24 Verbos a usar para la palabra bujías

¿Qué sucede? ¡Pero, hombre!, añadió Antonio, al encender la bujía y ver la expresión de nuestros rostros.

: no es por ahí, don Franciscodijo el duque tomando una bujía de sobre la mesa y yendo á una puertecilla.

Después, ya apaciguada su cólera, cogió la bujía, la acercó al grupo de Los Explotados y lo miró durante largo tiempo con curiosidad.

Lo puso encima de su reclinatorio y colocó en frente de él dos bujías de cera.

Ella se despojaba de sus joyas frente al espejo de su tocador, alumbrado por dos bujías de color de rosa.

Una vez allí, solo y seguro de toda sorpresa y de toda impertinencia, sacó de su bolsillo una caja de tafilete, de ella unas antiparras montadas en plata, se las acomodó en las narices, acercó á las dos bujías, sacó la carta, rompió su nema, desdobló los tres grandes pliegos de que la carta constaba y los extendió delante de .

eres como el viento que sopla del Guadarrama, fino, glacial, que no apaga una bujía y es capaz de matar un hombre.

Sobre una consola antigua ardían las bujías de dos candelabros de plata.

Y dejándome cerca de la chimenea, continuó á través de este inmenso salón, que estaba apenas iluminado por dos ó tres bujías, el paseo que al parecer había yo interrumpido.

El Doctor, según costumbre, puso la bujía sobre el velador, se arrellanó en el sillón y siguió recitando versos en voz, aunque sumisa, clara: Yo no de tu esencia el misterio, Tu nombre y tu vago destino no , Ni cuál es tu ignorado hemisferio, Ni á dónde perdido siguiéndote iré.

EVANS.Yo enseñaré á los chicos el modo cómo han de conducirse; y yo mismo me disfrazaré de mono para quemar con mi bujía al caballero.

¿Y quién es esa persona? Ven, vendijo la reina, trae una bujía.

Cuando llegó la noche, Juana tuvo que ir apresuradamente á comprar bujías y unos candeleros, para poder comer.

Hacia la mitad de la cuesta, desde un punto donde la pendiente se hincha en agrio declive, alzándose sobre las cañadas laterales, tenebrosas y quietas, pudimos admirar en la planicie la fantástica simetría de las luces de la ciudad, brillando en el fondo del valle cual las bujías innumerables que en el cuento oriental mostraba la muerte como prontas a extinguirse, al espíritu atribulado del agonizante.

Entonces Nizam sacó una bujía del bolsillo.

Una lámpara muy lujosa, llevada de Madrid, iluminaba el gabinete, mientras Clotilde estaba desvelada, encendiéndose en su lugar, cuando quería dormir, una bujía puesta en el suelo y tapada con una manta colgada entre dos sillas.

A la derecha y á la izquierda de esta mesa había otras dos cubiertas de otros platos y de otras botellas y alumbradas cada una por un candelabro en forma de ramillete, de entre cuyas flores, admirablemente contrahechas, salían las bujías.

El alumbrado lo proporcionaban bujías de pura esperma, ardiendo en grandes arañas de cristal, con profusión de prismas de lo mismo que reflejaban la luz, la multiplicaban y descomponían en todos los colores del iris.

Comenzó a llamar a grandes voces a sus criadas, y como ninguna le respondiese, cogió a toda prisa una bata ligera, que estaba al pie de la cama, cubrióse con ella, saltó acelerada al suelo, agarró la bujía y atravesó corriendo toda la crujía de cuartos, llamando sin cesar a sus doncellas y a una hermana suya menor, que vivía en la misma quinta bajo su custodia.

El día siguiente (17 de Junio) subió el sacristán á renovar una bujía de cera junto al viril y reparó faltaba la Sagrada Hostia; dió aviso á los sacristanes y entristeciéronse las monjas y hicieron rogativas, disponiendo se consagrase una Hostia y se colocase en el viril para manifestar á S. M. en la misa mayor.

Los salones quedaron silenciosos en poder de los criados, que con la regularidad y precisión de soldados cambiaron las bujías próximas a extinguirse por otras nuevas, mientras el comedor resonaba con el campanilleo de los platos y las copas, la charla y las carcajadas de los convidados.

Tapices de Flandes cubrían las paredes, una gruesa alfombra el pavimento; del techo, renegrido ya, pero majestuoso, uno de esos techos de madera del gusto del Renacimiento, de enorme relieve, con profundos casetones magistralmente tallados con florones, grecas, hojas, frutas y caprichos admirables, pendía una araña de cristal cargada de bujías de cera encendidas.

La señora de Maurescamp, en extremo admirada de aquel doble descubrimiento, dejó caer la bujía, que se apagó; después de algunos segundos de inmóvil estupor, dejose caer sobre un diván que tenía cerca y cubriéndose el rostro con las dos manos, púsose a sollozar.

Miguel se levantó también, aunque de mala gana, y su novia fué á buscarle una bujía á la cocina.

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