32 Adjetivos para describir miramos

Tal vez su mayor valer, su más substancial significado no está en ella misma, sino en el acento con que se pronunció, en el gesto fugitivo de que fué acompañada, en el mirar suave y rápido, en un relámpago instantáneo de los ojos, cuando la palabra brotó de los labios.

De su rostro emanaba una tristeza sepulcral, como de los anafres de las vecinas el pesado tufo, y así como en éstos, por los agujerillos, se ven las brasas quemadoras, así en el entenebrecido rostro de Ido se veían brillar ascuas de un mirar famélico.

Rita adora el chocolate; me arrebata la caja, y con transporte de criatura indisciplinada, antojadiza, hinca el diente á la golosina helvética, dándome las gracias con un mirar risueño, aclarado de alegría.

Morenillo, pero tiene un mirar de ojos muy hechicero.

era Agustín un hombre guapo, con su mirar noble y leal, y aquella expresión tan suya, como de persona que está disimulando un dolor.

» La otra le llevó lo pedido; y mientras el desgraciado joven escribía, Torquemada, meditabundo y con la frente apoyada en un solo dedo, fijaba en el suelo su mirar reflexivo.

Su andar pausado, su hablar grave, su mirar compuesto y que compone, y su proceder concertado, que cada uno parece un Chumacero.

El marqués comprendió instantáneamente cómo ella se daba cuenta de todo... todo lo sabía, y ese mirar desesperado, ardiente, suplicante, imperativo, lo conjuraba, lo exhortaba y le mandaba vivir y conservarse para ella.

Tenía el pelo de un negro azulado por lo intenso, el rostro de una palidez clorótica, los pómulos salientes, algo caídos los labios, y los ojos de un mirar despreciativo y lánguido como de heroína de novela que no ha encontrado todavía su ideal en la tierra.

Todo se puede creer de un mirar equívoco, respondió Critilo; pero más temo yo de aquel tuerto.

El otro era un jóven de regular estatura, de aire macilento, pelo negro i abundante, pero sin barba; ojos hermosos i de un mirar fogoso i atrevido, nariz corva i pulida boca; está con su codo apoyado en la mesa i la mano en la mejilla, enteramente contraido a la narracion que de sus hechos le hace el primero, cuyo nombre, como sabemos, es don Juan de Silva.

Aquella perpetua crítica ejercida sobre mismo, aquel mirar implacable, tan pronto amigo como enemigo, siempre molesto como un testigo y desconfiado como un juez, aquel estado de permanente indiscreción respecto a los actos más inocentes de una edad en la que se reflexiona poco, todo aquello me sumió en una serie de angustias, de dudas, de estupores o excitaciones que me conducía directamente a una crisis.

¡Ay, hija de mi alma!—exclamó Gamborena, anticipando al discurso, como argumento más persuasivo, la dulzura de su mirar incomparable.

Comprendió la sospecha, supo leer aquella coloración de luz eléctrica y aquel mirar indagador, y se hizo la distraída, afectando recoger y limpiar el manguito que se había caído al suelo.

hasta más allá de las epidermis de nieve, rosas y demás cursilerías! A cada mirar insistente que en la mesa dirijo á miss Annie; á cada palabra significativa que entre ella y yo se cruzaveo estremecerse á Desiderio, y noto la descomposición de sus facciones, de su cara turbia y movible como el mar.

Él en seguida se ponía contentísimo, me miraba con unos ojos muy dulces y con un mirar muy intenso y fijo, y aseguraba que toda su ventura se cifraba en ser mi o-hayhú-bae, o, como si dijéramos, mi amante.

Y como si la máquina que nos había arrastrado a tantos deleites pudiera entender nuestra gratitud, la miramos juntos, con su negra mole finamente fileteada de reflejos de luna, encendidas ya en sus topes las farolas blanca y roja.

Tenía un mirar leal y cariñoso, como el de un gran perro de aguas.

Don Gaspar Núñez de Arce, sin duda alguna el primer poeta de la España de hoy, parecería por sus negros mirares y sus desconsoladores decires, un espirite extranjero, un alma septentrional, rara bajo su cielo de alegría, si no se supiese que en el fondo del alma española crece siempre una oscura rosa.

Pero, de pronto, aquella pura frente contraída, aquel mirar nublado, aquella boca crispada, se aplacían en súbita transformación, y todo el semblante bellísimo tornábase dulcedumbre y alegría, como cuando en la mar arbolada y tormentosa salta una mano de viento bonancible.

De ellos tomó la rudeza del acento, el apóstrofe crudo, el mirar osado, la falta de respeto á todo profesor que no fuera el suyo, el andar oscilante, con los hombros levantados, el horror á los faldones, la chaqueta abrochada, la gorra con galón dorado y visera de charol, muy pegada á la frente... y hasta la tez empañada.

«He visto un mirar muy parecido a ese entre los Beni-Israel—dije entre ...

Aparece Beethoven más joven de lo que era, enjuto, derecho, tieso dentro de su alto corbatín, con el mirar retador y violento: sabe lo que vale, y confía en su fuerza.

Y todo esto leyó y fué saboreando codicioso, detalle por detalle, el afortunado galán, en el mirar turbado, en el respirar anhelante y en el casto y dulcísimo abandono de todo su sér, con que la pobre novicia, sin voz ni energía en su garganta para responder con palabras, reveló claramente las tempestades de su pecho.

Luego, el color rojizo de sus cabellos, la palidez cenicienta del rostro, su mirar vagaroso e inquieto, comunicaban a su semblante una expresión de azoramiento como de animal montaraz.

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