159 colocaciones para espiara

Por más que hacía no lograba convencer a éste de que se hallaban rotas sus antiguas relaciones; la vigilaba con disimulo, espiaba sus pasos; el día menos pensado averiguaría la verdad.

No podia humillar mi orgullo, porque para poder mandar algun dia, es necesario primero obedecer, lisonjear y pedir, espiar las ocasiones, multiplicarse á fin de encontrarse en todas partes, y hacerse una costumbre de ocultar la verdad; ved como se consigue el dominar los espíritus cobardes y bajos, y asi son los de los hombres en general.

Estos primitivos de América tienen un culto por la fuerza... Tragomer observaba á Sorege con todas sus facultades; escuchaba las entonaciones de su voz y espiaba los movimientos de su cara.

Algún caballero se acercaba con disimulo a las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata.

Mandamos á las diez á una persona que fuera á espiar la salida del ministro de su casa para observar dónde iba.

Raimundo, desde el mirador de su gabinete de la calle de Serrano, convertido en observatorio, espiaba su llegada.

Con gran frecuencia notaba en su despacho la desaparición de revistas y libros, que tal vez estarían en manos de cualquier confesor curioso que desde lejos espiaba sus acciones.

La arquitectura no hacía gran falta aquella ciudadela, y sin embargo, alguna vez, por una especie de coquetería, el montañés adornaba la arista del precipicio con un muro almenado, que permitía á sus hijos jugar sin riesgo en toda la extensión de la meseta, y desde cuyas alturas podía espiar á gusto cuanto se divisara en las cercanas pendientes.

Esta tarde, al salir de aquí, he visto al conde de Baselga apostado en la esquina, espiando esta casa.

3 Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, siendo Griego, fué compelido á circuncidarse: 4 ni aun por causa de los malsines, falsos hermanos, que se entraban secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesus, por ponernos en servidumbre; 5 á los cuales ni aun por una hora cedimos sujetándonos, para que la verdad del Evangelio permaneciese acerca de vosotros.

Examinaba la tropa femenina de las salas de juego, ocupada en mirar con un ojo la bayeta verde, mientras espiaba con el otro á los hombres que circulaban á sus espaldas.

Cuestión seria; una de las lanchas que nos precedían y que, como la nuestra, espiaba el instante propicio para echarse afuera, no quiso oír los gritos del muelle ¡viene agua!, e intentando salir, fue tomada por una ola que la arrojó con violencia contra los pilotes.

No más ayunos, no más sermones, no más caras foscas, ni escándalos a diario; no había quien siguiera los pasos, espiara los gestos, pescara las palabras, fiscalizara los actos.

Esperó algunos minutos, con la cabeza tendida en dirección del Vivero, espiando todos los ruidos....

El que entraba y salía era el Chato, Campillo, que hablaba en secreto con don Fermín y volvía a la calle a recoger rumores y a espiar al enemigo.

Por no irse á las manos con él y porque no riese solapadamente al verle esperar horas y horas en el vestíbulo, se apostaba en la calle, espiando las entradas y salidas da Ferragut.

Aparentando absoluta indiferencia, no dejaba de espiar sus progresos, inquiriendo aquí y allá cuando la propia observación no bastaba.

Y fue dado aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí que hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche a espiar la tierra.

Un gato famélico espiaba á los pájaros que empezaban á invadir este lugar.

Pero casi siempre me arreglaba para que estuviese, pues espiaba las horas en que venía a traer la comida a su padre y avanzaba o retrasaba mis entradas y salidas de casa en combinación con ellas.

Me lo temía; ahora lo adivino todo: estás encargado de espiar a doña Dolores de la Cruz, ¿no es eso?

Entretanto, una banda de puritanos, que, invisible, espiaba la escena, asimilaba la mascarada a los espíritus diabólicos y corrompidos con los cuales poblaba su superstición el negro caos.

Y Rafael, con la vista perdida en el fondo del Prado, espiando las rápidas apariciones de la cabellera de oro para convencerse de que Leonora aún estaba allí, oía como en un sueño a aquel hombre que, según afirmaban los maliciosos, estaba destinado a ser su segundo padre.

Pronto descansaban todos en la casa, menos Petra, que en medio de un pasillo, con una palmatoria en la mano, espiaba el silencio del hogar honrado con miradas cargadas de preguntas.

¡Espiar a su amo! ¡Quién podía aprobar tan repugnante absurdo! Además, a él no le importaban los negocios particulares del capitán, y faltaba villanamente a su deber queriendo inmiscuirse en ellos... Pero cuando tales reflexiones se hacía, su amo, que se alejaba con apresurado paso, iba ya a doblar la esquina de la calle, y él, por instintivo impulso le siguió, aunque lamentándose interiormente de ser capaz de semejante atentado.

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