41 Adjetivos para describir mujercita

Se tranquilizó al abrirse un claro en la muchedumbre y ver a la artista sentada en una silla que le había cedido una vendedora, con un niño sobre las rodillas, hablando con una mujercita pequeña, miserable, enfermiza, que a Rafael le pareció la hortelana que encontraron en la ermita.

Lo importante era que nada faltase al ídolo, pronto siempre á enfadarse y á maldecir la perra suerte de su casamiento, y á la pobre mujercita, cada vez más flaca y derrotada, le parecían insignificantes todas sus miserias, siempre que al señor no le faltase la peseta para el café y el dominó, la comida abundante y las camisetas de franela bien vistosas para seguir sosteniendo la antigua fama.

Renovales, asustado por esta furia de la mujercita siempre dulce, no sabía qué hacer para calmarla.

¡Singular caso! Cada palabra, cada gesto, cada acción de esta preciosa mujercita, en la libertad de que goza, son otros tantos resplandores que arroja su alma inquieta, noblemente ambiciosa, ávida de mostrarse en los afectos grandes y en las virtudes superiores.

¡Si cometiese semejante faltareplicó la señora de Aymaret riendo, no sería una prudente mujercita!...

Su primera esposa, una mujercita delicada y bonita, había sufrido las más vivas y celosas sospechas de su marido, hasta que un día éste convidó a su casa a todo el Bar para que su infidelidad quedase plenamente probada.

La marquesa no la presenta aún para que no la envejezca, y da dolor ver aquella mujercita tan desarrollada ya... no creas, tiene más delantera que su mamá... da dolor verla metida allá dentro jugando con las muñecas, enredando con las criadas o copiando temas del francés.

¡Que viva, eh!decía Martinán guiñando el ojo á los tertulios.¡Vaya una mujercita despachada! Os digo en conciencia que es una bendición de Dios tener una mujer que todo lo vea en la casa, que todo lo arregle y que de vez en cuando le arree á uno cuando se haga tumbón.

Era su aspecto el de una de esas mujeres infantiles, dispuestas siempre á perdonar y á sonreir, crédulas y sencillas; una discreta mujercita sin malicias ni pasiones, muy devota del bienestar exterior; buena y prudente, que sacrificaba su amor propio y hasta su dignidad de esposa á las dulzuras de la paz doméstica, y se conformaba con una felicidad decorativa.

Era su aspecto el de una de esas mujeres infantiles, dispuestas siempre á perdonar y á sonreir, crédulas y sencillas; una discreta mujercita sin malicias ni pasiones, muy devota del bienestar exterior; buena y prudente, que sacrificaba su amor propio y hasta su dignidad de esposa á las dulzuras de la paz doméstica, y se conformaba con una felicidad decorativa.

Romualda era una mujercita encanijada y vestida de harapos que en la tienda inmediata ayudaba a la mujer de los parches a ensartar buñuelos.

Y entre los concurrentes, gentes de todo pelaje, mujercitas fáciles, botticellis que se dicen eterómanas, poetastros, viejos ratés, o muchachos con fortuna que van a pasar el rato con su amiga.

habia otro aposento en que se paseaba con lijereza una mujercita fea, de ojos saltados, vestido aseado; pero era horrible.

Y Rosario, mujercita flaca y nerviosa, temblaba también de ira; sus pobres brazos levantaron como si fuesen una paja los pesados cestos que tanto la habían abrumado, arrojándolos con fuerza sobre la báscula.

Para no distraerse de tan noble ocupación, aplazaba su dicha, no desposándose con Celina, hermosa mujercita á quien amaba.

No dan mas que dos productos, y los dos malos: la mujercita histérica, mística o desquiciada, o la mujerona gorda y bestial.

Era una mujercita infantil, débil de cuerpo, inocente y cariñosa, que todo se lo toleró á su marido con la sonrisa en los labios, como si con sus tolerancias solicitase el perdón de alguna culpa grave.

Era «la maja desnuda», la mujercita inmortal de Goya... ¡Ah! ¡Si él pudiera retratarla así!...

La puerta se abrió y un relámpago de celos precedió a un relámpago de fuego: Anastasio había descargado su formidable trabuco sobre un salteador y sobre su mujercita inocente, matando a los dos.

Da ganas de reír ese tonillo de mujercita juiciosa con que hablas.

había ido creciendo y desarrollándose hasta convertirse en una mujercita muy linda y apuesta, sin que nuestro joven lo echase de ver.

Era una mujercita menuda y frágil, toda nervios.

Clara la miró largamente con infinita tristeza y murmuró: ¡Desgraciada Elena! ¡Mucho más de lo que puedas figurarte! Mira mi semblante, Clara, mira mi cuerpo deshecho; acuérdate de aquella Elena que jugaba y corría contigo en el Sotillo cuya alegría decíais que era comunicativa, acuérdate de aquella mujercita mimosa de quien tanto os burlabais que os hacía rabiar y os hacía reír a un mismo tiempo.

Nunca había podido sospechar tanta energía de carácter, tanta vehemencia pasional en esta mujercita obediente y dulce.

A otra cosa, mujercita mía, no pegues y escucha.

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