50 colocaciones para perdición

¡Quién diría que usted, señor don Gil Carrascosa, había de ser instrumento de perdición para esta pobre muchacha! ¡Yo, señora mía! No: ya que es sin querer, que á veces Dios permite que una persona buena sea, sin saberlo, causa de la perdición de otra.

María de la Paz, en su afán de decirlo todo, expuso, con su lucidez acostumbrada, que aquel caballerito había estado en el camino de la perdición á causa de las malas compañías

¿Has conocido tu error, has abierto los ojos comprendiendo el abismo de perdición en que ibas a caer, en que quizás has caído ya?

Oigamos a San Pablo, hablando del Juicio final: «No os engañe nadie en manera alguna; porque no vendrá aquel día sin que venga antes la Apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.

Déjale en su café, y en sus casas de perdición, con las socias que le han sorbido el seso.

Los bailes son lugares de perdición y debemos desear que no vaya a ellos nadie.

Si yo no tuviera el secreto de su perdición en mi mano; si yo no pudiera imponer al señor Conde de ciertos particulares... pues... referentes a aquel caballerito...

Y ahora parece como que tienes la nostalgia de esta perdición; parece como que no quieres afianzar tu victoria ni ponerte á seguro de otra caída.

¡Quién diría que usted, señor don Gil Carrascosa, había de ser instrumento de perdición para esta pobre muchacha! ¡Yo, señora mía! No: ya que es sin querer, que á veces Dios permite que una persona buena sea, sin saberlo, causa de la perdición de otra.

Abur, espanto de las edades, viruela de los corazones, epidemia social, brújula del Infierno, carril de perdición, vaso de deshonra, rosa mustia, torre de vanidades, hijastra de Eva, tempestad de males, hidra corruptorísima.

Y se echaba él la culpa de la perdición.

Porque, si son fatales los yerros en los principios de las empresas, por ir creciendo siempre y aumentándose cuanto más va hasta llegar en el fin á un exorbitante exceso de perdición, errar, pues, los principios de la vida ¿qué será si no un irse despeñando con mayor precipitación de cada día, hasta venir á dar al cabo en un irremediable abismo de perdición y desdicha?

En cambio, la de administración local es una serpentina que entre Maura y Cambó se arrojan jugueteando y graciosamente se enrosca sobre otras cabezas, como debió enroscarse la serpiente diabólica del Paraíso en el árbol del bien y del mal, al ofrecer á nuestra incauta madre la fruta de perdición.

El liberalismo, que ha penetrado hasta en las costumbres del pueblo español, es ese árbol cuyos frutos de perdición nos parecen ahora tan amargos.

¡Esa lámpara, seor bandido! y , hija de perdición, no ocultes debajo del mandil...

El Abad Nilo dijo en el siglo XI que el cocinero mayor del infierno era Nabuzardan, quien, ayudado de Ademuz, primer panadero, cada día saca á vender sus nefandas invenciones para perdición del hombre, pues ni Dios le crió con salsillas ni Adán supo de guisados, despensas, repuestos, botillerías, golosinas y otras monstruosas invenciones.

El fraile quiso huir de la isla de perdición, y el rey se lo impidió poniendo embargo a todas las barcas y navíos.

Feliz suceso tuvo el lazo de perdición que tendimos a nuestros enemigos; por una mujer Ilión ha quedado reducida a cenizas.

Su padre fué un tal Martín, brujo y colporteur, hijo de una mendiga y de un cura, el cual le dió las primeras lecciones de perdición cuando apenas tenía doce años.

No te encuentres allí cuando la sorbe, pues ni Neptuno, que sacude la tierra, podría librarte de la perdición.

» 428 Dijo; y mirando con torva faz al divino Héctor, le gritó: «¡Acércate para que pronto llegues de tu perdición al término!»

Y á la infeliz que se atasca en el lodazal de la perdición, en lugar de tenderla una mano compasiva, se la desprecia como el calzado inútil ó la vil baraja que ya sirvió para el alimento del vicio.

De hoy más, Jerusalén—continuó volviéndose al oriente con las manos extendidas y soltando la rienda al llanto y a los sollozos, de hoy más, compra tu pan y granjéate tu agua con dinero, como en los tiempos del profeta, porque el Señor ha tendido sus redes y no aparta su mano de tu perdición.

pasó una mirada de perdición, de locura, que luego pareció resbalar por sus mejillas hasta trocarse en sonrisa sobre la línea tiránica de sus labios.

Ya se encargaban de martirizarle los vagos y las malas pécoras que estaban en el mundo para la perdición de los hombres de bien.

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