conocían la rudeza del viejo, y extrañaban su bondad.