114 oraciones de ejemplo con crispando

De cuando en cuando azotaba su frente una ráfaga de aire, frío como la hoja de un puñal, que crispaba sus cabellos de horror y penetraba hasta la médula de sus huesos; ráfagas semejantes a las que anunciaban á los profetas la aproximación del espíritu divino.

Crispaba los puños, y aun se hería con ellos en la frente, produciendo el sonido desapacible que resulta de la seca vibración de dos huesos que se chocan.

Su cuerpo hizo retemblar el piso; las monedas se esparcieron en derredor suyo; movió repetidas veces la cabeza, afectada, al parecer, de un profundo dolor interno; llevóse ambas manos al pecho, crispando los dedos, y al fin quedó quieta, sin más movimiento que las expansiones violentas de su pecho, sacudido por una respiración fuerte y ruidosa.

¿Vamos a arañarla?propuso la nerviosa, crispando los suyos.

Los ojos del infeliz parecía que se saltaban, sus deshechos pulmones agitábanse trabajosamente como fuelles rotos que no pueden expeler ni aspirar el aire; crispaba los dedos, quedando al fin postrado y como sin vida.

Un gesto de odio crispaba su rostro.

Cualquier alusión a su dinero le crispaba como si temiese que inmediatamente le pidiesen algo.

La señora de Latour-Mesnil vio que eran las tres; una sonrisa nerviosa crispaba los labios de Juana.

Era el mismo mocetón que Vanda hiciera azotar días antes; pero ahora en su rostro juvenil, demacrado por el hambre, la boca se crispaba en una mueca de ansiedad y de deseo, mientras los ojos de niño grande, redondos, dilatados de horror, tenían una mirada cruel de carnívoro, de hiena desenterradora de cadáveres.

fue todo franqueza y ardor, ofreciendo, sin ambages, en rebosante copa, la lealtad de su pecho; pero no tardó en advertir que sigiloso encono crispaba todos los labios en su presencia y que su mano calurosa no estrechaba sino dedos laxos y fríos.

En breves palabras contó Agustín a su prima lo que le habían dicho, y poniéndose de un color increíble, apretando los dientes y crispando las manos, dijo: «Si es mentira, el perro que lo inventó me la ha de pagar».

Su boca se crispaba con un mísero gesto de gratitud; sus ojos estaban húmedos.

Lo único que puedo afirmar es que el adjetivo federal aplicado constantemente a la República nos iba crispando.

Se revolcaba en el suelo con las mismas contorsiones y gemidos de aquella noche tormentosa; crispaba sus manos hasta contraerlas en forma de gancho; agitaba sus pies con el temblor de una oveja moribunda, y su boca, torcida por doloroso mohín, seguía gritando entre ronquidos: No quiero... no quiero.

Su mirada especialmente, con su fijeza y su frialdad, que parecía registrarle desde la cabeza hasta los pies, le crispaba los nervios, hasta el punto de que en ciertos instantes no se sentía dueño de su voluntad y experimentaba irresistibles impulsos de abofetear al insolente curioso.

Experimentaba el joven escalofríos extraños y oprimía convulsamente la cintura de Judith, crispando su mano sobre la tela, como si pretendiera rasgarla para llegar a la carne anhelada.

He vuelto á citar la Zanguina, la famosa taberna marinera del Cabildo de Abajo, cuya procedencia ignoran hasta los mismos viejos que la frecuentan todavía, y no llegaron á conocerla en los Arcos de Dóriga, donde se dice que la estableció por vez primera, y con el mismo nombre, un capitán negrero que con los relatos de sus aventuras crispaba las greñas de los rudos mareantes que le escuchaban.

¡Miau!mayó el otro con desprecio, sacando media cuarta de lengua y crispando los dedos.

Cuando la cólera crispaba la cara puntiaguda del abogado no era hermoso; tierno y galante era horrible; hubiérase dicho una serpiente enamorada.

«La otra la perdí», añadía crispando los labios.

La mujer abría y cerraba los ojos precipitadamente, crispando las manos y dejando escapar leves aullidos.

¡Y los cazcoz zon para ello! repuso Pendencia haciendo notar los puños que Juanita crispaba.

Esto la irritó de nuevo, destruyendo aquellos sentimientos de piedad que empezaban á obrar en ella como un bálsamo reparador, y echando lumbre por los inundados ojos y crispando los dedos, encaróse conmigo y me echó esta rociada: No cómo tienes alma para decirme lo que me has dicho, y cómo me mientes á , que he tenido siempre la debilidad de creerte.

Esto la irritó de nuevo, destruyendo aquellos sentimientos de piedad que empezaban á obrar en ella como un bálsamo reparador, y echando lumbre por los inundados ojos y crispando los dedos, encaróse conmigo y me echó esta rociada: No cómo tienes alma para decirme lo que me has dicho, y cómo me mientes á , que he tenido siempre la debilidad de creerte.

Algo que me ahoga, que me arrebata, que me enfurece añadió, levantando la voz y crispando los puños.

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