108 oraciones de ejemplo con amberes

Hallábase en Amberes, cuando se hacian en España los aprestos de un armamento considerable, destinado á la colonizacion y conquista del Rio de la Plata.

Libre ya Schmidel de todos sus compromisos, se embarcó para Amberes, de donde se restituyó al seno de su familia al cabo de veinte años de ausencia.

CAPITULO I. De la navegacion de Amberes á España.

El año de 1534, salí de Amberes embarcado para España; llegué á Cádiz en 14 dias, navegando 480 leguas, y en la costa una ballena de 35 pasos, de cuyo aceite se lleñaron 30 toneles.

El dia 13 de Julio de 1553 encontramos en su puerto una nave portuguesa, cargada de azucar del Brasil y algodon, por Pedro Rosel, factor de Erasmo Schitzen de Amberes, que residia en San Vicente, y la enviaba á Juan Hulsen, morador de Lisboa, de quien tambien era factor.

Hallé en la bahia 25 urcas grandes holandesas, de vuelta á su provincia: una mayor y mas hermosa, nueva y que solo habia navegado una vez á España desde Amberes.

El autor navega otra vez de Cádiz á Amberes.

El dia de San Andres, dos despues de esta desgracia, nos hicimos á la vela á Amberes: padecimos tan gran tempestad, que juraban los marineros que habia veinte años, ó que en todo el tiempo que navegaban, no habian visto tormentas mas crueles, ni tan horribles torbellinos.

Desde allí navegamos 24 leguas hasta Amberes, donde llegamos salvos y libres, á 25 de Enero de 1554.

Sale de Amberes, á Cádiz y se embarca para el Rio de la Plata3.

gracias á Dios llegando á Amberes, por haberle librado de tantos riesgos61.

Una vezcontinuó Vallsvino un matrimonio belga a establecerse en la isla, recomendado a por un amigo de Amberes.

Mientras paseaba hace poco este caso de conciencia bajo las bóvedas de la gran Catedral de Amberes, al caer la tarde, me parecía ver a Elena tal como se me apareció en Quimper, en un rayo de luna, como una criatura fantástica, como un ser de pura espiritualidad.

Los hombres y mujeres de mar de que se hace referencia en el siglo XVI, fueron vistos no sólo rápidamente en medio del líquido elemento, sino que se les trajo á tierra, se les paseó por ella, y vivieron en grandes centros de población tales como Amberes y Amsterdam, en los palacios de Carlos V y Felipe II, y por lo tanto estuvieron bajo las miradas de Vesale y de los primeros sabios de aquella época.

Saltó el soldado, y dijo: -¡Ah, padre!, más espesas he visto yo las picas sobre , y, ¡voto a Cristo!, que hice en el saco de Amberes lo que pude; , ¡juro a Dios! El ermitaño le reprehendió que no jurase tanto, a lo cual dijo: -Padre, bien se echa de ver que no es soldado, pues me reprehende mi propio oficio.

el saco de Amberes, que ese me parece de las Navas-, y que sería de más abrigo el de Amberes.

el saco de Amberes, que ese me parece de las Navas-, y que sería de más abrigo el de Amberes.

En el vapor, un joven flamenco, rubio y blanco, elegante como un tipo de Van Dyck, le hizo la corte; la muchacha le correspondió con todo el entusiasmo de los trópicos, y al mes de llegar a España, la cubana se llamaba la baronesa de Aynant, y marchaba con su marido a vivir a Amberes.

La supremacía del aceite o de la manteca, enredándose y mezclándose con asuntos más importantes, tomó tales proporciones que los cónyuges llegaron a un estado de exaltación y de odio tal, que se separaron; y el barón quedó en Amberes dedicándose a sus aficiones artísticas y a sus tostadas de manteca y la baronesa vino a Madrid, donde pudo entregarse a la alimentación frugívora y aceitosa con delicia.

En Madrid, la baronesa hizo mil disparates; trató de divorciarse para volverse a casar con un aristócrata arruinado; pero cuando tenía presentada su demanda de divorcio, supo que su marido estaba gravemente enfermo, y al saberlo, en seguida abandonó Madrid, se presentó en Amberes, cuidó al barón, le salvó, se enamoró otra vez de él y tuvieron una niña.

Cuando ésta terminase su educación, la llevaría a Amberes y viviría con ella, resignándose a ser una señora respetable.

En el vapor, un joven flamenco, rubio y blanco, elegante como un tipo de Van Dyck, le hizo la corte; la muchacha le correspondió con todo el entusiasmo de los trópicos, y al mes de llegar á España, la cubana se llamaba la baronesa de Aynant, y marchaba con su marido á vivir á Amberes.

La supremacía del aceite ó de la manteca, enredándose y mezclándose con asuntos más importantes, tomó tales proporciones, que los cónyuges llegaron á un estado de exaltación y de odio tal, que se separaron; y el barón quedó en Amberes dedicándose á sus aficiones artísticas y á sus tostadas de manteca, y la baronesa vino á Madrid, donde pudo entregarse á la alimentación frugívora y aceitosa con delicia.

Por un periodista que fué a Amberes, donde él se encontraba con Prim, supo que Enriqueta se hallaba enferma, pero no llegó a persuadirse de la verdad de esta noticia, pues el que la daba hablábale con el tono vago e indeciso del que no se entera de cosas que le son indiferentes.

¿Será acaso Crignon el piloto francés de Dieppe que vió pasar la línea sin declinación por las islas de Cabo Verde, y á quien cita Miguel Coignet en una obra notabilísima impresa en Amberes en 1581 con el título de Instruction nouvelle des points plus excellens et necessaires de l’art de navigues, cap.

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