751 oraciones de ejemplo con arroces

LA COCINA PARA TODOS Más de mil quinientas fórmulas para toda clase de platos, sopas, arroces (especialidades de la cocina valenciana), purés, salsas, huevos, carnes, aves, pescado, legumbres, frutas, repostería, confitería, licores y helados.

Eran ocho mil reales, amasados trabajosamente entre las dos mujeres, arañados al jornal de Tónica y a la pobre pensión de Micaela, adquiridos a fuerza de alimentarse con arroces insípidos los más días de la semana, remendar los trajes hasta que se deshilachaban de puros viejos y pasar las veladas a obscuras para evitar el gasto de luz.

Comía a caballo: bebía a caballo su vino de arroz: a caballo dormía.

«¡Es mejor el vino de la canción que el vino de arroz!» decían los pescadores.

Y el emperador lo cantaba también, y lo bailaba, cuando estaba solo con su vino de arroz.

El marino vió en esta miseria física el triste final de un régimen alimenticio absurdo, alegre y pueril: los dulces sirviendo de base de nutrición, los grandes arroces como plato diario, las sandías y melones llenando el intermedio entre las comidas, los helados servidos en copas enormes, esparciendo el perfume de su nieve melosa.

Era la escòrpa del mar de Valencia, que Ferragut había conocido en su niñez; el animal amado de su tío el Tritón, á causa de su carne substanciosa que espesa la sopa marinera; el precioso componente buscado por el tío Caragòl para el caldo de sus arroces.

Sentíase escandalizado, como si hubiesen dejado caer una pastilla de jabón en uno de sus arroces.

Y al saber que el capitán se quedaba á bordo hasta la tarde, se lanzó á la confección de uno de sus arroces magistrales, para solemnizar la vuelta de la paz.

Podía emplear su capital en cualquiera empresa modesta del puerto de Valencia: podía establecer un restorán, que pronto se haría célebre por sus olímpicos arroces.

Veremos qué dicen de mis arroces.

Yo uno a este suculento recuerdo un buen puñado de episodios juveniles; mi estómago siente una onda sentimental al evocar aquellos arroces, que eran como un paréntesis de encanto en medio de aquellos días menesterosos, en que el más loco y bizarro mocerío florecía en rosas de alegría e imprevisión.

Pero, ¡ah!, la factura de sus novelas será muy notable; mas no tanto como la de aquellos arroces, dorados y humeantes, devorados fieramente, bajo el alegre cielo madrileño, en amable cordialidad, en aquellos buenos días que retornan del fondo de lo pasado perfumados de alegría y de juventud.

No es fácil representarse la destreza con que manejaba, traía y llevaba los cereales, los aceites, los caldos y los arroces.

En Hendaya, una señora valenciana fue mi maestra: me dio un verdadero curso de arroces.

Nos hacía representar escenas de comedias, nos hacía cantar, nos obligaba a pedir limosna con voz plañidera desde la puerta, jugaba al escondite con nosotros, nos echaba polvos de arroz en la cara y nos enseñaba el lenguaje de las manos, en el cual era peritísima.

Es más; salvo Arroz y tartana, obra de juventud, escrita bajo la sugestión, legítimamente obsesionadora, del autor de Germinal, los demás libros de Vicente Blasco Ibáñez definen, por momentos con mayor energía, la personalidad del copioso novelista español.

El modesto luchador aragonés don Eugenio García, de Arroz y tartana, aparece más ó menos desfigurado, pero guardando siempre los rasgos capitales de su fisonomía moral, en el Retor de Flor de Mayo, en el heroico Batiste de La barraca, en Toni de Cañas y barro, en el asombroso Sánchez Morueta de El intruso, en la figura de Pablo Dupont de La bodega, en el genial pintor Mariano Renovales de La maja desnuda... por no citar otros.

5 II.Novelas regionales: «Arroz y tartana».

=Arroz y tartana= (novela).

Preparó agua de arroz, tomates y camias, ayudándola ó estorbándola algunos, que acaso querían merecer sus simpatías.

Más allá vió un puente de caña y á lo lejos á los hombres bañándose, mientras una multitud de criados y criadas bullían alrededor de improvisados kalanes, atareados en desplumar gallinas, lavar arroz, asar lechón, etc.

Yo traeré algo de tocador, porque ni siquiera polvos de arroz hay en esta casa.

Una flor india, con emanaciones azafranadas, sazonaba el paisaje como el «curaré» sazona los arroces.

Muchos arroces inventados por ellos figuran entre los mejores platos de la cocina moderna.

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