Qué preposición usar con casa
D. Nicolas Herrera, que deseaba mas que todos llegase el caso de egecutar el saqueo, publicaba en todas partes el razonamiento de Pagador, y continuando sus diligencias, entró en casa de D. Casimiro Delgado, que á la sazon estaba jugando con D. Manuel Amezaga, cura de Challacollo, y con Fray Antonio Lazo, del Orden de San Agustin.
Cuando estaba para celebrarse en casa del Comandante, D. Ignacio Flores, con un banquete, el buen éxito que tuvo la accion de la Punilla, se recibió la infausta noticia del horroroso hecho acaecido en la villa de Oruro, con lo que se consternaron los ánimos de todos los convidados, y se llenaron de amargura, convirtiéndose en pesar el placer que tenian prevenido.
[Nota 3: D. Martin Garcia Loyola, sobrino de San Ignacio, y gobernador de Chile en 1583, casó con Clara Beatriz, Coya, hija única y heredera del Inca Sayrí Tupac.
Las casas en llamas serán hornos mejores para vuestra hambre que hornos de pan.
Sólo aceptamos como gobernantes á las mujeres que saben realizar el mismo milagro que realizaban en tiempos del despotismo masculino ciertas esposas á las que daban sus esposos poco dinero y no obstante mantenían su casa con un aspecto de abundancia y de regocijo.
ANDREÍÑA Poco hay en la casa para tanto hambriento.
El era quien pagaba; por lo tanto, tenía derecho a prohibir la entrada en aquella casa a quien le pareciese.
LA VOZ DE TODOS ¡Tengan ley de Dios! EL CABALLERO ¡Dadme un hacha! LA VOZ DE TODOS ¡Tengan ley de Dios! EL CABALLERO ¡Poned fuego a la casa por sus cuatro esquinas! ¡
Era un militar alto, joven, bien parecido y persona de noble casa sin duda, porque, á pesar de su juventud, llevaba charreteras de una alta graduación.
Suponian era efectiva la mina, construida por el corregidor desde su casa al cuartel: formaron autos, cuyos testigos fueron los mismos asesinos y algunos muchachos, á quienes de propia autoridad dispensaba las edades el Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez, haciéndoles firmar declaraciones, que con anticipacion tenia hechas por direccion de los abogados Caro y Megia.
Hoy día, Isabel, así se conciertan nuestras bodas: así nos casan a todas, y así me han casado a mí.
Colocada entre dos casas á la malicia, aparecía allí con proporciones gigantescas, sin que por eso tuviera más que dos pisos altos, de los cuales el superior gozaba la singular preeminencia de ser habitado por nuestro héroe.
Luego se había casado en Madrid, ya en camino de ser rico, con una joven de la clase media, de la cual no tuvo familia.
Entonces, ya turbado, no sabía qué hacer y miraba desde el amo de la casa hasta los criados como a enemigos que querían humillarme.
Hombre, ¿no habíamos quedado en casar por casa de Calderón?dijo tímidamente y un poco despechado Ramoncito.
Así llegaron á la casa desde donde habían de ver pasar la procesión, que era la casa de un clérigo llamado don Silvestre Entrambasaguas y de su hermana doña Petronila Entrambasaguas.
´ 007:024 «Entonces todo el que oye estas palabras de mí, y las practica, yo lo compararé con un hombre sabio, quien construye su casa sobre una roca.
Te engañas: muchos pobres se han casado con ricas, y se han casado sin que su nombre pierda lo más mínimo....
Sin embargo, Miguel y Juana se casaron al mismo tiempo que nosotros, y a estas fechas no se mueren ciertamente de amor.
En el mismo dia, un carro, grande del P. que moraba en dicho pueblito, y que por un incendio de la casa é iglesia, que poco há habia sucedido, vivia debajo de unos cueros y pabellon, (aun el dia que llegaron los PP.
El entendimiento se ve precisado á decirse de continuo á sí propio: «no es esto la idea de causalidad; esto es una imágen, una comparacion, una expresion» defendiéndose sin casar de ilusiones que le harian confundir lo particular con lo universal, lo contingente con lo necesario, la apariencia con la realidad.
Mi tía y todos los amigos le aconsejaban que se retirase y se casase para vivir tranquilo.
Mi madre había sido casada á los quince años, y tocaba yo á los veintidós cuando vino al mundo mi hermana, mi pobre Elena.
En ciertos momentos dejaban éstos sobre sus rodillas para aplaudir y gritar: «¡Bravo!»; pero volvían á recobrarlos y los desplegaban, riendo de la dueña de la casa bajo el amparo de su tela.
Y á decir verdad, hay casas entre las gentes de la Corte á donde las familias que se estiman no van jamas ó van muy rara vez y por necesidades de etiqueta.