50 oraciones de ejemplo con cenobita

cenobita, m., cenobite.

Clara vivía peor que un cenobita, peor que esos prisioneros de que hablan las historias antiguas, sepultados en vida, cuerpos vivos para el dolor y los horrores de la soledad.

Soy el cenobita de estas soledades; me hacen compañía las aves, el sol, la brisa campestre llena de bondades y el recuerdo de una difunta ilusión.

Cuando estaba yo en todo mi vigor, no pensaba en las delicias domésticas; mas ahora, que estoy tan próximo a la vejez, si ya no estoy en ella, como no me he de hacer cenobita, me complazco en esperar que haré el papel de patriarca.

Pero el Prelado, creyéndose herido en su dignidad, cuando sólo podía estarlo en su amor propio, por aquel triunfo de los humildes cenobitas, negó temerariamente su obediencia al mandato pontificio, y ordenó á cierto religioso llamado fray Hernando que pasase á Yuste y se incautase de los bienes de los ermitaños, despidiéndolos además de sus celdas.

»No se desalentaron los cenobitas, ni eran hombres fáciles de vencer los dos recién llegados de Roma.

El corazon del viajero está dulcemente conmovido: el silencio interrumpido tan solo por el canto de los salmos; la muchedumbre de objetos religiosos que inspiran recogimiento y piedad, unidos á las estimables cualidades y á la bondad y condescendencia del anciano cenobita, inspiran al corazon del viajero sentimientos de religion, de admiracion y gratitud, que señorean vivamente su alma.

Ningún cenobita de los antiguos tiempos tuvo jamás barriga prominente ni mofletes rubicundos, aunque al retirarse de la sociedad para vivir angélicamente en el desierto, estuviese reventando de puro gordo.

Y cuando, después de emocionantes fluctuacionescreciendo algunas veces su capital, como si fueran á realizarse sus esperanzas, acababa por perderlo todo, Lewis volvía á su refugio de la cumbre, llevando una existencia de cenobita, en espera de nuevos envíos, cada vez más espaciados y trabajosos.

Pero cuando el sol aparezca todos los dias, cuando bañe con sus primeros rayos ese mirador que tantas veces ha escuchado las palabras de nuestro amor: ¡acordaos de ! Y Yaye, temeroso de que sus fuerzas le abandonasen, que la hermosura y el amor de Isabel fuesen mas fuertes que sus creencias y sus propósitos, huyó de ella como hubiera huido un cenobita de un fantasma tentador.

Si la vida es así, aunque debiera ser de otro modo, y por el estilo de la del café es la mayoría de la gente, la que tratamos para nuestros negocios y la que tratamos por nuestras relaciones, ¿ha de renunciarse a la sociedad, encerrándose uno como un cenobita, sólo por el hecho de pensar con cordura?

Seremos dos cenobitas: yo cenobita de la fe, cenobita del ateísmo.

Seremos dos cenobitas: yo cenobita de la fe, cenobita del ateísmo.

Seremos dos cenobitas: yo cenobita de la fe, cenobita del ateísmo.

Seremos dos cenobitas: yo cenobita de la fe, cenobita del ateísmo.

El cenobita que bautizó á Rugiero, convierte á Sobrino al cristianismo y cura á Olivero.

Reinaldo no sospechó que fuese aquel guerrero con quien habia peleado en la estacada; y aunque el rey Sobrino le conoció desde el momento en que le vió aparecer al lado del cenobita, quiso, sin embargo, guardar silencio por temor de equivocarse.

Pasaron todo aquel dia y gran parte del siguiente en compañía del virtuoso cenobita, olvidándose casi de regresar á bordo, á pesar de serles el viento favorable; pero los marinos, que se lamentaban de tanta demora, les enviaron repetidos avisos, apremiándolos para que se embarcaran, hasta que por último tuvieron que separarse del eremita.

Le doy pocos años de vida: la muerte de su hijo mayor y la determinación de Agustín de hacerse cura, fraile ó cenobita, le tienen muy abatido y en extremo melancólico.

Una bacante duerme el sueño de la embriaguez con la copa vacía al lado, bajo el fresco que representa las maceraciones del cenobita, junto al sepulcro en que pende la corona de rosas blancas consagradas á la inocencia y en que abre sus alas, como para ocultar un nido, el Ángel de la Guarda.

Los teólogos podrán moveros á pensar; pero á la accion sólo os moverá esta voluntad impetuosa del milagroso cenobita.

¿Pero miéntras?...[10] ¡Represion! ¡represion! esclamó Sir George interrumpiendo á Clemencia, esto es! ¡Hacerse un anacoreta, un cenobita, empobrecerse aun mas la vida de lo que ella en lo es! ¡Qué mezquino suicidio! ¡Cuán distintamente pensamos sobre este punto, Sir George! dijo Clemencia.

Si, por un espíritu de sutileza o por un deseo de notoriedad, alguien se hubiera atrevido a entrar en las regiones de la ciencia filosófica para estudiar la obra escrita por el cenobita de Manresa, titulada Ejercicios Espirituales, de San Ignacio de Loyola, seguramente se le hubiera tachado, no ya de temerario, sino de iluso o de fantástico.

Sin embargo, en un sentido más general, el Bautista permaneció en la leyenda cristiana siendo lo que en realidad fué, esto es, el austero cenobita que prepara el camino á la nueva era, el triste predicador de penitencias ántes de las alegrías que traerá consigo la llegada del esposo, el profeta que anuncia el reino de Dios y muere ántes de verle.

¡Habla! Entonces aquel espectro aproximó su boca al oído del cenobita, y dijo una palabra.

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