451 oraciones de ejemplo con bata

Usaba don Pompeyo en casa bata de cuadros azules y blancos, en forma de tablero de damas.

Estaba doña Luz vestida con una linda bata, y los cabellos rubios, no peinados aún, recogidos en red sutil.

Nunca pensó o nunca quiso pensar (que hasta a esto del pensar sobre una cosa suele determinarse la voluntad libremente) en lo que comería aquella buena moza, si sería caldo o borona, si bebería agua clara, y cómo se las compondría para presentársele siempre con enagua almidonada y crujiente, bata de percal saltando de limpia, botitas finas de rusel, pañuelo nuevo de seda.

Mas, con grandes risotadas le detuvo la señoril y hambrienta turba, y alcanzándole Leopoldina Pastor por los cortos faldones de la bata, le gritaba muerta de risa: ¿Pero dónde vas, Fernandito?...

¿Acaso le he dicho yo que se bata?

Y mientras se calzaba las pantuflas y se envolvía en una bata de abrigo muy bien enguatada, iba discurriendo que el modo seguro de averiguar de cierto lo que sobre el particular hubiera, era preguntar al tío Frasquito lo que había hecho de aquellos tres sellos que en el Grand Hôtel le había regalado.

Entonces haríais bien en bajar la criatura aquídijo la excelente señora Kimble, vacilando, sin embargo, en poner en contracto las ropas manchadas de la niña con su bata de raso.

Ayer, señor doctor, vino con pañuelo a la cabeza, con bata de percal, zapatillas, la voz muy ronca, y lo más salado de todo fue... que me pidió dos reales... Debe de andar mal.

Don José la miraba sin moverse de su duro y martirizante sofá; pero su atención se trocó en asombro al ver que la joven se levantaba, se vestía, aunque a la ligera, echándose la bata, se calzaba y se dirigía al mezquino tocador próximo a su lecho.

Cómodamente extendido en su sillón azul floreado, con la bata recogida sobre las rodillas, parecía esperar con una resignación apacible lo que el destino, bajo la forma de su mujer, le reservaba para ese día.

Y efectivamente, la Princesa, que ya se había levantado y estaba de bata y en babuchas, sacó de un escaparate dos grandes bolsas llenas de oro, y se las dio a sus confidentas.

Y ofrecía al barbero una bata magnífica de peluche azul, con grandes cascadas de encajes en el pecho y las mangas.

¡Cómo reirían los de Alcira si le viesen! Y halagado por la extravagancia del disfraz, se apresuró a meterse en la inmediata habitación para ponerse la bata.

Lentamente volvían a la sala donde estaba el balcón, mientras en el comedor sonaban carcajadas saludando la aparición del barbero, envuelto en su lujosa bata.

Oyeron a sus espaldas el roce de la bata que arrastraba Cupido con grotescos contoneos: se aproximaba al balcón con doña Pepita para contemplar el amanecer.

Felicesdijo Bringas, entrando de súbito, envuelto en su bata del año 40, la cual ni de balde se habría podido vender en el Rastro.

Los antiguos mozos de cordel que ganan millones por tener en la laringe la enfermedad del tenorismo, las señoritas de bata blanca y cabellera suelta que se hacen las locas entre fermatas y gorgoritos, a su antiguo oficio o a coser a máquina.

Saliendo de una habitación interna, apareció Margarita, envuelta en una ligerísima bata, sofocada, jadeante, encendida.

En una de las ventanas de la casa del Gobernador, que estaba á cierta distancia, vió la figura del anciano magistrado envuelta en una blanca bata de dormir, con una lámpara en la mano y un gorro de noche en la cabeza.

En esto, la luz de la mañana iría creciendo cada vez en intensidad: los ancianos patriarcas de la población se irían levantando apresuradamente, cada uno envuelto en su bata de franela, y las respetables matronas sin detenerse á cambiar su traje de dormir.

Pasamos por delante de él, entramos en un amplio salón cuyas paredes estaban guarnecidas por armarios con puertas de cristal, al través de las cuales se veían redomas, frascos, alambiques y no pocos instrumentos de física; atravesamos luego otro semejante, y penetramos, al cabo, en un gabinete lindamente amueblado, donde el doctor se despojó de su levita y sombrero de copa, vistiéndose en su lugar una bata chinesca y un gorro turco.

Cuando me pongo esta bata y este gorro, me juzga capaz de levantar todos los velos de la Naturaleza y de evocar los espíritus activos y misteriosos que trabajan dentro de ella.

Sin embargo, se le exige que se bata, aunque no sepa ni una jota de Esgrima.

En aquel momento apareció en uno de los balcones de la casa vecina una mujer envuelta en amplia bata, con una flor roja en el pelo, cogida estrechamente de la cintura por un señorito vestido de etiqueta, con frac y chaleco blanco.

A corta distancia se presentó el Rey-Carnaval en su carretela abierta; dos mites de gregüescos ocupaban la delantera del carruaje; en la testera marchaba solitario el rey, con un vestido como de podestá, ó sea bata con vueltas de armiño, y un fieltro de figura de quesadilla en la cabeza, de lo más desairado.

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