32 Metáforas para supo

¡Ya era tiempo! ¡Esta cárcel es mu aburría! ¡ está más agusto en los presidios; hay más libertá y mejor gente! PRESIDIARIO.

Muerta su madre, pasó una temporada en Valencia en la casa de un tío paterno, plebeyo enriquecido con la cerámica, y que decía: «Todo el saber es aire.

¿Sabe usted para quién era la carta?

Sabido, pues, señor, mi justo celo... PELAYO.

Porque el saber esas cosas no es para chicos».

"Non pueden dar los parientes al pariente por herençia "El mester é el ofiçio, el saber nin la ciençia, "Non pueden dar de la dueña el amor nin querençia; "Todo lo da el trabajo, el uso é la femençia.

¿Sabe usted que sin salir de Vegalora es usted ya un cortesano perfecto? Octavio sintióse aún más lisonjeado por estas palabras que por el buen sitio que la condesa había otorgado á su clavel, y mientras caminaban en dirección á la huerta se enredó en un laberinto de explicaciones metafísicas sobre las diferencias y afinidades que existen entre la galantería, el amor, la amistad, la simpatía, etc.

Viendo Zadig que era cosa muy peligrosa el saber en demasía, hizo propósito firme de no decir en otra ocasion lo que hubiese visto, y la ocasion no tardó en presentarse.

Sabido es el cuento de aquel marinero que, desde la punta del palo mayor, sintió escurrírsele pies y manos, y al prorrumpir en horrible blasfemia, con desesperada contracción, logró asirse á una escala, casi en el aire y salvó su vida.

Saber ahora lo que va de ministerial a hombre, es cuestión para más despacio, sobre todo cuando creo ser el primer naturalista que se ocupa de este ente, en ninguna zoología clasificado.

Saber quiénes son los culpables de la muerte de Don Fernando de Quesada, y de la desgracia de mi ama Doña Beatriz.

Saber que es falso y predicar la vuelta a él, sería una desvergüenza si no fuese un crimen; perdida la creencia en el carácter sobrenatural de la obligación moral, el único remedio está en buscar sus fuentes naturales; de otro modo caeríamos de nuevo en el absurdo de perseguir un ideal moral poniéndonos en el camino de la inmoralidad suprema, que es la mentira.

Las ideas ocupan en la filosofía platónica una posición tan privilegiada, que solamente el saber de ellas forma la ciencia (epístéme), la que es el privilegio de Dios y de un pequeño número de mortales; el saber de la naturaleza es solo una especie de opinión o persuasión (doksa), con mayor o menor probabilidad.

Asombróse el joven; miró al nombrado don Baldomero, y atrevióse á responderle, no muy seguro de tener razón, pero de decir lo que sentía: No creo yo, ni creeré nunca, que el saber sea un estorbo: antes admiro y reverencio á los hombres que saben; pero me conozco ¿está usted?

Que todo su saber es estulticia del cielo.

El mismo Byron ¿acaso no ha dicho: «Sabemos que el saber no es la felicidad, y que la ciencia no es mas que un cambio de ignorancia, por otra clase de ignorancia?» ¿Pues para qué trocar la ignorancia humilde y feliz por la ignorancia soberbia y descontentadiza?

Saber ser lo que sois, enigmas siendo formas; deja la responsabilidad a las Normas, que a su vez la enviarán al Todopoderoso... (Toca, grillo, a la luz de la luna; y dance el oso).

¡Es bueno que no sabe uno de lo que ocurre en casa! Y por último concluyeron: Mire usteddijo el uno,déjeme usted de quebraderos de cabeza; mayorazgo soy, y el saber es para los hombres que no tienen sobre qué caerse muertos.

Y si sabéis dónde se ha metidovos lo sabéis sin duda, podéis decirle que no se el trabajo de volver a la casa.

ya cuál es mi obligación.

«No olvides que si el saber es patrimonio de la humanidad, sólo lo heredan los que tienen corazón», le había recordado.

Sabiendo que era de mal pelo, procuraba ser lo peor posible; y si sucedía una desgracia, ya que un obrero perdiera las herramientas, que un burro se rompiera una pata o que se hundiera un trozo de galería, se sabía siempre que había sido él; y en efecto: él cargaba con los golpes sin protestar, igual que hacen los burros, que enarcan el lomo y siguen con su tema.

Sabe él entonces, con horror, que su bienhechora es la princesa Elena, hermana del que ha muerto á sus manos, y empeñada á todo trance en apoderarse de su matador.

Estaba uno parando lazos á los raposos viejos y otro pasando del dar al pedir; el que compraba caro lo que era suyo; y estaba otro papando lisonjas de sus convidados, el juglar de las casas ajenas y en la suya cantimplora; el que decía que no es de príncipes el saber; el que todas las cosas hacía con eminencia, si no su empleo.

No es, en efecto, problema fácil el saber si en el origen de las sociedades puede el individuo apropiarse el suelo y establecer tan recio lazo entre su ser y una parte de la tierra, que puede decir: Esta tierra es mía; ésta es como una parte de .

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