74 Adjetivos para describir gorras

El vigilante disparó el revólver contra la lancha y la gorra blanca de Marenval voló al mar atravesada por un balazo.

Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia , con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.

Era un señor ni alto ni bajo, cuadrado; vestía cazadora de paño pardo; iba tocado con gorra negra con orejeras y por único abrigo ostentaba una inmensa bufanda, a cuadros, que le daba diez vueltas al cuello.

Una de las cosas que más alegría les causó fué la aparición de Cobo Ramírez en la ventanilla con la gorra galoneada de un empleado exigiéndoles el billete.

El viejo, con su gorra calada hasta las orejas, envuelto en el sudeste, se asomaba a una de las ventanas de la atalaya.

«¡Buenos Aires!... ¡Viva Buenos Aires!» Y cesaban de aplaudir para echar en alto gorras y sombreros.

* * * Subido en el estribo de la trasera, y con la gorra, la cabeza y medio cuerpo metidos dentro de nuestra jaula, nos miraba y se sonreía el zagal del ómnibus (zagal también por los años, pues no habría cumplido quince), y al ver yo su rostro picaresco, digno de su paisano Lázaro de Tormes, díjeme alborozadamente:«¡He aquí nuestro cicerone hasta que lleguemos á la fonda!.....

Además añadió a la donación una gorra de forma y de color absurdos, un sombrero hongo anciano y algunos buenos y vagos consejos acerca del trabajo, el cual, como nadie ignora, es el padre de todas las virtudes, como el caballo es el más noble de todos los animales y la ociosidad la madre de todos los vicios.

Vestía el barón un traje de terciopelo negro, con gorra redonda de igual material y color, y sujeto á ésta el guante de la baronesa, cubierto en parte por rizada pluma blanca.

Un marinero que ostentaba una gorra encarnada y que se había puesto la cuchilla entre los dientes, había ya logrado trepar y tenía una pierna dentro del recinto de la estacada y otra afuera.

Mujeres del pueblo, tirando de la mano de sus pequeños, seguían al marido, que iba con la capa caída, la gorra ladeada y los ojos brillantes, canturreando todos algún coro de la zarzuela de moda.

El viejo está de pie, con la gorra puesta, como corresponde á un hombre que viste uniforme.

¿Ves el canalla aquel con la gorra roja?

Pasó un mercader, á quien se lasvendió muy baratas, y le compró una bata y una gorra larga.

Sarrió lleva, a veces, un sombrero hongo un poco en punta; otras, una antigua gorra con dos cintitas detrás colgando.

Y se marchó despacio, las manos en los bolsillos, la gorra encasquetada, la mirada vagabunda y sin fijeza, como su andar y pensamiento.

Frontero al tocador estaba el retrato, en fotografía de gran tamaño, del papá de las susodichas niñas, con su gorra galonada y el semblante más bonachón que se podía ver.

Sus mejillas se hundían, y bajo la gorra inglesa de viaje, sus orejas de cera se despegaban y transparentaban la luz solar.

El rostro avanzaba con una agudeza de cuchillo bajo la visera de la gorra militar.

Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia , con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.

El espadero estaba en pie, su gorra quitada; besóle las manos diciendo haria lo mandado por Su Excelencia; luego, preguntábale: ¿Cómo os llamáis?

Era el padre de Pepeta que con la gorra desmayada y el pañuelo de hierbas en una mano, volvía de la taberna.

Vestía un gabán de color de castaña con grandes botones, y bajo la visera de su gorra destacábanse las dos manchas negras de los anteojos con bordes de paño que abrigaban su vista enferma.

Intimidado y tembloroso, hace girar entre sus manos una vieja gorra color azul desteñido, y se detiene ante la comisión.

Después quise descender más; confundirme con la plebe, conocer las torpezas alcohólicas de la taberna; y muchas veces, vestido de blusa, con la gorra echada hacia atrás, del brazo de «Mes-Bottes o Bibi-la-Gaillarde», entre un tropel de borrachos, fuí tambaleándome por los «boulevares» exteriores, cantando con voz ronca: «¡Allons, enfants de la patrie-e-e!...

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