78 oraciones de ejemplo con caballejos

En los días de gran mercado, las mujeres del campo, que venían á la capital montadas á estilo de hombre en sus caballejos de largo pelaje, admiraban al célebre policía.

Quedaban de par en par los establos, vomitando hacia la ciudad las vacas de leche, los rebaños de cabras, los caballejos de los estercoleros.

Llegaban unos tirando de sus caballejos con el serón cargado de estiércol, contentos de la colecta hecha en las calles; otros en sus carros vacíos, procurando enternecer á los guardias municipales para que les dejasen permanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, los jóvenes se metían en el cafetín cercano, para matar el tiempo ante la copa de aguardiente, mascullando su cigarro de tres céntimos.

Llegó al primer pueblo del distrito, y allí le esperaban, a la puerta de un viejo mesón, a cuyos postes y rejas estaban atados otros tantos caballejos enjaezados a la usanza del país, hasta seis agentes electorales de nota.

Entre ocho y nueve de la mañana, allí estaba Andrés en su caballejo, muy cargado de frutas, semillas, y aves de corral.

Éste detuvo su caballejo, y, sin apearse, contestó a las preguntas de Julián.

Recuerdo que el sonido de las herraduras de los caballejos y el de los tarugos de Chisco sobre las lastras de la subida, juntamente con el murmullo de las cristalinas aguas de la vadera, no me impresionaba en el espíritu, sino en el cuerpo: me daba frío.

Cuando descansaba, satisfecho de su obra, surgía una de tantas revoluciones, y un grupo de partidarios vivaqueaba en sus tierras, cambiando los extenuados caballejos de la partida por los mejores ejemplares de la cabaña.

Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos, parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre, como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal subalterno de ferrocarriles.

Se le izó sobre un caballejo.

Poco después salía éste de Burdeos acompañado de Gualtero de Pleyel y dos horas más tarde se ponían en su seguimiento Roger, Simón y Tristán de Horla, para quienes el primero tuvo que procurarse dos caballejos de las Landas, de tan pobre apariencia como excelentes cualidades.

Y en cambio, y ofreciendo el más doloroso contraste, los misérrimos caballejos criollos del Regimiento Núm.

El cazador saltó en seguida de su caballejo, quitóle el freno, y el animal, al verse libre, partió semejante á la flecha despedida del arco; pero mucho peor que ella, atendiendo á sus coces terribles y crueles mordeduras: el criado echó á correr tras él tan rápidamente que parecia empujado por el viento.

Y otra vez desfilaron por su cabeza aquel ladrón desconocido y las figuras de sus compañeros de casino, aun las de aquéllos que menos trataba, y la de Montánchez; y después de examinarlas minuciosamente volvía a empezar con la primera de la serie, obligándolas a girar en torno suyo como los caballejos de un tío vivo.

Salieron de la ambulante guarida tres viejos y una mujer madura, dos mozas, dos niños y un galán; varios perros ladraron, chilló un mono, vociferó un lorito y relincharon dos caballejos y una mula: dió a luz, en fin, el Arca de Noé.

Era una vieja tartanilla, con ventanas de bulliciosos cristales y muelles lastimeros, que dos caballejos, uno rucio y otro blanco, arrastraban.

Y á la mañana siguiente, el Padre Atienza, don Alberto, Bertuco y Trelles, iban camino de Pilares, en un arcaico landó que con fatiga arrastraban tres caballejos de evidente y descarnada senectud.

Se comenzaron a hacer los preparativos; Isidro compró dos caballejos baratos y los dejó en una cuadra de un amigo suyo de las Ventas de Alcorcón.

Se cruzaron Aracil y María con gran número de traperos, en sus carros, y lecheros que trotaban en pequeños caballejos peludos camino de Madrid.

Sus caballejos menudos, de abundante crin negra, arrojaban en el frío mañanero largos chorros de vapor.

Hacia el final de la legua número tres tuvo tentaciones de solicitar que le dejasen ir en alguno de los caballejos que aún pasaban, o subirse a los carros chirriantes bajo montañas de hortalizas.

Los pobres caballejos, que no verían tranquilos acercarse la muerte, llevan los ojos vendados como los criminales al dirigirse al lugar de la ejecución y no pueden ver la fatal acometida del cuerno que ha de acabar con su vida de miseria.

Por los caminos, y a pesar de que los carlistas ocupaban los alrededores, venían los campesinos, hombres y mujeres, en los caballejos y en las mulas, a las fiestas, que se celebraban sin gran esplendor, por la guerra.

Cuando nos dirigíamos á dichos mausoleos montados en unos caballejos alquilones, se unió á nosotros por algunos minutos un jinete interesante.

Y la prueba de que este atalaje debe servir de mucho al tourista para sus exploraciones, es que el nuestro, aunque le lleva a cuestas, no camina a pie, ni come de la fiambrera, ni duerme al socaire de los torreones; antes aprovecha el mullido vagón de 1.ª hasta donde le conviene, y luego la diligencia, y hasta los caballejos y carros del país, como hacemos los hombres vulgares, y las fondas y las tabernas y los figones.

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