45 colocaciones para oía

Lo que dice la canción que acabáis de oir: la mano en la cuerda, la cuerda en la flecha y la flecha en el blanco.

Esta mañana al levantarme oía a mi patrona que hablaba con el panadero de la subida del pan.¿Y por qué ha encarecido el pan?le preguntaba ella.

] Como os habrás figurado, la causa de mi susto era el primer golpe que oía de esa endiablada campana gorda, especie de sochantre de bronce, que los canónigos de Toledo han colgado en su catedral con el laudable propósito de matar á disgustos a los necesitados de reposo.

En el corrillo inevitable que se forma en semejantes sitios, estaban los amigotes y los parientes de las desdeñadas: ¡y cómo se esgrimían allí las lenguas! Todo salía en la colada, la actitud de Estrella, la petulancia de la chica, la precipitada fuga de Ramón avergonzado de las cosas que oía en las butacas á causa del inconveniente escote de su novia, la disputa en el entreacto...

Otro que estaba como él mismo momentos antes, y con curiosidad oía aquel rugido, tan atentamente como si se mirara a un espejo, para apreciar su rostro.

Había sido Nones amigo de su padre; a Pedro le conoció tamañito y se permitía tutearle y echarle ásperas reprimendas, que el desgraciado ex-capellán oía con respeto.

No parecía que te divertías mucho en San Francisco, en el magnífico palco en que oías Otello...

Candido, que se habia criado no juzgando de nada por propio, estaba muy atónito con todo quanto oía; y á Martin le parecía el modo de pensar de Pococurante muy conforme á razón.

Tan pronto oía rumor de guerra en cualquier parte, quería volar, buscaba el caballo que relincha en Job.

El indio creía ver y oir en sus sueños como oía y veía en sus vigilias.

VALENTINA.—Lo que acabas de oir a esta criatura.

Respondió la señora doña Mencía: Señor don Francisco, bueno es hacer del enojado las damas, por oir un adobo de tal galan como vos sois; que de leona que estaba al cabo de la escalera, por vos tardar tanto os matára, sino que vemos por el letrero de las manos que nos habeis dicho que ya n’os queda vida para que se os pueda dar la muerte; sino, dígalo la señora doña Castellana, si es verdad.

Piola sonrió con una alegría repugnante al oir mencionar este convenio.

los soldados en lugar de reir y gritar, se sentaron en silencio sobre sus capotes para oir á los ministros.

Quedaron sin embargo armadas de lanzas todas las carretas, y citados los carreteros para el siguiente dia á concurrir á la comandancia con sus gentes, para oir y entender el bando de estilo, y órden de la marcha, y demas prevenciones necesarias.

La interpretacion desta fábula, y cómo se reduce á historia, y al cabo que todo lo que se dice de las Hespérides fué dudoso é incierto, y otras cosas agradables para oir, etc.

El asunto era palpitante, y había en el Congreso gran curiosidad por oir las declaraciones de aquel que se suponía era uno de los promovedores de la revolución.

Un día que varios empleados de la oficina hablábamos de los tipos raros de Santiago, Muñoz Donoso nos refirió la curiosa historia de un zapatero que contaba haberse vuelto gallo, y habiendo yo manifestado deseos de oir de boca del mismo zapatero protagonista tan peregrina relación, me llevó a casa del zapatero, que también vivía en la calle de Santa Rosa.

El dolor se calmó mucho á la madrugada, y en dudas estuvo el enfermo, al oir en la calle el grito de ¡arriba! del deputao que tiene esa obligación, y por ella cobra, de levantarse como todos los demás compañeros; pero no se lo consintió su mujer, y se aguantó en la cama hasta bien entrado el día.

Don Álvaro no era superior a su siglo, y en cualquiera otra ocasión, semejantes circunstancias no hubiesen dejado de hacer impresión profunda en su ánimo; pero los peligros reales que le cercaban si era descubierto, el riesgo que corría en igual caso doña Beatriz, el deseo de aclarar el enigma obscuro de su suerte, y, sobre todo, la esperanza de oir aquella voz tan dulce, se sobreponían a toda clase de temores imaginarios.

A fuerza de oir «que tenía mucho talento» concluyó por desdeñar á todo el mundo y contemplarse á si misma con egolátrica devoción.

Su gesto de indiferencia repetíase al oir que le hablaba de la condesa de Alberca.

» Estas son sus palabras, donde parece temer lo que luego le vino, lo cual cansó al Almirante su total calamidad y caida, que es harta lástima de oir, como se verá, con el favor de nuestro Señor, en el principio del libro II.

Deste cuidado queda ya libre v. m. (dixo Bracamonte), como verá si me la haze de oir con paciencia lo que queda de la historia.

Mi señor, no sea mañana ni el sábado, que terné priesa, pero sea el domingo á cená y todo el lúnes, porque quiero que me leais, vos que teneis gracia, las coplas de Fajardo y la comedia Tinalaria y á Celestina, que huelgo de oir leer estas cosas muncho.

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