62 colocaciones para condenado

Como dejo dicho, nada se oía en derredor del castillo, excepto el eco de las blasfemias, que palpitaban, perdidas en el sombrío seno de la noche, como palpitan las almas de los condenados envueltas en los pliegues del huracán de los infiernos.

En el momento en que el carcelero y los agentes de la justicia entraron en el calabozo de los condenados para conducir a éstos al patíbulo, no hallaron sino tres cadáveres.

Pues la del Salmantino respondió el cura, acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mesmo Apolo; y pase adelante, señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde.

Es que, la verdad, replicó el primero, no sería justo el que nuestro heroico amigo, que durante toda su vida fue un verdadero y ferviente católico, se quedase reposando por más tiempo en una tumba protestante, entre condenados y herejes.

También en la misma fecha se expidió otra Real cédula dirigida á Juan Ponce, mandando que se cumpliera en la isla de San Juan la prohibición de que residiesen en ella los hijos de condenados ó nietos de quemados, y mandando expulsarlos en el término que le pareciere, ejecutando en sus personas y bienes las penas en que hallare que habían incurrido.

oye bien, Dorotea, oye con toda tu alma porque... vas á oír una cosa horribley el rostro del bufón tomó toda la terrible expresión de un condenado: cuando tu madre... ¡Oh! ¡no me había engañado!exclamó la joven.

Las ropas y tocados de los condenados estaban prendidos, en vez de clavos y alfileres, con alguaciles.

La familia ó lo que queda de ella, pues todo esto es muy antiguo, asegura la inocencia del condenado, se discute, se estudia, se aducen pruebas, todo va bien hasta el momento en que se encuentra en Lieusaint la espuela de plata de Lesurques, y entonces ¡pataplún! todo se derrumba.

El Gobernador estuvo más de media hora hablándole del infierno y de las penas de los condenados; tizonazos por aquí, requemones por allá... ¡Como si hablase a la pared!

Mucha gente, sobre todo los legitimistas, se lo figuraban a Chipiteguy como un monstruo; le veían blandiendo una pica, en cuya punta llevaba una cabeza cortada, o escoltando con el sable en la mano y sin camisa un carro de condenados a muerte.

¿Pues cómo se entiende, bellaco, que apenas llegados á ella oigamos ya la charla de esos condenados ingleses? ¿Qué peores ni más dañinas sabandijas para un buen caballero francés? ¡Que se larguen pronto, maese, y de lo contrario, tanto peor para ellos y para vos! No se lo hizo repetir el posadero, que salió corriendo de la estancia, á tiempo que la dama protestaba dulcemente contra el violento lenguaje del caballero.

Abajo, en la plaza, chillaban los chicos como condenados y la charla de las mujeres subía con molesto zumbido.

La última comida de un condenado no habría sido más lúgubre.

El cortejo de los condenados iba avanzando por la plaza y acercándose al lugar de la ejecución.

Aristófanes, Menandro, Plauto, Terencio y otra cuadrilla de condenados.

¿Por qué no trata de discutir la culpa del condenado?

Soy el decano de la clase y cuento en mi lista hasta condenados políticos.

El derecho al placer, al triunfo, á la vida de los tristes, los débiles, los enfermos, de los condenados por la naturaleza á la melancolía, la derrota y la muerte, no es sino un sarcástico desmentido de la grande justicia de la Fatalidad reinante en el universo todo, á la pequeña justicia que impera solamente en el corazón de los hombres, como una deidad sin virtudes milagrosas fuera de su templo.

El deseo más ardiente de sus condenados es el de que se les recuerde aquí, en la tierra, y se hable de ellos, y es esto lo que más ilumina las tinieblas de su infierno.

Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado.

La voz clara y armoniosa del sacerdote resonaba en la gran nave relatando sin fatiga, uno a uno, los dolores del condenado.

El reverendo no contestó, su facha me hacía el efecto de un condenado.

¡Ah! ¡Un ensalmador de condenados, reparador de injurias y falsificador de doncellas! Conozco al tal.

Bastete ya que un tiempo me tuviste Todos mis fuertes miembros abrasados, Y al sol por mis entrañas descubriste El reyno escuro de los condenados: A mil tiranos, mil riquezas diste, A Fenices y Griegos entregados Mis reynos fueron, porque tu has querido, O porque mi maldad lo ha merecido.

Como en el año del Jubileo, a causa de la afluencia de gente que atraviesa el puente de San Angelo, los romanos han determinado que todos los que se dirijan al castillo y vayan hacia San Pedro pasen por un lado, y por el otro los que van hacia el monte, así vi, por uno y otro lado de la negra roca, cornudos demonios con grandes látigos, que azotaban cruelmente las espaldas de los condenados.

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