1675 oraciones de ejemplo con los bosques

] Cada cual de nosotras era una nota en el concierto de los bosques.

Está revestido con un manto de nubes: los bosques forman su ceñidor, tiene un avalange en sus manos como un rayo amenazador; pero espera mis órdenes para dejarlo caer en el valle.

No se le veia ir errante por las montañas ó por los bosques, como ün lobo silvestre, no huia de los hombres ni de sus placeres.

No es una fria admiracion la que me has permitido, pero un íntimo conocimiento, y me has hecho penetrar en el seno del universo igualmente que en el de un amigo; has conducido á mi presencia la multitud variada de los vivientes y me has enseñado á conocer á mis hermanos en los habitantes de los bosques, de los aires y de las aguas.

Ya no vió agitarse á los pigmeos en torno de sus extremidades, como si fuesen mudos y sólo hablasen por señas; hasta de los términos más apartados del edificio le llegaron olas rumorosas semejantes á los murmullos que agitan los bosques, distinguiendo en ellas las palabras ininteligibles que profería su numerosa servidumbre.

El incienso, que era compuesto de gomas olorosísimas que se recogían en los bosques de la tierra caliente, comenzó a envolver con sus nubes el hermoso cuadro del altar; la voz del sacerdote se elevó suave y dulce en medio del concurso, y el órgano comenzó a acompañar las graves y melancólicas notas del canto llano, con su acento sonoro y conmovedor.

Hemos estado en los bosques.

Jugamos a la gallina ciega en los bosques.

Riegan los campos y los bosques.

Parecen ser tan dichosos como los pájaros en los bosques.

Por bajo de las grandes cumbres y de los círculos superiores, donde se amontona la nieve en capas altas como casas, se ven á medias los bosques de abetos.

Abajo, en el valle, parecen más difíciles de distinguir las casas del pueblo que los bosques y grupos de árboles.

Menos feliz la gamuza, á quien arroja la nieve de las altas cimas, tiene que andar errante junto á los bosques, buscar su refugio entre los apretados árboles, royéndoles corteza y hojas.

los bosques son una de las mejores barreras contra la caída de los aludes, y muchos pueblos no tienen contra ellos otro medio de defensa.

Cuando desaparecen los bosques protectores, es muy difícil sustituirlos.

CAPÍTULO XIV #Los bosques y los pastos# Con sus nieves y con sus hielos derretidos, que sirven para aumentar el caudal de torrentes y ríos en verano, conserva la montaña la vegetación hasta enormes distancias de su base, pero se queda con humedad bastante para alimentar á su propia flora de bosques, céspedes y musgos, muy superior, por el número de las especies, á la flora de igual extensión en la llanura.

En las pendientes de la montaña, los bosques alternan con las manchas de césped, pero nunca al azar.

Pero cuando el camino es cómodo, cuando la montaña ofrece buenos resbaladeros, por los cuales se puede hacer bajar con un solo impulso los troncos pelados, cuando al pie de la pendiente el torrente del valle tiene bastante fuerza para arrastrar los árboles en balsas hasta la llanura ó para dar movimiento á poderosas sierras mecánicas, en gran peligro están los bosques de caer á manos de los leñadores.

La belleza de los bosques que aún quedan en las pendientes de la montaña hace que echemos de menos, con mayor pena, los que nos han robado violentos especuladores.

Abajo, junto á la llanura, han sido respetados los bosques de castaños, gracias á las hojas, recogidas por los aldeanos para la cuadra, y á los frutos que éstos mismos comen en las noches de invierno.

Pocas selvas, ni aun en las regiones tropicales, donde alternan los grupos de árboles de más diferentes especies, presentan más pintoresca variedad que los bosques de castaños.

Por encima de los bosques de abetos y de su vanguardia expuesta á todas las tempestades, todavía crecen árboles, pero son de especie que, en vez de elevarse hacia el cielo, se arrastran por la tierra y se escurren miedosamente por las fragosidades para huir del frío y del viento.

Pocas aves cantan en los bosques silenciosos.

Los bosques, despojados a medias, daban al paisaje una nota melancólica de marchitez poética, y su mantillo abundoso en amustiadas hojas, ponía un contraste pintoresco sobre el terciopelo verde de las campas.

No sabía Carmen si quería a Fernando; no sabía tampoco si le olvidaba; sólo supo que la vida la llamaba a gritos desde los campos y desde los bosques, desde las huertas y desde los nidos, desde el cielo irisado en amaneceres risueños y desde los espinos en flor.

1675  oraciones de ejemplo con  los bosques