851 oraciones de ejemplo con manta

Ha comprado muchas tierras en su aldea, y las ha distribuido entre sus antiguos convecinos... a renta; pero dispensando a éstos el favor de no embargarles la manta de la cama cuando, por bien probada necesidad, dejan de pagarle... un año; al segundo ya varía de conducta, si el abuso se repite; y esto, únicamente por respeto a su derecho, no porque necesite para nada las míseras economías de aquellos pobres campesinos.

101-2: =manta de muestra=: a showy wrap or blanket.

Observaba la manta y entre las mantas una cabeza cadavérica y de aspecto muy desagradable.

Para que no desmayasen y se acobardasen a la vista del capitán muerto, don Jorge nos mandó que le envolviésemos en la manta de un forzado y que le escondiésemos en el fondo del buque.

Este hombre hallábase sentado o más bien sumergido en un sillón, con las piernas ocultas bajo gruesa manta que le llegaba a la cintura, la cabeza inclinada sobre el pecho y tan inmóvil que parecía dormido o muerto.

Pero ella, con un movimiento maternal, tomó una gruesa manta de lana, me envolvió en ella y me colocó en su regazo, aunque yo ya era más grande que ella.

Después, a modo de novio en víspera de boda, quemó en la chimenea varios retratos y un puñado de cartas, y, por último, llamó a Benigno, quien oyó con verdadero asombro estas palabras: Mañana temprano me pones encima de esa butaca un traje gris, de americana, la manta de viaje con las correas, una gorra y el gabán de pieles.

A tiempo mismo que el muchacho corría escaleras arriba, asomaba por la puerta del aposento una señora algo gruesa, hermosa, de amabilísimo aspecto, las facciones menudas, con el cabello todavía negro, aunque pasaba de los cuarenta de edad, vestida de holán clarín blanco, y abrigada con una manta de burato color canario y toda ella muy pulcra y de ademán reposado y señoril.

No le valió inclinar la cabeza, ni estrechar en torno del rostro los pliegues de la manta de burato.

Sin ver antes esa carita fuera de la manta, no esperes que te deje dar un paso más.

Echa hacia atrás los malditos pliegues de esa manta.

Hizo Cecilia lo que la dijeron, quizás para verse libre de aquel impertinente, descubriendo casi todo el busto con sólo dejar caer la manta sobre los hombros.

Cediole la cama, consistente de un catre de viento, sucio y desvencijado, sin más ropa ni manta con que cubrir las mataduras; y a la mañana siguiente muy temprano fue hasta la esquina de la calle de la Maloja y la del Campanario Viejo, donde vivía el cirujano romancista Zarza, le despertó, y, quiera que no, le condujo ante el enfermo, encargándole inviolable secreto.

Y arrebujándose en la manta,

¡Oh, la sonora escalera, los corredores enlucidos con cal, la oliente cuadra, los correajes que se lustran, la tabla del pan, las cajas de betún, los camastros de hierro con manta gris, los fusiles que brillan en el armero!...

Se abrió la puerta y apareció en ella una mujer cubierta con una manta negra que la tapaba enteramente y no dejaba ver más que su cara amarilla y arrugada, casi oculta por mechones de pelo blanco.

De Ivona no se veía más que su manta negra y sus largos cabellos grises; en el exterior mugía la tempestad.

El adverbio a manta se emplea a cada instante para ponderar o encarecer la abundancia de algo.

En efecto, la niña venía cubierta por unos trapos miserables y una manta raída y sucia.

A su lado se sentó Blanca; yo le eché la cariñosa manta de nutrias sobre los pies y a un signo del cochero, las dos yeguas del tronco partieron a escape.

Estaba cubierta por la única manta que tenían en la casa y el mantoncillo que le había comprado Isidro al comenzar el invierno.

Su dormir era sobre unas tablas, en las cuales ponia una estera y una manta de Bernia, y allí dormia.

CAPITULO III PROSÍGUESE LA DESCRIPCIÓN DEL PERÚ Este reino, tomándolo por lo que habitamos los españoles, es largo y angosto; comienza, digamos, desde el puerto, ó por mejor dezir playa, llamado Manta, y por otro nombre Puerto Viejo.

Los indios deste puerto son grandes marineros y nadadores; tienen balsas de madera liviana, grandes, que sufren vela y remo; los remos son caneletes; visten algodon, manta y camiseta; desde este puerto, enviando los navios que vienen la vuelta de tierra, salen con sus balsas, llevan refresco que venden, gallinas, pescado, maíz, tortillas biscochadas, plátanos, camotes y otras cosas.

Ocupaba el fondo una cama de paja y de papeles con una manta gris.

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