27 Metáforas para grita

Grita el fiscal pidiendo una cabeza en nombre de no cuántas cosas respetables, y a todos les parece bien; llego yo después cumpliendo sus órdenes, y me escupen y me insultan.

Grita el rapaz y amenaza el padre, y entre los gritos y las amenazas, óyese la voz de la tía Simona, desde el portal: ¡Ah, malañu pa vusotros nunca ni !... ¡Que siempre vos he de alcontrar asina! ¡Ay, madruca de mi alma!exclama el muchacho corriendo á agarrarse del refajo de la buena mujer.

La grita de los periódicos«la prensa local»,y especialmente de El Justiciero, fué tan grande, que la policía se vió obligada á proceder, descubriendo, una semana más tarde, el escondite de Manuelito, conocido por todo el mundo desde el primer día.

Gritar al perro rabioso ¿es un ataque contra la vida privada ó contra la vida pública?

Gritan ¡muera el boticario!... 30 Y ¡quieren entrar! ¡Cállate y déjalos!Escribe lo que te he dicho.

En este momento la vieja gritaba palabras en idioma enteramente estraño para el Bachiller, y la dama esperaba con impaciencia.

Y el grito que había sonado más que de alegría era de angustia.

Ilustración] Pero como los gritos fuesen en aumento, les aplicaron unas mordazas y maniatados los condujeron a la presencia del prefecto que en desenfrenada orgía saboreaba en el pretorio el motín tan favorable a la causa de Domiciano.

Temíanse ya las disputas y se rehuían, porque los desaforados gritos y los baldones que antes se lanzaban sin resultado alguno, gracias a la cordial avenencia que existía entre todos, eran, al presente, de mucho peligro.

El grito de Beatriz no fue sino el clamor de su voluntad totalmente rendida.

El grito de Don Mauro es un claro clarín.

Si la grito, desentona; si la digo con ironía, también...; si la digo riendo, ¡peor!...

Sus gritos eran la exclamación de la animalidad herida y en peligro, sin ideas, sin nada de lo que distingue al hombre de la fiera.

De otra manera, si se quiere ver en las Islas un filón por explotar, un recurso para contentar ambiciones, para librar de impuestos la Metrópoli, apurando la gallina de los huevos de oro y cerrando los oídos á todos los gritos de la razón, entonces, por grande que sea la fidelidad de los filipinos, no podrán impedir que se cumplan las leyes fatales de la Historia.

Aquel grito, aquel amor a la vida sugerido por el horror que inspira la muerte, es el grito eterno de la humanidad renegando de la fatídica maldición que la condena a encanecer y sucumbir, el mismo sentimiento que Mercedes había invocado algunos meses antes, discutiendo con su padre, cuando éste quería negarle su derecho a ser dichosa.

Los pamplonicas son un poco pedantes, y aquél, que lo era en grado sumo, creía que su grito «¡Viva Dios!» era un hallazgo.

Mis gritos eran horrendos.

No necesito más gente ni más ayuda; pues me considero bastante para cumplir yo solo lo que ofrezco: únicamente os pido un guia que me conduzca al sitio donde debe tener efecto el cange, y en cambio os prometo que desde aquí habeis de oir los gritos de cuantos presencien tan impía accion.

Déxase á la consideracion del pio y curioso Lector quanta seria la de nuestro Fray Gerundio al oírse alabar con tantas aclamaciones, por quanto no era hombre insensible á sus aplausos, ni tampoco era de parecer, como el otro Orador afilosophado, que el grito de la muchedumbre inducia fuertes sospechas de grandes desaciertos.

Los gritos de la niña, aunque amortiguados por la distancia y el obstáculo de la puerta, comenzaron á sonar agudos y lastimeros.

Su último grito es un llamamiento á las plumas ociosasno confundirlas con las ociosas plumas; de dormir son éstas, y aquéllas de no dormirse.

Unos gritos que parecían venir de muy lejos, entrecortados por llantos, fueron el verdadero motivo que le hizo salir de su sopor incomprensible.

Los gritos y alaridos mensageros Allí son de una nave á otra enviados, Y cada cual socorro demandaba, Que igual era el dolor que se pasaba.

¡Cuerpo de Cristo! aqui ha quedado su alma para pedir venganza á todo el que pase: ese grito no es de persona; huyamos.

Deseando el loco participar de aquel esparcimiento, empezó á gritar:«Esperad, esperad;» pero sus gritos fueron de todo punto inútiles, porque nadie carga voluntariamente su buque con una mercancía semejante.

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