1839 Verbos a usar para la palabra mano

] Una nube de incienso que se desenvolvía en ondas azuladas llenó el ámbito de la iglesia; las campanillas repicaron con un sonido vibrante, y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano.

Bozmediano estrechó la mano del joven aragonés y le hizo muchos ofrecimientos y protestas de amistad.

¡Mucho besar su mano y quedar ante ellas con la cabeza descubierta y acoger sus palabras con gestos galantes de protección ó admiración!...

Se llevó una mano á los ojos, restregándoselos para ver mejor.

Tuya o muerta,» le dije yo; y caí sin aliento en el balcón mismo, tendidas las manos hacia la mitad de mi alma que se ausentaba.¡Suya o muerta!

] Tornó empero á dominarse, cerró los ojos para no verla, extendió la mano con un movimiento convulsivo y le arrancó la ajorca de oro, piadosa ofrenda de un santo arzobispo; la ajorca de oro cuyo valor equivalía á una fortuna.

Pero entonces, acercándose á María, le tomó una mano, apoyó el codo en el pretil árab

La universitaria abandonó el portavoz para reir con una serie da carcajadas que le hicieron llevarse las manos á las dos curvas superpuestas de su pecho y de su abdomen.

Luego metió una mano en un arroyo próximo, pasando dos dedos sobre la cara de su acompañante.

Al alargar sus manos con entusiasmo, una botella cayó y fué rodando hasta dar un golpe á Robespierre, el cual, despertando súbitamente, dió un atroz maullido y fué á buscar regiones más tranquilas en lo alto del armario de los bizcochos.

La dama se adelantó sonriente, y mientras besaba a las señoras y daba la mano a los caballeros, respondía a la cariñosa reprensión de su cuñada.

¡Oh! no me le nombre usteddijo Salomé, apartando la cara y poniéndole delante de ella la mano abierta á guisa de pantalla:es un clérigo pervertido, contaminado con las ideas del día.

Como si necesitase contemplarla de más cerca, pasó una mano con suavidad por debajo del cuerpo de Popito y puso igualmente sobre la palma á su lloroso compañero, para no privarle ni un instante de la presencia de su amada.

El pastor, convencido por las muestras de interés con que me disponía á escuchar su relate, de que yo no era uno de esos señores de la ciudad, dispuesto á tratar de majaderías su historia, levantó la mano en dirección á uno de los picachos de la cumbre, y comenzó así, señalándome una de las rocas que se destacaba obscura é imponente sobre el fondo gris del cielo, que el sol, al ponerse tras las nubes, teñía de algunos cambiantes rojizos.

¡Reendino!exclamó con trágico furor la maja, soltando á Clara y echando rápidamente mano á la cintura, de la cual sacó una navaja, que esgrimió con el donaire y la presteza de un matutero.

; que se alzaba su pecho' como oprimido y sollozante; que cruzaba las manos con más fuerza; que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si se ruborizase ante aquel sacrílego y repugnante espectáculo.

Lejos aún de Gillespie, abrió los brazos con desesperación y juntó luego sus manos en una actitud implorante, gritando: ¿Qué ha hecho usted, gentleman?

ALGUNAS VOCES ¡Ave María Purísima! EL CABALLERO ¡Cavada tengo la sepultura! He visto en mi camino a la muerte y están marcadas mis horas... Cuando echéis el cuerpo a la tierra, volved a poner la losa que han alzado mis manos, pero antes no.

Canterac le cogió ambas manos é inmediatamente quiso besarla en la boca.

Le gustó menos ver cómo su novia apretaba las manos de Ra-Ra, mirándose en sus ojos, y cómo interrumpía tan cariñosa contemplación para volver á besarle.

Anímase don Eduardo a pedir la mano de Matilde a don Pedro, quien gustosísimo se la concede, pero en el momento de convenir en tan deseado enlace, sabe la heroína que don Eduardo no es pobre, nota que no hay en esta boda los obstáculos que en las de sus novelas ha leído, desama de pronto a quien tanto amó y despide a don Eduardo.

EL MARINERO Pues el hijo le gana ... ¡Abelardo! UNA VOZ EN LAS TINIEBLAS ¿Quién va? EL MARINERO Sube para darle una mano al Señor Don Juan Manuel... Yo mal puedo con el farol.

Por esta razon han de despreciarse tantas poesías, que cada dia nos vienen á las manos, y nada mas hay en ellas que la cadencia; y solo las pueden aprobar los hombres que tienen el entendimiento en los oidos.

¡Profesor Flimnap! La traductora saludó quitándose el casquete alado, mientras apoyaba su mano izquierda en la empuñadura de su espada.

Nadadijo la joven examinando con mucha solicitud á Elías y tomándole la mano.

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