26 oraciones de ejemplo con chulita

«¿Ves, chulita, cómo de este modo estamos en el Paraíso?

«Porque mira , chulita, no predico yo la hipocresía.

¡Ah!, chulita, dirás que yo tengo la moral muy rara.

Esto le ocasionó grandes tristezas que al principio trataba de disimular delante de su querida; pero una tarde que estaban sentados junto al balcón, se le abatieron tanto los espíritus que no pudo contener su pena y la confió a su amiga: «Chulita, habrás notado que yo... pues...

De todas maneras, ya tengo poca cuerda, chulita de mi alma, y tengo que pensar mucho en ti, que la tienes todavía para rato, pues ahora estás en la flor de tus años y en lo mejor de tu hermosura.

¡Pobre chulita! Hay que mirar mucho cómo la dejo, porque esta al son que la tocan baila.

Algo de esto pasa, chulita, y una cosa es hablar desde la altura de una salud perfecta y otra al borde del hoyo...

Feijoo le cogió la barbilla entre sus dedos, diciéndole con cariño: «¿Verdad, chulita, que tengo razón?

¿Verdad que ?... ¡Ay, qué será de ti, chulita, cuando yo me muera!...

La chulita callaba mirándole.

Mira, chulita, no me muero hasta que no te deje esta idea bien metida en la cabeza.

Levantose la chulita muy tarde y recibió un recado de su amigo diciéndole que estaba mejor y que se levantaría y saldría a la calle con permiso del tiempo.

¡Ay, chulita!, no conoces la naturaleza humana.

Chulita, otro abrazo, otro.

Yo no soy aquel; yo me moriré pronto, y... Viéndole que se conmovía, la chulita no pudo aguantar más, y soltó el trapo a llorar.

No le dejaba en su testamento más que algunos regalitos, llamándola ahijada; pero, por medio de un agente de Bolsa muy discreto, se hizo una operación en que la chulita figuraba como compradora de cierta cantidad de acciones del Banco, dándole además, de mano a mano, algunas cantidades en billetes.

Todo iba bien, perfectamente bien, y ya se habría convencido la chulita del valor de sus lecciones y consejos.

Me dijeron que estabas... que estaba usted algo mala... Después de decirle que su enfermedad no había sido nada, la chulita se sentó junto a él, haciendo propósito de contarle la verdadera dolencia que sufría, que era puramente moral, y con los más graves caracteres.

Conque a ver, chulita, ¿qué hay?».

Algo dijo que llevó al ánimo de don Evaristo el convencimiento de que su chulita se veía en un mal paso.

Miraba a su chulita con estupidez y cierta expresión de duda o sorpresa.

«Chulita, no te vayasle dijo, dándole un palmetazo en el muslo.

Con palabra nerviosa, afluente y un tanto hiperbólica, aseguró la chulita que no tenía salud; que padecía de unos males extraños, incomprensibles.

Hola, «Chulita», ¿cómo estás?

Ella exclamó sin enfadarse, con esa grandeza maternal de espíritu que las mujeres vulgares y celosascelosas porque son vulgaresno comprenden: Para decirme que deseabas pasar una noche fuera de casa no necesitabas mentir... Cuando Villarroya salió á la calle iba incomodado consigo mismo; realmente, lo que acababa de hacer era una infamia; su pobre «Chulita», tan resignada, tan indulgente, no merecía ser tratada así.

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