39 Verbos a usar para la palabra sinfonía

El paisaje entonaba una sinfonía clásica, en la que el tema se repetía hasta lo infinito.

Desde tu huesa, que el ciprés corona, oye la sinfonía de mi lira; es la canción que a tu memoria entona el bardo filipino que te admira...

¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.

Mendelssohn contaba catorce años cuando hizo ejecutar una sinfonía suya en un concierto de Berlín.

A ambos lados del camino, entre la espesa vegetación que cubre la falda de la montaña, y allá en el fondo del profundo valle hacia el que bajamos en cigzac, empieza a oírse esa sinfonía peculiar de la región tórrida, a la que nuestros oídos se habían deshabituado en la altura.

Eran los violines que preludiaban la gran sinfonía del amanecer.

Completa la sinfonía el pandero, cuyo atroz chirrido de calderetería vieja alborota los nervios más tranquilos.

En habitaciones lejanas cantaban algunos pájaros aprisionados, cuyo charlar parecía una disputa de todas las notas musicales, discutiendo sobre el mejor modo de formar una sinfonía en un cerebro wagneriano.

El traqueteo de los coches, el chasquido de las fustas, la voz de los pregoneros, la charla de los enamorados, la risa de los alegres, los pasos de la turba, la respiración de la ciudad, constituyen el estrépito vagneriano, la extraña sinfonía de la prima noche.

También se escuchaba, dominando la sinfonía con sordina del follaje, el gemido de los carros que volvían cargados de haces de mies á las eras.

Vaya usté mucho con Dios, ¡trapacera!la interrumpió el alcalde, echando chispas por los ojos.¡Le paece á usté la sinfonía con que se nos viene?...

En 1813 escribió una sinfonía a la Victoria de Wellington, y al principiar el año de 1814, un coro guerrero, el Renacimiento de Alemania (Germanias Wiedergeburt).

Eran, por regla general, modestos empleados que por el módico precio de la taza de café se regalaban con sus familias toda la noche escuchando al piano y al violín todas las sinfonías y todos los nocturnos habidos y por haber, conversaban, leían los periódicos y se daban tono de personas pudientes.

Después oímos el canto que rememora el naufragio de los que, atraídos por las fascinantes sirenas, hallaron la muerte bajo la tempestad, «cerca de los archipiélagos cuyos bosques exhalan vagas sinfonías y perfumes cargados de languideces infinitas.

¿Os habéis fijado en las sinfonías que ha tocado ese joven?le pregunté a Eugenio.

¿Quién fue, pues, la musa que inspiró al pueblo de Madrid aquella sinfonía infernal de los tres días y aquel poema berroqueño en quince cantos de las barricadas?

Una de las perspectivas más hermosas que pueden encontrarse en el mundo...» ¡Pobre Jaurés! El ruso, por una asociación de ideas, evocaba la imagen de su compatriota Miguel Bakounine, otro revolucionario, el padre del anarquismo, llorando de emoción en un concierto luego de oir la sinfonía con coros de Beethoven, dirigida por un joven amigo suyo que se llamaba Ricardo Wágner.

Ansiaba salir de allí, para vivir sola y libre como un pajarillo, de los que ella veía saltar en los árboles; como una de las flores que matizaban la sinfonía de colores; pero...

Y sola enteramenteporque Farnesio, cuya corbata parece cada día más negra, se niega á acompañarme, hincando la barbilla en el pecho y velando los ojos con escandalizados párpadosme agazapo en el mejor sitio y escucho, extasiada ya de antemano, la sinfonía de Lohengrin.

La joven había oído en tales ocasiones interminables sinfonías de carácter clásico, y ahora encontraba que era muy semejante aquella maravillosa sucesión de colores, con el engarce de notas de las grandes piezas musicales.

Su viril hermosura interesó á las mujeres; sus ojos, ardientes, emocionaron; su voz, metálica, admirablemente templada, como la de Talma, para orquestar la furiosa sinfonía de las pasiones, hizo vibrar las almas.

Todo el conjunto inarmónico de voces de la naturaleza y del hombre, el clamor del rencor, de la desesperación, del egoísmo de la Humanidad entera, animado por la ilusión constante, le parecía una sinfonía con su ritmo, el coro trágico sobre el cual se levantaba la voz poderosa del héroe.

Poco le faltaba para llorar, y queriendo ocultar su emoción, murmuraba con expresión pedantesca: ¡Qué espectáculo! Esto es una sinfonía de colores, una verdadera sinfonía.

Don Atilio dice que todo esto le hace pensar en una sinfonía de Mozart.

Si la voz del silencio interrogas, del febril, del genial, del que brama, del que llena de sangre los cráneos, tañendo sonoras campanas de plata: pasará galopando mi Chusma por las teclas de luz de tu alma, cual si Dios, con sus manos, pulsase la gran sinfonía final de las causas.

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