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Uno de ellos europeo, y tal vez el mas beneficiado de sus paisanos, compañero diario de sus mesas, cerró las puertas para que ninguno pudiese acogerse á su clausura, despidiendo inhumanamente y con la mayor violencia, á D. Francisco Duran y D. José Arijon, de respetable ancianidad que lo intentaron.

Aún no había cerrado los ojos y estaban ya descerrajando roperos

Al cerrar la noche volvió el Hombre-Montaña á su alojamiento.

Mi primer movimiento fué arrojarme á la puerta para cerrar el paso, pero al asir sus hojas, sentí sobre mis hombros una mano formidable cubierta-con un guantelete, que después de sacudirme con violencia me derribó sobre el dintel.

Luego dejó caer la pierna otra vez, y ésta, como si obedeciese á un poder diabólico enemigo de Momaren, volvió á cerrar herméticamente la ventana.

Lo más singular es la tapadera que cierra tan exactamente la boca que es imposible se derrame una gota de agua, aunque haya vientos fuertes, ó se vuelva el jarrito boca abajo: á esta firmeza de la tapadera contribuye el diente ó laminilla, que tiene por debajo, hacia donde suelen estar los goznes de una vinagera, la cual encaja entre una pequeña abertura que dejan entre los extremos del cordón.

¿Bien aquí?dijo el militar, cerrando los puños.

Él me ha enviado a sanar a los que tiene el corazón roto, A proclamar la liberación e los cautivos, Devolver la vista a los ciegos, Para rescatar a aquellos que son oprimidos, 004:019 Y para proclamar el glorioso año del Señor» 004:020 Cerró el libro, lo devolvió a quienes asistían, y se sentó.

Sólo esperaban la voz de su jefe para dejarlo caer; pero antes de que esto ocurriese, una catástrofe los anonadó, como si se hubiesen desatado sobre ellos todas las fuerzas crueles y ciegas de la Naturaleza, como si las montañas que cerraban el horizonte se hubieran desplomado sobre sus cabezas formando una cascada de tierra y de piedras, como si el mar hubiera abandonado su lecho levantando una ola única para barrerlos.

LA MUJER ¡Tanta es la dolor de mi alma, que hablo sin sentido!... ¡Por estas cuatro criaturas, no me haga mal, señor Vinculero! EL CABALLERO ¡Fuiste a mi casa y encontraste cerrada la puerta! LA MUJER ¡Me echaron los canes!....

Si el sueño cierra mis párpados, suelo despertar azorado, como si me hallase peleando en una batalla de ángeles rebeldes y de ángeles buenos.

Creemos que un círculo de cuerdas nos cierra el camino, y luego es una mísera tela de araña.

Coletilla lanzó una mirada de rencoroso desdén sobre los transeúntes, y cerrando con estrépito el balcón, dijo; ¡Otra asonada! Las dos muchachas temblaron acordándose del miedo que tuvieron pocas noches antes.

Finalmente, cerraban la marcha, pero á pie, los ministros, los altos funcionarios y un destacamento de la Guardia gubernamental con largas lanzas.

Esta sangre ha sido derramada, pero se eleva eternamente de la tierra y va á teñir las nubes que me cierran la entrada del cielo, en donde no estás y en donde yo no estaré jamas! EL CAZADOR.

] Dios ha cerrado sus oídos á cuantas plegarias se le dirijan en su presencia.

» ¡Esto es infame!dijo don Simón por lo bajo, al cerrar la carta.

Y sin aguardar la contestación se metió adentro y cerró la portezuela.

Bien pronto se vió luz en una de las ventanas de la casa, pero una mano cerró las maderas y no se vió más claridad.

En el momento que encontré a aquel marinero estaban cerrando el puerto.

Doña Cristina se había irritado muchas veces por no poder alegar ninguna falta contra aquel hombre que vivía tranquilo, sin acordarse de la religión, cerrando su casa á los ministros de Dios.

Me parece que no le conviene de cerrar el trato con el banco bajo estas condiciones.

Al caer había cerrado la salida de un valle, y el torrente, que en otro tiempo corría pacíficamente por su fondo, había tenido que transformarse en lago para cegar la hoya en que estaba encerrado y de donde vuelve á bajar hoy en corrientes y cascadas sucesivas.

Tenía las ventanas de la nariz contraídas, y su respiración acelerada le cerraba los labios.

Y durante toda la velada permaneció sentado en su choza despojada de su tesoro, no preocupándose de cerrar los postigos ni la puerta, oprimiéndose la cabeza entre las manos y gimiendo, hasta que lo tomó el frío y le advirtió que su fuego no era más que una ceniza gris.

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