194 colocaciones para chocar

¡Bravo! ¡bravo!gritaron Paco y Edelmira, que también se sentían muy jóvenes; y obligaron a don Víctor a chocar las copas.

Vistos de lejos, por corto tiempo, seducían con el encanto de la novedad; pero él había penetrado en sus costumbres, casi era uno de ellos, y le pesaba como una caída en la esclavitud esta existencia inferior, en la que chocaba a cada instante con ideas y prejuicios de su pasado.

Creyó soñar; chocaron sus dientes, su cara púsose verde, y le cayó la capa, dejando al descubierto un viejo gabán y los sucios pañuelos arrollados á su cuello.

Cayó desplomada sobre las almohadas, chocando la cabeza contra los hierros de la cama.

Pero no aceptará un céntimo por servir á un camarada, á un amigo con el que ha chocado el vaso.

Después echó pie á tierra y entró por medio de sus hombres de armas, que le saludaron chocando sus escudos, y llegó á su cámara, donde quedó solo con el hombre á quien había concedido aquella intempestiva entrevista, y que no era otro que el judío Saul ó Agiab.

Entonces nuestro suplicio era más espeluznante si cabe, porque chocaban dentro de nuestros organismos las espadas de dos principios contrarios, ¡el movimiento y el reposo! ¡la vida y la muerte!...

Por cada lado ruedan violentos remolinos en el fondo de los cuales chocan las piedras, produciendo para las edades futuras «ollas de gigante».

atravesaron un espacio que debía ser estrecho, porque el traje de la dama, ancho y largo, chocaba con las paredes.

Al amenguar la marcha, el capitán miraba inquieto á sus espaldas, temiendo chocar á su vez con el que le seguía en la fila.

¡Estamos aquí para defenderos! Y chocando ya botellas contra botellas, que no[37-3] vasos contra vasos.

Cuando chocan en el vértice dos corrientes de aire, ardiente una y fría otra, la nube súbitamente formada se endereza y se arremolina en el cielo: la montaña es un volcán, y el vapor se escapa incesantemente de ella con una especie de furor para ir á replegarse en la lontananza celeste, formando inmensa curva.

Debajo de ellos se extendía como espectáculo infinito el cuadro de las luchas y de la miseria humana: veían chocar las armas, sumergirse las armadas, convertirse en fuego y humo las ciudades, extenuarse de fatiga á los infelices labradores, mirmidones casi invisibles, para alcanzar cosechas que había de robarles un poderoso;

También le chocó sobremanera el tortuoso giro de pensamientos y discursos, por donde la mente de D. Acisclo, partiendo de las homilías, disertaciones filosófico-cristianas y demás sublimidades del Padre, había venido a parar en que debía él ser hombre político, a fin de pagar menos contribución y de tomar mucha distribución.

Ella había transformado completamente la expresión de su rostro, y empezó á reir con carcajadas infantiles, al mismo tiempo que chocaba sus manos.

Fueron los «macarenos» que escoltaban a la procesión los que, en nombre de la gloria del barrio, acometieron a los «nazarenos» negros, chocando palos y cirios.

Para que no chocase su cambio de conducta, le aconsejé a Ugarte que fingiera de cuando en cuando alguna cólera violenta.

El mar chocaba contra las peñas y sobre el costado del barco, produciendo un ruido violento como el de un trueno, las gaviotas comenzaban a revolotear en derredor nuestro, lanzando gritos salvajes.

Quiso seguirle con un salto de pantera joven, pero sus manos chocaron contra el obstáculo que acababa de inmovilizarse, mientras seguían sonando en su interior llaves y cerrojos.

Al grito de los murciélagos se unían chillidos lúgubres de pájaros que, asustados, cortaban el aire, chocando con las pilastras.

Entonces zafó las ligaduras que le sujetaban a la mesa y lo arrojó con repugnancia sobre el trozo de cinc extendido delante de la chimenea: el cuerpo produjo al chocar contra el suelo un ruido sordo y quedó extendido con la cara hacia abajo y las patas abiertas.

No lo : de repente sentí que mi cabeza chocaba rudamente con el borde del sofá.

El joven la rechazó con un violento empujón que la hizo chocar las espaldas contra la pared, y señalando la puerta, dijo con acento imperioso: ¡Márchate en seguida, perra inmunda! Me has hecho mucho daño, y si no te vas pronto, tal vez me acometa el furor y sea capaz de convertirme en asesino.

A no me chocaría nada que el moreno sepa dónde está el tesoro.

Don Pompeyo, más abandonado cada día, se colocaba taciturno, como Jeremías podría pararse en una plaza de Jerusalem, se colocaba, abierto de piernas, delante de la mesa pequeña, la de carambolas, y largo rato contemplaba a aquellos ilusos que pasaban las horas de la brevísima existencia, viendo chocar o no chocar tres bolas de marfil.

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