340 oraciones de ejemplo con chillando

Yo se quien eres tu: ¡El Santo de Dios!» 001:025 Jesús lo reprendió, diciendo, «¡Cállate, y sal de él!» 001:026 El espíritu impuro, haciéndolo convulsionar y chillando con fuerte voz, salió de él.

Una porción de chiquillos, que andaban chillando y riñendo, se nos acercaron.

827 Hizo del rancho guarida la sabandija mas sucia -el cuerpo se despeluza y hasta la razón se altera-; pasaba la noche entera chillando allí una lechuza.

La amenazó con un movimiento del brazo, precursor de una gran bofetada; pero la mona se le rebeló, chillando así: «No me da la gana... ¿Y a usted qué?... ¡Mía esta!...».

Inclinada la rubia pedigüeña sobre la especie de ruleta que coronaba la caja de hojalata, impulsaba con su dedito la aguja, chillando de regocijo cuando se detenía en un número, ya ganase, ya perdiese.

En aquel momento apareció por otro lado la señorita Obdulia, chillando: «Nina, bien venida seas; pero antes de que entres en casa, hay que fumigarte y ponerte en la colada...

Con la mayor frescura levantan la yerba los domingos, la cargan y marchan con su carro chillando por el medio del pueblo, como si Dios no los mirase, como si no clavasen con su pecado una espina más en la cabeza de nuestro Redentor.

Y ellas no se hacían de rogar; abrían el piano; una de ellas aporreaba una polka o wals, y las otras, abrazándose en parejas, bailaban, volteaban alegres, riendo, chillando y besándose.

Cuando, yendo á las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos, las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente: ¡El loco! ¡El loco! ¡El loco! ...

Corrían las chicas medio desnudas, insultándoles y chillando.

Sonó una campana; se abrió la puerta de la verja; se disolvieron y confundieron los grupos; todo el mundo se puso de pie, y comenzaron a marcharse las mujeres con sus sillas, colocadas en equilibrio sobre la cabeza, gritando, empujándose violentamente unas a otras; dos o tres vendedoras pregonaron su mercancía mientras salía aquella muchedumbre de andrajosos apretándose, chillando, como si escaparan de algún peligro.

Chillando los chicos delante, gritando los hombres detrás, y saludando con los pañuelos, desde puertas y ventanas, las mujeres, fué llevado en hombros hasta el Ayuntamiento, donde fué agasajado y festejado por demás.

Una porción de chiquillos, que andaban chillando y riñendo, se nos acercaron.

Un policía que por allí andaba les dispersó, y se alejaron chillando y saltando, algunos haciéndose lenguas del arranque de Cadalsito.

Tanto como está usted chillando ahí (con zalamería), y todavía soy hombre para convidarla á usted á palcos por asiento.

Y al mismo tiempo, Isabelita se abrazaba á mis piernas y se colgaba de mis manos, chillando también: Tienes que hablar, tiíto.

Como dos perros de agudos dientes, adiestrados para cazar, acosan en una selva á un cervato ó á una liebre que huye chillando delante de ellos; del mismo modo, el Tidida y Ulises, asolador de ciudades, perseguían constantemente á Dolón después que lograron apartarle del ejército.

El águila, penetrada de dolor, dejó caer el dragón en medio de la turba; y chillando, voló con la rapidez del viento.

Como vuela una bandada de estorninos ó grajos, dando horribles chillidos, cuando ven al gavilán que trae la muerte á los pajarillos; así entonces los aqueos, perseguidos por Eneas y Héctor, corrían chillando horriblemente y se olvidaban de combatir.

Y ayer el ave nocturna se posó aun en mitad del día sobre la plaza del mercado gritando y chillando.

Yo ya me encomendaba á la Virgen viendo la cosa mal parada, y el bárbaro aquél de seguro me achura, si no llega Carolina, corriendo y chillando, hecha una loca, y no cómo, con la desesperación, ¡seguro! le arranca el cuchillo de la mano.

LUCILA.—¡Padre, duro con ellos! BALBINO.—¡Vaya una menestra! (Huyen todos chillando y corriendo.

Voces de ¡Guardias!... ¡Socorro!... ¡Que se matan!...) ESCENA VI Salen del salón hombres y mujeres chillando.

JOSEFA.—Es el veneno que tengo aquí que me repudre de ver lo que estoy viendo, que quisiá quedarme ciega pa no verlo... ¡ciega! SOLE.—¡Ya estamos con lo de siempre! (Chillando.

Illustration:] Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente:¡El loco! ¡El loco! ¡El loco! ...

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