120 oraciones de ejemplo con dormitado

Había alguien más que los atletas que dormitaban junto á la grúa.

Detrás de él, las vacas dormitaban al sol ya caliente, rumiando.

Los serenos que dormitaban en las esquinas, sentados cerca de su linterna, se levantaban al oir el paso de los caballos, saludaban, y se iban a lo largo de las aceras perezosos y distraídos....

El café de la Paz era grande, frío; el gas amarillento y escaso parecía llenar de humo la atmósfera cargada con el de los cigarros y las cocinas; a la hora en que los dos amigos conferenciaban estaba desierto el salón; los mozos, de chaqueta negra y mandil blanco, dormitaban por los rincones.

Más serios y a su negocio, hozaban algunos cerdos en el estiércol, que escarbaban y picoteaban gallos y gallinas, mientras dos perros dormitaban, acosados por miles de mosquitos.

Los que hasta entonces habían dormitado tranquilamente, arrullados por las ondulaciones del Océano, se revolverían en adelante inquietos durante las noches tranquilas y estrelladas, no pudiendo conciliar el sueño.

En último término, cerca del fumadero, los comerciantes germánicos dormitaban en sus sillones con un viejo ejemplar del Simplicissimus sobre la cara.

Por la tarde, antes de la hora del , cuando los pasajeros dormitaban en sus asientos y ardientes cuchillos del sol se introducían en la penumbra del paseo por los intersticios de las lonas, danzando acompasadamente de una cabeza a otra con el movimiento del buque, como si fuesen péndulos de luz, las niñas bajaban a sus camarotes para volver a subir con grandes cajas llenas de dulces.

No; he dormitado.

Las palomas salieron del sopor en que habían dormitado, lanzándose en dos bandadas a combatir con las rachas, como dos escuadrillas que evolucionaran en un mar agitado, para regresar al puerto en línea, de combate por rumbos contrarios.

A mediados del siglo pasado, en una plaza de Madrid, formando rinconada con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos.

Luego alzó la cortina de percal de la sala en que, tiradas sobre los desvencijados divanes, dormitaban pesadamente tres o cuatro hembras más, pintarrajeadas y rotas, como abandonadas marionetas, y asomó la cabeza.

Dormitaban en la meseta de la escalera y en el recibimiento otros alguaciles y ministros, esperando descansadamente a su amo; mas, cuando sintieron llegar a Garduña, desperezáronse dos o tres de ellos, y le preguntaron al que era su decano y jefe inmediato: ¿Viene ya el señor? ¡Ni por asomo!Estaos quietos.

se había adornado de limpieza, ese lujo del pobre, y estaba tan bien barrida y desempolvada que las pacíficas arañas que dormitaban de tiempo inmemorial en todos los nichos y en todos los rincones, bajo el velo de la Virgen como en la corona de espinas y hasta en la barba del Crucificado, habían sido desposeídas de sus telas, arrebatadas como por un huracán, y andaban melancólicas y errantes en busca de nueva instalación.

No existían a la vista otras pruebas de las aficiones del amo que las jaulas colgadas al exterior en las horas de sol y los perros que dormitaban enroscados ante la puerta.

Pasó el momento de la sorpresa; me levanto del sillón donde he dormitado; voy a la cervecería; veo al mozo echarme unas gotas de coñac en el café; oigo a mi lado discutir a unos autores sobre el estreno de la noche anterior, si ha sido un éxito teatral, o puramente literario.

Aquellas palabras despertaron el enjambre de pensamientos que dormitaban hacía tiempo en mi cerebro, apercibidos a salir al menor toque.

Dos o tres de aquellas infelices llevaban en sus brazos niños de otras mujeres que iban a pasar allí la noche; algunas dormitaban con la colilla pegada en el extremo de la boca.

Tenía los ojos abiertos y el rostro animado, pero las impresiones sufridas en aquel día dormitaban ya; sentía su cerebro embargado por un dulce sopor, y, a través de un velo de color de rosa, veía a su amante, que seguía hablando con creciente apasionamiento.

Los viajeros, acurrucados en sus asientos ó hundidos en sus abrigos, dormitaban.

Fatigados con el calor y con el camino, medio dormitaban cuando escucharon un grito: Ríndanse al Rey.

¡Qué cosa más horrible y más odiosa! Aun dormitando, como dormitaban, sus dos terceras partes, tenía entre sus abominables mandíbulas los restos de un infortunado corderillo, o tal vez (pero se me resiste el pensarlo) fuera de algún pobre niño que las tres bocazas habían estado mordiscando, antes de quedarse dormidas dos de ellas.

Ahora, mi querido Pegasomurmuró al oído del caballo alado, has de ayudarme a matar este insufrible monstruo, o si no, habrás de volverte a tu solitaria cumbre sin tu amigo Belerofonte; porque, o muere la Quimera, o sus tres bocas se comerán esta cabeza mía, que tantas veces ha dormitado sobre tu cuello.

Había multitud de charloteros loros y brillantes monos, alrededor de los árboles se enroscaban perezosas boas, y dormitaban los caimanes junto a empantanadas lagunas.

Habíame dormitado á su cabecera, vencido por el calor y la quietud del crepúsculo que empezaba, cuando sentí de pronto que me asían por la muñeca.

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