218 Adverbios para describir cómo llamando

Al acabar de decirme esto el cura, se acercó a él la misma señora de edad que lo había llamado aparte e iba hablándole cuando llegamos al pueblo.

Como usted adivinará, un movimiento de esta clase no podía quedar dentro de los límites de lo que se llamaba antiguamente Liliput.

Se habia cubierto anticipadamcnte con los indios fieles que se distinguen por Mañazos, á las órdenes de su cacique D. Anselmo Bastirra, el cerro elevado, que vulgarmente se llama del Azogue.

A las inmediatas órdenes de la Sra. Petra había cuatro criadas: dos, zagalonas aún, duras en el trabajo, de apretadas carnes y músculos de acero, las cuales eran de las que llaman por allá de cuerpo de casa, esto es, que servían para fregar, aljofifar, enjalbegar y tenerlo todo saltandito de limpio

En la dilatada planicie que se encuentra á la derecha del camino que dirige de Daraga á Camalig, llama poderosamente la atención del viajero, tres grupos de exuberante vegetación que se destacan sobre la monotonía de aquel movedizo arenal.

Los reclinatorios, los bancos y los altares, llamaron inmediatamente su atención.

Cuando hablaba, cosa frecuente, lo hacía en ese tono que generalmente se llama de carretilla, como dicen los chicos la lección; en el tono en que se recitan las letanías y los gozos.

Lamió suavemente la llama el reciente pasto que le ofrecían, y al fin comenzó a clavarle sus lenguas de áspid, arrancando con cada beso ardiente un chasquido de dolor.

Pimentó y su mujer le llamaban desde lejos, invitándole á que tomase algo.

Tempranillas asimismo llama el vulgo andaluz a las muchachas que, sobre cuajarse pronto de mujeres, dan a entender, por la demasiada viveza y libertad con que miran y hablan, que, jovencillas y todo, no les pesaría dejar de ser solteras.

Fuera de otras noticias confusas, que mal explicadas de unos en otros indios, han llegado en varios tiempos á Buenos Aires, este año de 1740, examiné con industria á un indio de los de la Cordillera de Chile, llamado Francisco, á quien los indios, que acá llamamos Césares, habian traido muy muchacho por esclavo.

Se llamaba Bisusalde (cerca de las borrascas).

Parece que cuando se verifica una separación de esa clase, cuando se disuelve y destruye esa unidad misteriosa y fundamental de la vida humana, unidad constituida por la totalidad complementaria de dos individuos, parece, decimos, que debía ocurrir un cataclismo en la Naturaleza; pero eso que llamamos comúnmente los elementos, es ciego é insensible.

La casa se denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D. Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos.

Aquí se ha de advertir, que por dolor se entiende qualquiera molestia, que indica al alma no hallarse sano el cuerpo, con lo que no solo se comprehende aquel sentimiento que propiamente llamamos dolor, sino tambien la congoja, opresion, desmayo, y otras semejantes molestias, que muestran y significan algun desorden en la fábrica del cuerpo humano.

Según a lo que usted llame mañana, condesa.

Subió con pasos quedos la escalinata, llamando discretamente á la puerta después de unos instantes de vacilación.

El conocimiento quedaba incompleto si los curiosos prescindían de visitar el Museo-Biblioteca, y en él á su famoso director, que unos llamaban simplemente «el señor Simoulin», como si no fuese necesario añadir nada para que el mundo entero se inclinase respetuosamente, y otros designaban con mayor simplicidad aún, diciendo «nuestro poeta».

Lo que les llamó vivamente la atención fué el aspecto triste, enfermizo, de los operarios.

Esta observacion es tan exacta que en el lenguaje ordinario jamás se llama opuesto al sentido comun un fenómeno interior por extravagante que sea, con tal que se exprese simplemente el fenómeno y se prescinda de su relacion al objeto.

No somos más que instrumentos de su Voluntad omnipotente, que acaso nos llama a cumplir una grande acción en su pueblo predilecto, el reino católico.

Sus negocios marchan bien y ha tenido que alquilar otro cuarto del mismo piso para establecer en él un diminuto escenario, donde da las lecciones y hace los ensayos y al que llama pomposamente su conservatorio.

Los quejidos del rebaño llamaban finalmente la atención del maestro.

Pero el pequeñín, el Obispo, como cariñosamente le llamaba su madre, estaba mojado de pies á cabeza, y lloraba temblando de miedo y de frío.

Júntense todas las Historias seculares, que comunmente llamamos profanas: véanse sus tradiciones las mas acreditadas y tales, que todos les dén fe sin disputa: cotéjense sus circunstancias con las del Pueblo Hebreo, y se hallará que apenas llegan aquellas á tener una parte de las pruebas que califican á estas.

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