545 oraciones de ejemplo con acusaciones

¿Y Jenny Hawkins me ha hecho esas acusaciones?

Por las acusaciones falsas de su hijo Perseo enveneno a otro hijo suyo, Demetrio; al descubrir la inocencia de este, se murio de remordimiento.

En aquel punto de la escena que se describe, empezaron de nuevo las acusaciones y una serie de informes sobre los distintos actos de barbarie consumados por Juanín.

Rubín estaba algo aturdido, como si analizara y descompusiera en su mente las acusaciones de su mujer antes de darles la réplica que merecían.

Perdóneme Vd. si me defiendo con sobrado calor de ciertas reticencias de la carta de Vd. que suenan a acusaciones y a fatídicos pronósticos.

Lo que ocurre, por lo común, es que las acusaciones son mutuas.

La situación de Lázaro era peligrosa y difícil: el menor descuido, la más ligera inoportunidad, podían ofenderla sin resultado; que quien no está satisfecho de mismo, ve acusaciones en las frases más inocentes.

las acusaciones, tío.

Yo no me justificaré jamás de acusaciones tan absurdasdijo levantándose con indignación la de Lemos y volviendo la espalda á la abadesa.

dirigió al arzobispo de Toledo don frai Francisco Ximenez de Cisneros una breve i elocuentisima Apología contra las acusaciones de sus enemigos, en la cual sin acertar á contenerse prorrumpió en estas voces de dolor é indignacion: «¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?

Y así, aun a despecho de las acusaciones matemáticas del espejo, nos vemos de otra manera muy distinta en el cristal ilusorio de nuestro espíritu.

Los aplausos vinieron entusiásticos, y él aprovechó el instante para sincerarse de las sabidas acusaciones, y como ya tenía ganado al público, y como pronunció en aquella ocasión uno de los más hermosos discursos de su vida, el éxito fué completo y aquel auditorio, antes hostil, le aclamó vibrante y prolongadamente.

En ella se contestan ciertas acusaciones de Blanco ante el Parlamento español.

Empecemos por las acusaciones que contra él formulan sus co-procesados.

¿Qué valor probatorio tienen esas acusaciones de los que están como Rizal acusados del mismo delito que á éste atribuyen?

Por lo tanto, hay que hacer caso omiso por completo de tales acusaciones, porque si para declararse la delincuencia de Rizal ha de probarse forzosamente por alguno de los medios citados y entre ellos no figura el de que vengo ocupándome, forzoso será también convenir en que las acusaciones mencionadas de sus co-reos en nada pueden perjudicar á mi defendido.

Por lo tanto, hay que hacer caso omiso por completo de tales acusaciones, porque si para declararse la delincuencia de Rizal ha de probarse forzosamente por alguno de los medios citados y entre ellos no figura el de que vengo ocupándome, forzoso será también convenir en que las acusaciones mencionadas de sus co-reos en nada pueden perjudicar á mi defendido.

Véase, pues, cómo en rigor de derecho es absolutamente imposible, sin caer en la ilegalidad y en la injusticia, dar, en ningún caso, y menos en los similares al presente, valor probatorio de ninguna clase á las acusaciones é imputaciones que unos procesados dirijan á otros que lo estén en la misma causa, y cómo, por tanto, ninguno de los cargos que contra mi defendido formulan sus co-reos puede admitirse como prueba de su culpabilidad.

Todos estos hechos y consideraciones destruyen las poco fundadas acusaciones de los que han declarado contra , con los cuales he pedido al Sr. juez instructor que me careen.

Entre las acusaciones que han padecido, ha sido la de la obscuridad.

Pueden dividirse muy bien en dos clases principales las invectivas y acusaciones que á las fiestas de toros se hacen: las unas se dirigen puramente contra la accion de torear, y las otras contra esta accion convertida en espectáculo, y que se estienden por consiguiente á todo lo accesorio á dichas fiestas.

Para combatir pues con método estas acusaciones, se hace preciso dividir tambien nuestra apología en dos partes: en la una nos ocuparemos de la accion únicamente, y en la otra de la totalidad del espectáculo.

Sin embargo, la lidia de toros esperimenta continuamente las mas severas censuras y las acusaciones mas escandalosas, y no satisfariamos el deber que nos hemos impuesto sino las refutásemos completamente.

No con mas fundamentos que las anteriores acusaciones se hace á nuestras fiestas la de que son perjudiciales á las artes y á la industria.

El inquisidor era el arconte-rey; el santo oficio el pórtico real, de donde salian las acusaciones de «impiedad,» por cierto muy numerosas.

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